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sábado, 26 de mayo de 2018

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (Ciclo B)



Primera lectura: Dt 4, 32-34. 39-40
Salmo Responsorial: Salmo 32
Segunda lectura: Rom 8, 14-17
Evangelio: Mt 28, 16-20


Es peligroso el Espíritu. Él es capaz de convertir a los miedosos en unos intrépidos. Y a los pendencieros en pacíficos creadores de concordia.
Se podría hacer una solemne novena al Espíritu Santo, para insuflar un nuevo aliento a nuestra gente en España; aturdidos unos y pendencieros otros, partidistas unos y acomodaticios otros, y así recordarnos a todos qué es lo esencial y qué es lo folklórico.
Y además yo pediría al Espíritu sacar a patadas a la Iglesia cuando se retira en sus cómodos despachos y cenáculos, dicho sea esto con todo cariño. Y tal vez, ya que estamos en ello, sacarnos a patadas también a nosotros por nuestro conformismo. Iglesia en salida, a la que nos convoca el Papa Francisco.

Curas matemáticos
También necesitamos al Espíritu para comprender la Trinidad. Obvio. Al Espíritu, y no a unos abstrusos cálculos teológicos. Recordáis cuando éramos críos los curas de entonces intentaban explicarnos la Trinidad dibujando un triángulo equilátero y usando la imposible suma: 1+1+1=1 ¡creando un conflicto incurable entre ciencia y fe! Si a ello añadimos la connatural simpatía de los niños por las matemáticas, imaginaros el resultado...
Para afrontar el misterio de la Trinidad nos ayuda más la poesía que las matemáticas, más la música y la emoción que la teología.
¿Qué os parece imaginar esta fiesta como una zambullida en el agua, como un espectacular salto en picado en mar profundo y sereno?

Splash
Así, hoy, nos zambullimos en el misterio de Dios. Ahora y sólo ahora, después de haber recibido el Espíritu en Pentecostés, es cuando podemos hablar de Dios.
Pero ojo, no del dios que tenemos en nuestra cabeza sino del Dios que ha nos ha venido a contar Jesús; no del dios razonable e inocuo de nuestras reflexiones – modernas o antiguas -, o del dios de las modas sincretistas, tan difundidas hoy, sino del Dios escandaloso e inimaginable de Jesús;  no del dios tranquilizador y conservador de quien reduce la fe al culto y a las devociones, sino del Dios sorprendente que la Iglesia ha acogido y anuncia.
Hemos confiado en Jesús, lo hemos seguido a lo largo del año litúrgico, hemos escuchado su mensaje nuevo y fascinante, hemos visto con asombro los gestos prodigiosos de la presencia de Dios, hemos celebrado su pasión y muerte trágica, hemos acogido asombrados el anuncio de su resurrección y de su presencia. Finalmente, el domingo pasado, hemos recordado la fuerza del Espíritu, que nos permite descubrir que Jesús está vivo entre nosotros.

El Dios de Jesús
Jesús nos desvela que Dios es Trinidad. Nos dice que, si nosotros vemos “desde fuera” que Dios es único, en realidad esta unidad es fruto de la comunión del Padre con el Hijo en el Espíritu Santo.
Tan unidos que son uno; tan orientados uno hacia el otro que están totalmente unidos.