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sábado, 2 de enero de 2021

DOMINGO 2º DE NAVIDAD (Ciclo B)


Primera Lectura: Eclo 23, 1-2.8-12
Salmo Responsorial: Sal 147
Segunda Lectura: Ef 1, 3-6.15-18
Evangelio: Jn 1, 1-18


Bueno, aquí estamos, y parece que hemos sobrevivido a la retórica navideña y la melaza pringosa que provoca algo así como una diabetes anímica, con fiestas sin referencia alguna al misterio que celebramos del nacimiento del Hijo de Dios, todo muy correcto políticamente, pero… falto de algo fundamental.

Y espero hayan sobrevivido también tantas personas que viven la Navidad como el peor día del año y que anhelan el día de Reyes como una liberación, porque así se acaban una fiestas que no soportan.

Antes de encontrarnos con los Magos que buscan respuestas a sus propias preguntas y a sus curiosidades, nos viene este extraño segundo domingo del tiempo de Navidad que, sin embargo, nos invita a volar alto. Sé bien que en estas dos semanas hemos sido invitados a celebrar un montón de fiestas y que quizás este no estamos para muchos trotes, pero sería una pena, porque nos perderíamos el prólogo del evangelio de Juan. Y no hay que dejarlo pasar de largo.

 Prólogos

Ya se sabe que habitualmente los prólogos son lo último que se escribe. Es una costumbre que se refiere al hecho de que, sólo cuando se ha escrito todo, se logra tener una visión de conjunto para contar sintéticamente al lector lo que va a leer a continuación. Así le ha pasado a Juan.

Pero, seamos honestos, se le ha ido la mano. Porque lo que hemos leído es un vuelo de águila. Una pieza de tal profundidad y complejidad que nos deja perplejos, como si alguien, muchos siglos después, tras extenuantes reflexiones y disputas teológicas, concilios y desencuentros de alto voltaje, herejías y condenas, persecuciones y partidismos, hubiera destilado una teología de la encarnación.

Sin embargo no es así. Es que Juan simplemente mira los acontecimientos con el alma. Veamos.