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sábado, 27 de noviembre de 2021

DOMINGO 1º DE ADVIENTO (Ciclo C)

"Levantaos, alzad la cabeza" (Lc 21, 28)

Primera Lectura: Jer 33, 14-16
Salmo Responsorial: Salmo 24
Segunda Lectura: 1 Tes 3, 12–4, 2
Evangelio: Lc 21, 25-28.34-36
   

Son las imágenes en tiempo real las que nos sacuden en profundidad. Las que andan rodando por internet, insoportables por su crudeza, tanto visual como de los profundos sentimientos de odio, violencia y venganza que anidan en el corazón humano. Como las noticias que cada mañana, antes de empezar el día, golpean de lleno en la cara al leer los periódicos nacionales e internacionales en línea.

Fotos que encuadran un cúmulo de ruinas de lo que queda de una casa destrozada por un cohete, asomando la cabeza de un niño de siete u ocho años, con el rostro acartonado en su última mirada de miedo, en medio de otros cadáveres de hombres y mujeres deshechos por la metralla. Daños colaterales, los llaman.

Y todo rodeado con explicaciones para justificar la necesidad de las intervenciones armadas, lo inevitable de tales daños -dicen-, y unos y otros alineándose en pro o en contra de éstos o aquéllos. Todos, discutiendo y acusándose; en definitiva, alimentando la violencia que critican, pero sin dar un paso por construir la paz.

 Las guerras conocidas y ocultadas, en Siria, África y en tantos otros lugares, los refugiados que huyen del horror del Estado Islámico y otras dictaduras, las caravanas de inmigrantes por doquier y los muertos en el mar, son sólo algunos de los muchos conflictos presentes en el mundo, y tantas veces olvidados porque a los poderosos no les interesa que tengan publicidad.

La pandemia parece no acabar y muchos Estados no logran alcanzar una estabilidad deseada.

En esta situación, hoy, estrenamos un nuevo Adviento.

Navidades y sangre

¿Para qué sirve la presencia de Cristo entre nosotros? ¿Para qué sirve comenzar un nuevo Adviento y prepararnos a celebrar una Navidad cada vez menos cristiana y más consumista, tratando de quitarnos de encima una crisis económica mundial y de valores que nos ha llevado por delante? ¿Para qué sirve repetir y remachar las cosas, rebuscar y rezar, si la impresión que tenemos es de estar rodeados por una muerte que no acaba?

En este triste comienzo del camino de Adviento, es Lucas el que viene en nuestro socorro. Viene para espabilarnos y animarnos.

Las imágenes que usa el evangelio y que hemos escuchado, con un vocabulario apocalíptico, de tintes fuertes y terribles, afirman, muy al contrario, una realidad más dulce y serena, cuando describe la disolución de los astros.

sábado, 20 de noviembre de 2021

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY - Domingo 34º del Tiempo Ordinario (Ciclo B)


Primera Lectura: Dn 7, 13-14
Salmo Responsorial: Salmo 92
Segunda Lectura: Ap 1, 5-8
Evangelio: Jn 18, 33-37

Nuestro año litúrgico concluye con una no celebración, aparentemente con un solemne festival que habla de reyes, que habla de triunfos, que quizás rememora con nostalgia aquel antiguo esplendor de una iglesia militante en constante conflicto con el poder mundano, a veces por un poder secretamente deseado, a veces por mutua oposición, que quizás ingenuamente imaginaba una victoria definitiva de Cristo más codiciada que realizada.

Una fiesta que quiere recordar una improbable soberanía de Cristo, un final feliz al que necesitamos mirar en el año que está pasando y relanzar el año que está por comenzar.

Pero cuando leemos el Evangelio quedamos descolocados, como de costumbre.

Poderes

Se confrontan dos poderes: por una parte, el de la Roma imperial y su representante, el procurador Poncio Pilato y, por otra, el insignificante y ridículo carpintero de Nazaret que se hace a sí mismo Dios.

El genial evangelista Juan, en la obra maestra del diálogo entre Jesús y Pilato, presenta una representación teatral muy real: Pilato se cree fuerte, cree que tiene a aquel fantoche en sus manos, lo desprecia, y en él a todos los judíos que lo obligan a usar el puño de hierro y que, como cuenta la historia, se van a convertir en el obstáculo de su carrera hacia el Senado de la urbe imperial.

