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sábado, 26 de febrero de 2022

DOMINGO 8º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)

Una mirada diferente


 Primera Lectura: Eclo 27, 4-7
Salmo Responsorial: Salmo 91
Segunda Lectura: 1 Cor 15, 54-58
Evangelio: Lc 6, 39-45

            Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro
para sacar la mota del ojo de tu hermano”.

Jesús nos ofrece hoy un evangelio bastante difícil, con el deseo, por su parte, de dejar que las bienaventuranzas dirijan nuestras vidas. Sin embargo, hemos de recordar, una vez más, un dato fundamental de la vida cristiana: que la vida moral es la consecuencia de un encuentro con el Señor, no de un moralismo estéril. La ley de Dios, recuerda San Pablo, es obra del Señor, no la vana obediencia de una norma externa. 

Es algo parecido a cuando vemos a un chico o una chica que se enamora: lo primero que salta a la vista es que empieza a cuidarse, se hace más ordenado, de repente se vuelve puntual: porque está enamorado. Jesús nos pide que seamos misericordiosos porque el Padre es misericordioso: nuestra acción será una consecuencia del encuentro amoroso que hayamos tenido con Dios. 

 

El pecado y la acción moral 

Mirando alrededor, seguramente nos vienen a la mente las grandes tragedias de la vida, la guerra, los asesinatos, las masacres, las aberraciones que conocemos... Y, seguramente también, nos decimos con hipocresía que, dado todo lo que pasa en el mundo, ¡no somos tan malos! No matamos, no robamos a mano armada (aunque si arañamos un poco de dinero, o defraudamos algo sin mucho daño… no pasa nada con la corrupción); somos buenos, estamos bien. 

En cambio, las Escrituras nos invitan a leer nuestras vidas apuntando siempre a lo más alto, sin compararnos con aquellos que se comportan peor, sin sentirnos pasables por ello, sino a compararnos con el sueño que Dios tiene sobre nosotros. Dios nos ve como obras maestras, como piezas únicas, como hijos suyos, todos distintos y todos queridos. Dios quiere que, como las águilas, volemos alto y, sin embargo, parecemos patos que miran con suficiencia a las gallinas... 

 

Jesús es claro: no mires la mota en el ojo del hermano porque tienes una viga en el ojo. ¡Que cierto es esto! ¡Cuánto me cuesta reconocer mis errores! ¡Qué dispuesto estoy a justificarlos y rebajarlos! Conmigo soy comprensivo y benévolo, con los errores de los demás soy despiadado y los juzgo con excesiva dureza. No exagero, ¿verdad? Escuchémonos cuando se trata de hablar de otra persona, de mis vecinos, de los compañeros de trabajo, de los hermanos de comunidad, de los dirigentes y políticos de todo tipo… Somos siempre demasiado adolescentes, atentos a protegernos por temor a que alguien nos haga daño, siempre preocupados en aparentar lo mejor de nosotros por temor a que los demás lleguen a ver lo peor nuestro. 

Seamos libres, amigos, ¡libres! Somos águilas hechas para volar, ¡batamos las alas! Dios nos da alas del águila para acoger con sinceridad lo que somos, para aprender a amar y para amar a los demás con sencillez, para saber que somos obras maestras en construcción y que, durante el trabajo en curso, uno tiene que sufrir un poco de polvo y ruido. Aprendamos a vernos a nosotros mismos y a los demás como Dios nos ve. 

sábado, 19 de febrero de 2022

DOMINGO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)



 Primera Lectura: 1 Sam 26, 2.7-9.12-13.22-23
Salmo Responsorial: Salmo 102
Segunda Lectura: 1 Cor 15, 45-4
Evangelio: Lc 6, 27-38

¿Podemos decir que vivimos las bienaventuranzas? ¿Podemos decir que no nos hemos dejado burlar por miles de profecías y tantos vendedores de humo que nos rodean y que realmente hemos buscado el tesoro en el campo?

