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sábado, 18 de noviembre de 2017

DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)


Primera Lectura: Prov 31,10-13.19-20.30-31
Salmo Responsorial: Salmo 127
Segunda Lectura: 1Tes, 5,1-6
Evangelio: Mt 25,14-30

Estamos a punto de despedir a Mateo en las lecturas de este año litúrgico, el publicano convertido en discípulo del Reino de Dios, al que hemos seguido en su evangelio, para encontrarnos con Marcos, discípulo de Pedro, e iniciar el recorrido del Adviento.
Pero antes de dejarlo, Mateo nos va a dejar algunas parábolas comprometidas, ya no dirigidas al auditorio inmediato de Jesús, sino a las comunidades cristianas que se inspiran en él, pero que corren el riesgo de vivir adormecidas y de no creer ya en la llegada del Señor, con su regreso en gloria.
Frente a ellas, Mateo nos dice, que estamos llamados a mantenernos despiertos y activos. Estamos llamados a hacer presente el Reino de Dios allí donde vivimos, hasta que él venga. Estamos llamados a hacer rendir los talentos que el Señor nos ha dado.

Talentos
Mateo, de modo distinto que Lucas, añade algunos matices a la parábola de los talentos, orientándola hacia la comunidad que escucha este evangelio. El talento, ya no es un regalo que hemos recibido sólo para el bien común, como se nos ocurriría pensar de inmediato, sino un regalo precioso que el Señor hace a cada uno, y que cada uno de nosotros está llamado a hacer rendir según sus capacidades, una capacidad que, por lo tanto, ya poseemos.
El dueño confía en sus siervos: no les dice cómo tienen que hacer para que el talento rinda al máximo, será la capacidad laboriosa de ellos la que los hará rendir y no, como da a entender Lucas, una cualidad intrínseca al talento; algo que se recibe, y ya está.
Un talento era un gran regalo, no lo olvidemos. Para que tengamos una idea de su magnitud, un talento correspondía a veinte años de trabajo de un obrero, por lo tanto, algo así como entre ciento cincuenta y doscientos mil euros.  Al  primer siervo se le entrega la sorprendente cifra de 1,2 millones de euros, ¡como para hacer una buena inversión!  Y así sucede: los dos primeros siervos hacen rendir los talentos, duplicando su valor.
Pero, en la interpretación de Mateo, ¿qué son los talentos? Son los dones preciosos que Jesús hace a la comunidad cristiana: la Palabra, los sacramentos, la nueva lógica del Evangelio, la comunidad de la Iglesia. Dones preciosos que nos han cambiado la vida y a los que estamos llamados a sacarles rendimiento, y no a dejarlos  hacerse rancios.
Es una tristeza ver a nuestras comunidades hacer como el tercer siervo que entierra el talento del Señor bajo un montón de prescripciones y ritos externos.

Miedos
Por eso, el tercero siervo es castigado duramente, incluso de modo exagerado.
Dios se comporta con él como él se imagina que es Dios: un ídolo vengativo, alguien que “siega donde no siembra y recoge donde non esparce”.
La persona religiosa que se imagina Dios como un monstruo horrible, tendrá una experiencia horrible de Dios, pero es un problema de su imaginación, no de Dios... Si no convertimos nuestro corazón a la novedad del evangelio, a la confianza en un Dios que nos entrega sus tesoros, confiando en nosotros, no haremos más qué llevar pesadamente adelante una idea pequeñita y desalentadora de Él.
Demasiado a menudo, por desgracia, Dios se parece todavía mucho a las proyecciones de nuestros miedos, al Dios juez severo que me controla y me hace sufrir. Ese, hermanos, lo repito una vez más: no es el Dios de Jesucristo.
Una fe que se basa en el miedo no da ningún fruto.
Ante la reacción del tercer siervo, atemorizado por su idea de Dios, el dueño replica irritado: podrías al menos haber puesto el talento en un banco para hacerlo rendir más. ¿No estará aquí hablando Mateo de la comunidad de la Iglesia, donde nuestros talentos personales se multiplican para el bien común?
El drama, en cambio, es que algunos siervos, algunos discípulos, habiendo recibido un gran tesoro, no le sacan rendimiento y obstaculizan a quienes lo harían fructificar. ¡Qué gran verdad es esta!
El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo y sí a la creatividad. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo y sí al trabajo comprometido en abrir caminos al reino de Dios.
Esta tentación de conservadurismo es más fuerte en tiempos de crisis religiosa. Es fácil entonces invocar la necesidad de controlar la ortodoxia, reforzar la disciplina y la normativa… Todo puede ser explicable…, pero ¿no es esto, con frecuencia, una manera de desvirtuar el evangelio y congelar la creatividad del Espíritu, que nos invita a vivir sin miedo?

miércoles, 1 de noviembre de 2017

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS


Primera Lectura: Rom 14, 7-9.10-12 
Salmo Responsorial: Salmo 102
Evangelio: Mt 25, 31-46


En el año 998, el monje Odilón de Cluny prescribió a todos los monasterios de su jurisdicción celebrar la memoria de todos los difuntos el día 2 de noviembre. Luego la liturgia romana, en el siglo XIV, propone la celebración de los Fieles Difuntos después de la fiesta de los Santos, para indicar una continuidad y para dar una clave de interpretación de la muerte. Necesitamos fijarnos en la alegría de los Santos para entender el misterio de la muerte, para acoger la buena noticia que Dios nos ofrece también en el momento más crucial y misterioso de nuestro recorrido terrenal.

¿Qué hacer con la muerte?
Dos de noviembre, imágenes antiguas, recuerdos de niño: los cementerios llenos de gente, las tumbas limpias, las flores, la gente que se encuentra por los caminos, el silencio, el ambiente triste. Hoy nos ponemos ante el misterio de la muerte, amigos. Misterio teórico y un poco molesto para quien - joven y lleno de fuerza - mira con suficiencia a estos rituales que percibe como lejanos y raídos, como gestos llenos de un sordo dolor para quien ha perdido a alguien querido, para quien se ha encontrado solo después de una vida hecha de hábitos consolidados.
Las personas, hoy, no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios, y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Qué hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
Hoy es un día que nos obliga a reflexionar pero que, desgraciadamente, se ve cada vez más asechado por la destructora y alienante lógica del olvido, del “mejor no pensar”, que se nos impone ante el menor atisbo de sufrimiento.