Pilato se divierte, se burla de este miserable carpintero que también ha perdido el apoyo de sus superiores religiosos. Bromea, se burla, le ofrece un diálogo que parece correcto, finge justicia y equidad… pero el poder a menudo se convierte en farsa y engaño, solo se defiende a sí mismo y se opone a aquello que lo obstaculizan.

Monstruos

Así es como Daniel, en la descripción visionaria de la primera lectura, ve el mundo destrozado por cuatro bestias; un signo de las dominaciones sobre Israel que se han producido a lo largo de los siglos: el león indica el sangriento reino de Babilonia; el oso, a los medos; el leopardo, los persas; y la última bestia, la más aterradora, representa el reinado de Alejandro Magno y sus sucesores, incluido Antíoco IV, el perseguidor de los judíos piadosos en el momento en que Daniel escribe.

En el pasaje que hemos proclamado, el profeta ve la venida del hijo del hombre, un semitismo que simplemente indica al hombre, al ser humano. En Israel, las bestias ya no tendrán jamás el poder, sino, finalmente, el hombre.

¡Qué poca humanidad, incluso hoy, encontramos en los que ostentan el poder! ¡Qué poca humanidad en el poder religioso del Sanedrín y en el poder político del águila romana!

Los saduceos y los sacerdotes del templo deben pedir permiso al odiado Pilato que tiene el ius gladii, el derecho a matar, para deshacerse de aquel engorroso Nazareno.

El Sanedrín quiere matar a Jesús, pero no puede. Pilato quiere salvar a Jesús, no por justicia, sino para humillar al Sanedrín, pero no puede.

Ambos van a hacer lo que no quieren. Las componendas, el miedo, el cálculo hacen que aquellos poderes se conviertan en marionetas de sus propias ambiciones.

Pilato, durante toda la entrevista, sólo hace preguntas. No se cuestiona nada, sólo pregunta. Y no escucha las respuestas.

Tú lo dices

A lo largo de su vida pública, Jesús rechazó el título real para no crear ambigüedad sobre la naturaleza de su reino espiritual. Sin embargo, ahora que está derrotado y cerca de la muerte, acepta aquel título. Él es el rey porque está dispuesto a hacerse matar por sus súbditos.

sábado, 13 de noviembre de 2021

DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


 Primera Lectura: Dn 12, 1-3
Salmo Responsorial: Sal 15
Segunda Lectura: Heb 10, 11-14.18
Evangelio: Mc 13, 24-32


Estamos a punto de concluir el año litúrgico; dentro de poco despediremos a Marcos y su evangelio para iniciar, junto con Lucas, un nuevo recorrido en preparación de la Navidad. Pero antes, Marcos nos invita todavía a una reflexión incómoda y comprometida.

En estos tiempos en que todos estamos ocupados en sobrevivir, la Iglesia se atreve a pedirnos ir más allá, a no pararnos en una visión pequeñita y autorreferencial de nuestra vida.

Hoy la Palabra de Dios nos orienta en una dirección difícil y comprometida, nos invita a mirar hacia adelante, hacia otro lugar y con otra mirada.

Crisis

La comunidad de Marcos estaba en dificultad. Es la década de los 60 del siglo I, y ver lo que pasaba entonces nos ayuda a comprender el texto de este domingo.

- El año 61 hubo un gran terremoto en Asia Menor que destruyó doce ciudades en una sola noche

- El 63 hubo un terremoto en Pompeya y Herculano, distinto de la erupción del Vesubio el año 79.

- El 64 tuvo lugar el incendio de Roma, al parecer decidido por Nerón y del que éste culpó a los cristianos.

- El 66 se produce la rebelión de los judíos contra Roma; la guerra durará hasta el año 70 y terminará con el incendio del templo y de Jerusalén.

- El 68 hubo otro terremoto en Roma, poco antes de la muerte de Nerón.

- El 69, una profunda crisis a la muerte de Nerón, con tres emperadores en un solo año (Otón, Vitelio y Vespasiano).