Si no es así, ánimo, los que buscamos la felicidad entre los brazos de Dios, ¡el único que puede llenar nuestros corazones! ¡Ánimo, los que intentamos mantener encendida la llama de la esperanza en la locura de nuestras ciudades y pueblos! A los que escuchamos al Señor, él insiste, se atreve, nos provoca y nos dice: ¿En qué cosas concretas vivís las Bienaventuranzas?

Dificultades

¡Ay, Señor!, ¡qué difícil es seguirte, en todo lo que nos exiges! Sin embargo, amigos, leamos detenidamente y decidme si el Señor no está drásticamente acertado... ¿Amamos a quienes nos aman? ¡Bien! ¿Perdonamos a los que nos perdonan? ¡Estupendo! ¿Prestamos a los que nos lo devolverán? ¡Precioso! Pero, ¿qué tiene de extraordinario todo eso? ¡Es lo que todos hacen!

Tienes razón, Señor, en el fondo, nuestro cristianismo es sólo un buen sentido común bautizado, una vida tranquila pintada de Evangelio. Sí, Señor, lamentamos admitirlo, pero tienes razón: no podemos decir, cuando se nos ve, que seamos tus discípulos; al menos, no en nuestras actitudes, ni en nuestros deseos, ni en nuestro amor, ni en la dolorosa profecía de cada día. No se ve, o se ve poco, casi imperceptiblemente, y vivimos contentos con lo poco que hacemos, subrayando esos pálidos gestos que tienen algún sentimiento evangélico. En resumen, que no somos mejores que los demás, ¡pero al menos, tampoco peores! Y así nos volvemos mediocres en todo, incluso en el amor.

Apuntar alto

Jesús sueña y exige, porque nos da. Nos mira y nos pide el coraje de la paradoja, nos pide el estremecimiento de la santidad, el coraje de vivir la lógica del Evangelio: perdonar a los enemigos, amar sin esperar una respuesta a cambio, ser transparente. El Señor apunta alto, nos pide que seamos discípulos, como él, hasta el final. Jesús lo que primero que hace es amar a sus enemigos, no empieza diciendo lo que está mal o bien, él fue el primero que se entregó al escalofrío de la muerte... por amor. Jesús pide testigos entregados, no cristianos a tiempo parcial. Pide gente incendiaria del amor, no adolescentes crecidos que se estrellan en sus propios límites. Jesús quiere discípulos que se conviertan en un reflejo de la verdadera condición humana, que, de alguna manera, ilustren con su vida que es posible creer y, sobre todo, que es posible amar. 

sábado, 12 de febrero de 2022

DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)






Primera Lectura: Jer 17, 5-8
Salmo Responsorial: Salmo 1
Segunda Lectura: 1 Cor 15, 12.16-20
Evangelio: Lc 6,17.20-26

Pedro y Andrés lo dejaron todo para convertirse en pescadores de humanidad, dejaron lo que los ataba, las redes, en lugar de ordenarlas como hacemos todos los días. Creyeron en serio que Dios toma prestada la barca de nuestra vida para anunciar el Reino.

Nuestra fragilidad no es un obstáculo porque Dios no frena nuestras limitaciones; nos necesita tal como somos porque nos ama.

Pedro y Andrés conocieron a otros como ellos: a los pescadores del lago, a un fanático, a un publicano. Gente muy diversa y particular, sin nada que pudiera unirla, si no era la curiosidad de seguir a aquel Nazareno lleno de Dios.

Luego, después de unos meses de vagar en Galilea, allí mismo, en las orillas del lago, Jesús les cuenta a ellos y a nosotros cuál es el secreto de la felicidad.

Bienaventuranzas

“Bendito, bienaventurado” dice el Señor. Es decir: “serás feliz si”, “tendrás el corazón lleno si”, “estallarás de alegría si”: en fin, una auténtica revelación.

¿No es la alegría lo que buscamos más que cualquier otra cosa? ¿Es que Jesús nos va a mostrar el camino a la plenitud? En definitiva, ¿se decide Dios a desnudarse y a darnos la solución al enigma de la vida?

