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sábado, 25 de febrero de 2023

DOMINGO 1º DE CUARESMA (Ciclo A)


Primera Lectura: Gen 2, 7-9;  3, 1-7
Salmo Responsorial: Salmo 50
Segunda Lectura: Rom 5, 12-19
Evangelio: Mt 4, 1-11


Ha llegado la Cuaresma y si la tomamos en serio corremos el riesgo de convertirnos: cambiar realmente nuestra ruta y meternos de lleno en el camino de Jesús.

La escena de “las tentaciones de Jesús” es un relato que no hemos de interpretar a la ligera. Las tentaciones que se nos describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de que podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del camino que sigue Jesús. Se trata más de un seguimiento que de un cumplimiento.

Como Jesús, estamos invitados a hacer un espacio de desierto en nuestras vidas y en nuestras ciudades y pueblos, a recortar un espacio vital para prepararnos a la Pascua, a estar atentos en averiguar cuál es nuestro estado de salud espiritual. Como los atletas que se preparan a la competición, también nosotros estamos invitados a hacer ascesis, entrenamiento, para hacer posible que nuestra alma nos alcance.

Es tiempo de quitar las máscaras. Las de carnaval, ciertamente, pero, mucho más, aquéllas que no logramos quitarnos en la vida real. Ni siquiera delante de Dios.

Polvo

Quien haya podido, el miércoles, habrá asistido al antiguo rito de la imposición de la ceniza. Una celebración sobria, en la que el celebrante, trazándonos sobre la frente una señal de cruz con la ceniza, nos ha invitado a la conversión, nos ha recordado que, en el fondo, sólo somos polvo.

Polvo sin vida, si Dios no insufla su Palabra.

Polvo inútil, si no estamos llenos de esperanza y de sueños.

Polvo que sólo Dios llena de inmortalidad.

Ojalá nos recordáramos de ello, cuando gastamos el tiempo en litigar por tantas cosas vanas, cuando las reuniones de diversa índole se transforman en una riña verbal, cuando vemos a las “estrellas” y los opinantes de la televisión meterse codazos y envilecerse unos contra otros para conseguir un poco de atención.

Ojalá nos recordáramos de ello, cuando perdemos el sueño por un proyecto que no sale, por un reproche del jefe, por un par de kilos de sobra o una apariencia que no nos gusta.

Sólo somos polvo.

En el desierto

Curiosamente, Jesús inicia su actividad pública...  huyendo de ella.

Va al desierto para orar, para estar con el Padre y para ayunar. Cómo Israel en el desierto del Sinaí, cuando el Dios solidario compartió el sufrimiento del pueblo que no encontraba alivio.

A veces hace falta tener el valor de largarse… para poder encontrarse con uno mismo.

Jesús quiere resolver cómo va a ser Mesías, cómo va a estructurar su ministerio. Jesús es Dios, cierto, y tiene un conocimiento absoluto acerca de a las cosas de Dios, porque él es el hijo de Dios. Pero no quiere privilegios respecto de las cosas humanas. También él tiene que planear, decidir, programar. Y su elección nos da verdaderos escalofríos.

Mateo, en la narración que leemos este año, amplía la otra más resumida de Marcos y cuenta detalladamente las tres tentaciones que Jesús tiene que afrontar a cuenta de la Palabra de Dios.

 Como en las disputas entre los rabinos, también Jesús argumenta con el diablo. Él conoce la Palabra de Dios, el Señor. Pero el diablo también la conoce.

Nosotros, en cambio, a veces ni siquiera sufrimos tentaciones porque hacemos el mal por nuestra cuenta, solos, ignorantes de la Palabra que nos salva. Pensamos que las tentaciones son para los santos, no para nosotros que somos unos discípulos mediocres de Jesucristo.

Jesús tiene delante de si tres mesianismos para escoger: Uno histórico, ligado a la restauración del reino de David, el reino del pan, de la política, de la teocracia; otro ligado a los milagros, a lo extraordinario, mágico y fantasioso, a los acontecimientos imposibles; y uno más referido a los compromisos y apaños con el poder, como supieron hacer muy bien los sacerdotes de Jerusalén con los romanos, o nuestra cristiana Europa con los mercados, girados hacia el poder por la cuenta que les trae, aunque sea a costa de perder los valores transcendentales.

Jesús rechaza las tres propuestas del maligno:

- no propondrá al mundo una revolución política, sino la conversión del corazón;

- no asombrará a las personas con magias fantásticas, sino que tratará de convencerlas con la Palabra de Dios;

- y además, será honesto con el poder, también con el religioso, pero denunciando los abusos con la verdad.

 Iluso

Pobre Jesús. Su mesianismo es frágil. Bonito pero frágil. Quizás Dios es demasiado optimista respecto a nosotros seres humanos, quizás piensa que somos mejores de lo que, en realidad, somos.

Esta fragilidad se la va a recordar de nuevo el maligno enemigo cuando, en Getsemaní, vuelva a tentarlo con la idea de que su misión ha sufrido una quiebra clamorosa. ¿La predicación de Jesús apasionada, amigable, compasiva, adulta, habrá sido inútil? Tal vez… ¡De nuevo se hace presente la tentación!

¿Y nosotros?

¿Qué personas queremos ser? ¿A qué Dios queremos celebrar?

No sigamos la onda de los cantos de sirenas de los medios de comunicación o de nuestras propias ocurrencias. Dejémonos iluminar en el desierto, como Jesús, para purificar nuestro corazón. Y no busquemos a un Dios que nos llena la barriga, o que nos asombra con milagros, o que queda reducido simplemente a un garante del orden social establecido.

Ese Dios, al que tantas veces buscamos y, lo que es peor, utilizamos, no es el Dios de Jesús. Y precisamente por eso no lo encontramos…

Que tengamos una buena Cuaresma, los que buscamos a Dios, y queremos seguir a ese loco por amor que es Jesús, el Cristo.

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