El
domingo pasado quedamos descolocados por el comportamiento del dueño de la
viña, cuando realizaba aquel gesto en apariencia injusto.
Quizás también nosotros, como los deportados
en Babilonia que se quejaban de tener que expiar la culpa de los padres, la emprendemos
en ocasiones con la lógica de Dios. Y Ezequiel, que era también prisionero de
los babilonios, los invita a ellos y a nosotros a asumir una lógica diferente: la
lógica de Dios.
Hurgando
tras una primera apariencia, descubrimos que la presunta justicia que invocaban
los obreros de la primera hora, en realidad era una rabia mal calmada que se
desahogaba contra los de la última hora, queriéndoles quitar lo esencial para
vivir.
No
hay nada que hacer: si queremos seguir de verdad al Dios de Jesucristo, tenemos
que convertir continuamente nuestra perspectiva para ampliar nuestro horizonte
y acoger un modo nuevo de ser creyentes. Un modo cuya característica principal
y absoluta no es negociable: la autenticidad.
El
que sabe leer el evangelio se queda descolocado al ver que Jesús, antes que condenar
el pecado, detesta una actitud muy difusa entre los devotos de ayer y de
hoy: la hipocresía.
Caretas
En
estos días de septiembre, en muchos sitios, son días de vendimia. Yo recuerdo, hace
ya muchos años, cuando hacía mi noviciado en Villagarcía de Campos, el olor
fuerte del mosto que empezaba a fermentar e invadía toda la casa. Los tractores
cargados de uva avanzaban cansinamente hacia la bodega donde se elaboraba el
vino. Son recuerdos…
El
hecho es que hay una relación íntima entre el viñador y la viña, hasta tal
punto que, a menudo en la Biblia, la relación entre Dios y el pueblo se expresa
con fuertes trazos a partir de la imagen de la viña.
El
hecho de que el Señor nos pida ir a trabaja a su viña es el testimonio de la intimidad
que Dios quiere entrelazar con nosotros.
En la parábola que hemos escuchado en el Evangelio, el primer hijo contesta enseguida a la llamada del padre. Pero en realidad no va a la viña. Hipocresía.
El
texto no nos dice si este hijo cambió después de idea, o si se encontró con un
amigo, o si tuvo un contratiempo, o si nunca jamás tuvo intención de ir a la
viña.
La actitud de este hijo es puramente exterior, la petición del padre no le incomoda, ni siquiera le cuestiona mínimamente. Como pasa con nuestra fe, demasiado a menudo hecha de exterioridad, de fachada, de rituales, de cumplimientos y prácticas variadas, sin verdadera conversión del corazón.