Pero enseguida, el entusiasmo se desvanece: bienaventurados los pobres, bienaventurados los que lloran, los perseguidos e insultados, dice el Maestro.

Pero cómo es posible ¿Jesús declara feliz a los que sufren? ¿A los que la vida apalea? ¿Acaso confirma Jesús la opinión de muchos creyentes de que la vida es sólo dolor y de que luego, quizás, pero, quién sabe, esperamos que algún día recibamos un premio? Absolutamente, no.

Jesús no alaba la condición sufriente y dolorosa, lo que dice es que esta condición puede abrirse a otra verdad.

Los perdedores, los tontos, aquellos que eligen ser sencillos, es decir, pobres de espíritu; los que eligen ser mansos en un mundo de tiburones; los que no se rinden a la injusticia crónica; los que juzgan teniendo en cuenta el corazón misericordioso de Dios, y no de la miseria de las personas; los que huyen de la duplicidad; los que, pacificados, construyen la paz a costa de pagar por ello; los que, habiéndose encontrado con Dios, no se dan por vencidos; esos son los que experimentan a Dios.

sábado, 5 de febrero de 2022

DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)


Primera Lectura: Is 6, 1-2a.3-8
Salmo Responsorial: Salmo 137
Segunda Lectura: 1 Cor 15, 1-11
Evangelio: Lc 5, 1-11

Pedro y Andrés están lavando las redes, cansados después de una noche infructuosa. En la orilla está el Nazareno hablando a una pequeña aglomeración de personas que se ha juntado para escuchar sus palabras. Para la gente del lugar, se trata de un joven enfervorizado que habla de Dios, un iluso, un exaltado charlatán, como otros tantos de la época. El humor de Pedro y Andrés es fatal: una pesca insignificante, un año horrible, con el fondo del desempleo y el fantasma del despido en el horizonte. La crisis, dicen; las reglas del mercado, según parece.

Y, encima, sólo faltaba este carpintero que se ha vuelto loco y va haciendo de profeta. Una pérdida de tiempo que no sirve para nada.

Pero Jesús, de repente, solicita la barca de Pedro que, lleno de sorpresa, acepta. Lo hace por educación, porque tiene miedo de parecer un descortés y un maleducado. Lo hace porque, en el fondo, Pedro es un cacho de pan.

El rabino Jesús

Pedro también es un hombre rudo, cabal, acostumbrado a olfatear el lago para saber cómo cambiará el tiempo, con las manos callosas y ásperas, desgastadas por las cuerdas y la madera de la pequeña barca familiar.

Pedro, ahora, escucha y sonríe dentro de sí. Está oyendo las habituales historias de los rabinos devotos y de los creyentes exaltados, palabras bonitas e inútiles, flores entre las cadenas de la cotidianidad. Las habituales prédicas que hay que aguantar para no ser tachado por los otros de ser un bruto. Cortinas de humo, como siempre.

Luego ocurre lo imprevisto: Jesús se vuelve y le sugiere hacerse a la mar.

“¡Esto ya es demasiado!”, piensa Pedro. Y, en el fondo, tiene razón: ¿qué va a saber un carpintero de la pesca? ¡Qué haga su trabajo sin estorbar a los demás! Pero acepta y se hace a la mar casi desafiando a aquel arrogante carpintero: ¡vas a ver que hoy los peces se han ido de vacaciones!

 Dios

Dios siempre nos alcanza al final de una noche infructuosa, en el momento menos místico que podamos imaginar. Dios nos alcanza al final de nuestras noches oscuras y de nuestras pesadillas; nos alcanza cuando estamos cansados y deprimidos. Sólo nos pide un gesto de confianza, en apariencia inútil, nos pide echar las redes en la parte débil de nuestra vida, nos pide no contar sólo con nuestras fuerzas, con nuestras capacidades, sino tener confianza en él.

Pedro así lo hace y sucede lo inaudito. Las redes se llenan, los peces abundan, y la barca casi se hunde. Esto es imposible, No puede ser ¿Estaremos soñando?