Traducir

Buscar este blog

miércoles, 20 de enero de 2016

Anuario S.J. 2016 - LOS BANCOS DE CEREALES... UNA LUCHA SIN FIN

Anuario
El autor habla de la ardua lucha para proteger
la federación de los bancos de cereales,
nacidos entre muchas dificultades y que ahora
corren el riesgo de caer en manos
de hombres sin escrúpulos.

Nuestra región con capital en Mongo, Chad, está situada en el Sahel y por lo tanto padece crisis alimenticias endémicas debidas a la escasez de lluvias, a los ataques de los pájaros granívoros, de los saltamontes y de las cantáridas.
Óptimo terreno, pues, para los usureros, todos ellos magnates locales o grandes ganaderos, que han ido tomando lentamente como rehén a la masa de los campesinos. Para devolver los préstamos recibidos en momentos de sequía, los campesinos tienen que entregar prácticamente la totalidad de sus futuras cosechas. De este modo, ya no cultivan más para sí mismos sino para los usureros. Es sabido, de paso, que explotados y explotadores son musulmanes en un 97 por ciento y no se ve nada extraño que, cada viernes, se encuentren todos ellos para rezar en la misma mezquita. Sólo las comunidades cristianas, en la fiesta de las primeras espigas, intentaron esbozar un gesto para compartir con los menos dichosos.
En la añada agrícola de 1993-94 la Iglesia católica de la región del Guerà tuvo que intervenir contundentemente para afrontar una nueva penuria. No obstante, conscientes de que la distribución de ayuda no habría sido más que un paliativo, se pensó en una solución más radical para pasar de la eterna dependencia de las ayudas externas a una autogestión responsable. Se decidió así no dar nada gratis sino conceder préstamos de mijo, sólo mijo, reembolsables en la cosecha siguiente con un pequeño tipo de interés y así renovar las existencias en las aldeas mismas. El reembolso, en efecto, es en su totalidad para la aldea con la posibilidad de incrementarlo durante los cinco años siguientes. Sólo entonces se retirará la cantidad recibida para fundar un nuevo banco en una aldea vecina. Esto fue una novedad absoluta y la cosa empezó a funcionar aunque con muchas dificultades y no sin la oposición de los “sabios” musulmanes que blandían la prohibición de la ley islámica respecto de los préstamos con interés. ¿Y los usureros, entonces?
Gracias a un fuerte trabajo de sensibilización y a la intervención de las autoridades locales, tanto civiles como religiosas, la máquina se puso por fin en marcha y poco a poco se llegaron a crear bancos en todas las aldeas de la región, agrupadas en federación, y a hacer desaparecer la mayor parte de los usureros. Ahora, los campesinos cultivan tranquilamente sus campos disfrutando la cosecha y recurriendo al banco de cereales en caso de sequía. Ha sido una verdadera revolución cultural y social para toda la región que ha puesto a la Iglesia en la primera fila entre todos los organismos operantes en materia de autosuficiencia alimenticia. Sin entrar en más detalles, vamos a la cuestión que nos interesa ahora.

Anuario S.J. 2016 - DESCENDIMIENTO

Anuario
Ha sido colocado un nuevo retablo
en una  capilla lateral de la Iglesia del Gesù
de Roma, con ocasión del segundo centenario
de la Restauración de la Compañía.
Es obra de Safet Zec, un artista de Bosnia.

