Traducir

Buscar este blog

sábado, 25 de septiembre de 2021

DOMINGO 26º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)

"No son de los nuestros"
Primera lectura: Num 11, 25-29
Salmo Responsorial: Salmo 18
Segunda lectura: Sant 5, 1-6


Entre vosotros no será así”: el domingo pasado el Señor nos recordaba cómo deben ser las relaciones entre los hermanos cristianos, unas relaciones que son bien diferentes de la lógica del mundo.

Si entre nosotros es normal ambicionar éxitos y descollar en el trabajo, en el deporte, en política, incluso en detrimento de los otros, esta violencia que nace de nuestro interior - como diría Santiago -  ha de estar exiliada entre nosotros, cristianos.

Es habitual ambicionar éxitos y gratificaciones, incluso en detrimento de los otros. Es evangélico, en cambio, querer poner por delante la relación entre las personas antes que cualquier otra cosa.

Es corriente que, incluso en la Iglesia, se defiendan pequeños privilegios. Es evangélico, en cambio, preferir servir a los demás hermanos con verdad y humildad.

Es ordinario huir del sufrimiento y de la cruz. Es evangélico, en cambio, ver cómo a veces el sufrimiento se convierte en instrumento inevitable para testimoniar la medida del amor.

Diferentes

“Ese no es de los nuestros”. ¡Cuántas veces se oye decir esto en el ámbito del partidismo político, o acerca de la espinosa cuestión de la inmigración o de los refugiados, tan candente últimamente... y, desgraciadamente, cuántas veces se oye decir también en las comunidades de los discípulos del Señor Jesús!

¡Cuánto sufrimiento provoca el remarcar las diferencias sociales, o no querer superar las propias costumbres, ver a mujeres de tradiciones diferentes que son mal aceptadas por los nuevos familiares; amigos extranjeros mirados como sospechosos por el mero hecho de ser de fuera; vecinos ignorados porque son partidarios de ideas políticas distintas o alejadas de las mías; personas con orientación sexual diferente señaladas y agredidas violentamente!

“No es de los nuestros”. Tenemos necesidad de hacernos notar, de marcar diferencias, de distinguirnos de los otros, de sentirnos de algún modo reconocibles e identificables. En el maremágnum del mundo globalizado sentimos que no valemos nada, que contamos poco, que somos un número, una coma, tenemos necesidad de sobresalir, aunque sea incluso haciendo el imbécil en un reality show televisivo o en las redes sociales.

Esta legítima necesidad, que puede existir en las comunidades, y que se convierte en un legítimo sentido de orgullo y de pertenencia, en la historia de una parroquia o comunidad y sus vicisitudes, en el sentido de familiaridad que nos da la alegría de ser acogidos y reconocidos en un ámbito fraterno, puede degenerar en un tipo de sectarismo que contradice el evangelio, en un sectarismo “ad intra” de la comunidad cristiana.

En cambio

Siempre, en cambio, hay alguien que pone la misma cuestión: ¿por qué no se pronuncia la Iglesia contra esta persona o contra aquel movimiento o contra aquella presunta aparición?

Generalmente son casos particulares, pero siempre se pide un pronunciamiento “contra” alguien, normalmente, por razones opuestas: unos piden parar a los que son poco ortodoxos, otros a los que son demasiado tradicionalistas.

¡Como si la fe se transmitiera a fuerza de prohibiciones y de documentos! Como si la Iglesia no estuviera ya bastante atenazada por el exceso de palabrería, con el riesgo de seguir produciendo documentos que nadie lee.

La Iglesia, gracias a Dios, no concede patentes de catolicidad, y el recurso a la excomunión es la medida extrema para muy pocos casos y extremadamente graves.

Jesús, con su bondad, es mucho más tolerante que las exigencias de muchos cristianos más papistas que el Papa.

 No es de los nuestros

En el evangelio de hoy, a los discípulos algo les roe por dentro.

En unos versículos anteriores a la escena de hoy, Marcos cuenta el papelón que habían hecho: no habían logrado liberar a un muchacho endemoniado y ahora, en cambio, un desconocido, un curandero, usa el nombre de Jesús para curar a otras personas.