 En una mentalidad apocalíptica, los terremotos, los incendios, las guerras y las disensiones son signos indiscutibles de que el fin del mundo es inminente. El imperio romano atravesaba una crisis profunda, pareciendo estar en disolución. La situación era muy parecida a la que estamos viviendo, una situación de final de un sistema, de transición de una época. Algunos exegetas incluso creen que Marcos reabrió su obra, una vez concluida, para insertar un capítulo nuevo, el decimotercero. Con él pretendía precisamente alentar a los discípulos.

El lenguaje es el habitual en tiempo de Jesús, hecho de imágenes enigmáticas y de hipérboles, no para tomarlo todo al pie de la letra sino para ser interpretado correctamente. Es un mensaje de esperanza que no quiere asustar sino alentar: caerán las estrellas, es decir los astros venerados por las religiones paganas. La pequeña fe cristiana, en cambio, está protegida por su Señor y no tiene que nada temer.

¿Qué sucederá mañana? ¿Cómo va a acabar la Historia? ¿Qué será de nosotros?

Muchas predicaciones, más bien medievales, y películas de “serie B” nos representan el fin del mundo como un delirio de llamas y destrucción, como un juicio final hecho de calima y de miedo.

Y no es así. Nosotros creemos que Cristo, resucitado y ascendido al Padre, volverá en la plenitud de los tiempos, volverá para completar su Reino; las almas de nuestros difuntos retomarán los mismos cuerpos transfigurados y renacidos, y eso será la plenitud. Entretanto – y esto es verdaderamente doloroso – nuestro simpático de Dios nos ha confiado esta frágil Iglesia, con la tarea de hacer crecer su Reino en esta tierra.

sábado, 6 de noviembre de 2021

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)

Verdadera pobreza = dar con el corazón
Primera Lectura: 1 Re 17, 10-16
Salmo Responsorial: Sal 145
Segunda Lectura: Heb 9, 24-28
Evangelio: Mc 12, 38-44


Al fin del año litúrgico y del comentario del evangelio de Marcos, vamos encadenando una serie de páginas centrales, desconcertantes y urticantes, de cosas que nos gustaría quitar de nuestro cristianismo “hecho a medida” y que, en cambio, se nos dan como perlas preciosas, como ocasión para reemprender el camino de la fe.

 La invitación de Jesús, hoy, es un inquietante latigazo que nos deja pasmados: pocas veces, en los evangelios, expresa el Señor de manera tan directa su preocupación. Los discípulos – nosotros - pueden llegar a ser como los escribas, ésta es la preocupación del Maestro. Y tenía de qué preocuparse.

Escribas

Los escribas, en un principio, eran sencillamente personas que sabían leer y escribir, y que por tanto asumían un papel importante para la transmisión de los documentos importantes. Luego, con la reforma del devoto rey Josías, unos siglos antes de Cristo, su importancia fue aumentando excesivamente, hasta llegar a ser ellos los que custodiaban la Ley, los que la interpretaban y los que juzgaban si alguien la violaba.

Jesús los señala con el dedo y los acusa sin contemplaciones y sin medias tintas.

Son vanidosos y hacen de su servicio una desmedida búsqueda de poder. Quieren vestir un uniforme para hacerse reconocer, quieren el respeto temeroso de los pobres ciudadanos, les gusta ser considerados como autoridad, están siempre presentes en los acontecimientos sociales, gozan de su posición y no perdonan la ocasión de mostrarse ostentosamente.

Pienso en la denuncia constante que el Papa Francisco hace del “carrerismo” de los clérigos dentro de la Iglesia. Buscar desaforadamente los primeros sitios, las vestimentas, los aplausos y las invitaciones oficiales, ejerce un maligno atractivo sobre muchos pastores que no se dan cuenta en qué se han convertido: en un espectáculo que aleja a tantas personas del evangelio y de la Iglesia. Son un grave contra testimonio.

Pero también en nuestro pequeño mundo podemos soñar con llegar a ser como los escribas buscando la visibilidad y el honor en lo que hacemos y decimos. Tenemos que juzgarnos de verdad a nosotros mismos con severidad.

Escribas y viudas

Los escribas devoraban los dineros de las viudas, hemos escuchado en el evangelio. Si la viudez ya representa un estado de gran dolor, de laceración interior, de trituración de los afectos, quedar viuda en tiempo de Jesús, era una verdadera tragedia.