Para recordar el segundo centenario de la Restauración de la Compañía de Jesús en la Iglesia universal, que tuvo lugar por obra y gracia de Pío VII, el 7 de agosto de 1814, se ha colocado un retablo sobre el altar de la Capilla de la Pasión en la Iglesia del Gesù de Roma. De este modo, dicha capilla recobra la integridad temática del ciclo pictórico de José Valeriani y Gaspar Celio, menoscabada por la desaparición del retablo original, obra de Escipión Pulzone, robada a principios del 1800 y ahora expuesta en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Para la realización del nuevo retablo se ha recorrido un camino largo y no fácil;  en efecto, se trataba de superar las reservas existentes respecto a la oportunidad de poner una obra de arte contemporánea en un contexto histórico y después localizar a un artista que pudiera y quisiera aceptar el inevitable desafío de la comparación con lo antiguo, y que respondiese a los rigurosos criterios de los departamentos competentes en la obtención de los necesarios permisos.
La larga historia de la Iglesia del Gesù Jesús ha visto una armoniosa estratificación de obras y de estilos diferentes en una secuencia casi incesante, al menos hasta las últimas masivas intervenciones - en gran parte de restauración - de la primera mitad del siglo XIX. Y no sólo. En el magnífico ciclo pictórico de Juan Bautista Gaulli, se realizó un raro acuerdo entre la propiedad y el artista: el complejo y articulado programa iconográfico pensado por los Padres jesuitas fue magníficamente interpretado por Gaulli y de ello nació una obra maestra del barroco, junto con el arte de ilustrar y comunicar la fe católica.
Con la asistencia de la Superintendencia para los Bienes histórico- artísticos y etno-antropológicos de Roma y la Comisión diocesana de arte sacro, se persiguió el intento de revigorizar el diálogo no fácil entre la Iglesia y los artistas.
El desafío fue laborioso, en muchos aspectos arriesgado, pero también estimulante. Un encargo, en efecto, comporta para el artista el trabajo de medirse con un espacio - el definido por las exigencias del propio encargo y, otro menos laborioso, representado por el espacio físico al que está destinada la obra - en el que su creatividad puede sentirse constreñida.
El artista tuvo que interpretar el proyecto propuesto aceptando las muchas ataduras impuestas a una obra destinada a una Iglesia importante como el “Gesù” de Roma. La obra no tenía que responder a un objetivo principalmente conmemorativo, sino más bien expresar el espíritu que anima a la Compañía de Jesús y la voluntad de servicio que ella quiere realizar dondequiera que sea enviada para llevar el Evangelio. Los personajes representados fueron protagonistas en los tiempos difíciles de la Restauración de la orden y, respecto al P. Arrupe, de la renovación postconciliar. Ellos, en la acción de descender de la cruz el cuerpo del Señor, debían recordar la vocación de la Compañía, es decir servir sólo a Dios y la Iglesia bajo el estandarte de la cruz.
Visitando la vasta obra de Safet Zec pareció que él podría ser el intérprete apropiado para la empresa. La sensibilidad de este artista bosnio, hecha más aguda y vibrante por la terrible experiencia del conflicto fratricida que devastó los Balcanes y que le afectó directamente y con dureza, ha ido dando vida a obras de rara intensidad: la íntima participación en el dolor y la compasión traslucida en los abrazos, en los ojos llenos de lágrimas y de dignidad, en la mirada intensa y compartida sobre las pobres cosas de la vida cotidiana, marcadas por el tiempo. El pan partido puesto sobre un mantel blanco, aparece como memoria del calor de un comedor turbado por una tragedia temida y repentina, como invitación y promesa de una comunión reencontrada y de amistad...
Hay en la obra de Zec un silencio ansioso que hincha el alma, una pasión que crece hasta el infinito, pero que no cede a la tentación del grito liberador;  permanece más bien encerrada en el corazón y se transmite a quien acepta posar la mirada sobre un alma, que se trasluce tímida en las imágenes de una tragedia detenida sobre el lienzo o sobre el silencio de viejas fachadas de casas venecianas, magníficas y moribundas, o en bodegones que custodian la nostalgia de una casa abandonada. Una pintura, la de Zec, de alta maestría técnica y material, fuerte y vehemente y, siempre, fuera y por encima de cualquiera retórica.
En la Capilla de la Pasión se veneran los restos de S. José Pignatelli (1737 -1811), que fue un indiscutido protagonista de la Restauración de la Compañía, así como los del Siervo de Dios P. Juan Felipe Roothaan (1785-1853), segundo General de la renacida Compañía de Jesús. En la misma capilla descansa también el P. Pedro Arrupe (1907-1991), que fue Prepósito General y figura decisiva en la puesta al día de la Compañía después del Concilio Vaticano II.