Era costumbre invocar los nombres de personas importantes como Salomón, durante los rituales de curación. Jesús, era ya famoso y entraba en el grupo de los personajes a los que se podía invocar.

Juan no se queja con el Maestro diciendo ese curandero “no es discípulo tuyo” sino: “no es de los nuestros.”

Es lo mismo que pasa en la primera lectura: el Espíritu baja sobre Eldad y Medad, dos que no habían sido escogidos para formar parte del grupo de los setenta que iba a ayudar a Moisés.

Jesús, como Moisés, alienta a sus discípulos y a nosotros. Porque la abundancia del Espíritu es inmensa; para dar y tomar. Porque la Iglesia forma parte del Reino de Dios, pero no lo agota. Es decir, el Reino de Dios es mucho más que la Iglesia.

Mezquindades

Sin embargo, cuántas veces también hacemos nosotros como Juan, arrogándonos el derecho a decidir quién es cristiano y quién no. El Espíritu aletea dónde quiere, e incluso quien parece extraño a la lógica del Evangelio, alguien que “no es de los nuestros”, puede ser instrumento de la gracia de Dios. Y mucho más.

La lógica del evangelio se sale del recinto eclesiástico y contagia nuestra lógica. Nos hace encontrar en otros tipos de fe las semillas del Verbo, fragmentos de la Palabra de Dios, y estamos llamados a reconocer el valor que tienen, como han declarado tanto el Concilio Vaticano II como los últimos Papas. El único modo de superar los fundamentalismos, de todo tipo, es cultivar la verdadera fe.

También en el mundo social y político estamos invitados a superar los antagonismos para mirar juntos a lo que nos une, en vez de buscar el propio interés a costa del bien y del derecho de los otros.

Los otros

Hay también un sectarismo “ad extra” y las ganas de defenderse de un mundo que entiende y tolera cada vez menos la presencia cristiana. Tenemos que empeñarnos a fondo para conseguir una alquimia que, por una parte, subraye la identidad cristiana, que tiene su derecho de ciudadanía, pero que por otra no se convierta en un antagonismo estéril.

Una mirada optimista sobre la realidad y sobre el camino humano, una mirada como la de Jesús, nos permitirá reconocer y valorar las muchas semillas de bien y de luz que su Espíritu siembra en el corazón de los no creyentes.

No acoger las semillas que Dios esparce en el corazón de quién no sabe o dice no creer, es un escándalo grave, el peor escándalo, y sería mejor tirarse al mar con una piedra de molino al cuello, nos dice el Señor...

Si el extranjero, el extraño, el diferente recibe recompensa simplemente por un vaso de agua dado a un discípulo, ¡cuánta riqueza podemos encontrar a nuestro alrededor!

Escándalos

Pensemos ahora en nosotros. Jesús es claro y exigente: pertenecer a Él significa tener que elegir, y a veces dolorosamente.

Los exegetas nos dicen que los ejemplos del evangelio de hoy tienen que ver con el cuerpo y la sexualidad. Pero no sólo eso; quitemos también de en medio la arrogancia y el prejuicio, la mezquindad y la venganza, todo lo que nos impide entrar en el Reino de Dios.

El no hacerlo significa morir, pudrirnos, ser unos muertos vivientes, una basura arrojada a la gehena, como dice el evangelio.

La Gehena era un pequeño valle que circunda Jerusalén, maldecida por los rabinos porque allí se consumaron sacrificios humanos y estaba destinada a quemar en ella la basura. Jesús nos está diciendo: si no estamos dispuestos a arriesgar, a podar lo que estorba, a trabajar para entrar en el Reino, corremos el riesgo de convertirnos en basura...

Es exigente el evangelio de hoy. Estamos llamados a vivir. Y vivir duele.

Somos llamados a vivir con diligencia evangélica, porque es Dios quien convierte y salva el mundo. Nosotros, a lo más, lo que debemos hacer es procurar no obstaculizarlo y no estorbar... Que así sea.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.