Anuario S.J. 2016 - PRESENTACIÓN

Anuario

            El año 1980 los titulares de todo el mundo hablaron de una crisis de refugiados. El pueblo vietnamita escapaba de su propio país en cualquier artilugio que se mantuviera a flote. Las imágenes de aquel “boat people” quedaron impresas en muchos corazones. También en el del P. Pedro Arrupe, por entonces Superior General de la Compañía de Jesús. Él, en una carta del 14 noviembre 1980, exhortaba a los jesuitas de todo el mundo a responder a la catástrofe con estas palabras: “Esta situación es un desafío a la Compañía que no podemos ignorar si queremos seguir siendo fieles a los criterios fijados por San Ignacio, a nuestro celo apostólico y a la llamada de las recientes Congregaciones Generales 31 y 32”. Y así nació el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). El JRS se distingue de cualquier otra agencia de ayuda a refugiados por su lema: acompañar, servir y defender. Sobre esta base se ha intentado dar respuesta a otras crisis de refugiados en el mundo.
Muy significativa es la declaración que hicieron los directores del JRS en Chiang Mai (Tailandia) en 1985. “Mientras estamos siempre listos” -  leemos allí - “a ayudar a los refugiados en sus necesidades materiales y espirituales y también en preparar proyectos para una vida mejor y más independiente, buscamos sin embargo poner una particular atención en el estar con antes que en el hacer por. Queremos que nuestra presencia entre los refugiados sea un compartir, un acompañamiento, un caminar juntos en la misma senda.”
Con ocasión de los 30 años de vida del JRS, el Padre General Adolfo Nicolás ha reiterado su necesidad e importancia, subrayando en particular el valor de la hospitalidad. “La hospitalidad es un valor profundamente humano y cristiano que reconoce el clamor del otro, no porque él o ella sea un miembro de mi familia, de mi comunidad, de mi raza o de mi fe, sino simplemente porque él o ella es un ser humano que merece ser bienvenido y respetado. Es la virtud del buen samaritano, que vio en el hombre del camino, no al miembro de otra raza sino al hermano necesitado… El JRS, sirviendo a los refugiados, es la hospitalidad del Evangelio en acción” (14 noviembre 2010).
Desde que el Padre Arrupe llamó la atención de la Compañía de Jesús, el problema de los refugiados, el fenómeno de las migraciones forzadas, ha aumentado dramáticamente y se ha extendido a otras partes del planeta. Si ayer eran los frágiles barcos en el Mar de China los que llamaban la atención del mundo, hoy son las balsas o las pateras, tan frágiles, que atraviesan el Mediterráneo y que a menudo acaban en el fondo del mar con su carga humana. Y también lo son las matanzas perpetradas por grupos extremistas que provocan nuevas oleadas de refugiados.
El Anuario de este año ha querido dedicar una parte muy amplia al mundo de los refugiados, de los desplazados y de todos los que tienen que abandonar forzadamente su país a causa de la guerra, del hambre, de la persecución. Y el JRS tiene naturalmente una parte muy importante en la asistencia a estas personas que lo han perdido todo, a veces también la dignidad humana. Hoy el JRS trabaja en más que 50 países.
Pero con el JRS también hay otras realidades y organismos, siempre bajo la égida de los jesuitas, que se ocupan de los mismos problemas. En el anuario se hace referencia a algunos, como por ejemplo la Red Jesuita con Migrantes, que se ha convertido en una organización interprovincial e intersectorial extendida por 18 países de América Latina y del Caribe. Y también el Servicio Jesuita a Migrantes de España, que es de notable relevancia por su atención a los inmigrantes y por su reflexión sobre las migraciones y la sociedad.
El servicio de la Compañía a los refugiados y desplazados ha hecho, pues, un largo camino en los últimos treinta y cinco años y podemos decir con el P. Nicolás que “queríamos ser de ayuda, pero al final nos dimos cuenta de que aquellos a los que servimos nos han enseñado mucho más, transformándonos profundamente.”
El resto del Anuario es una mirada al mundo de los jesuitas y su obra en los diversos continentes. Después de una mirada a algunos aniversarios, se examinan una serie de actividades en el campo de la espiritualidad, de la educación y del compromiso social. Sólo son unos ejemplos que muestran lo diversificada que está la actividad apostólica de la Compañía de Jesús, en el intento de llegar a todos, para llevarles la buena noticia del Evangelio y dar sobre todo una señal de esperanza a los más pobres y olvidados.
Giuseppe Bellucci, S.J.
Traducción de Juan Ignacio García Velasco, S.J.