Primera
lectura: Dt 4, 32-34. 39-40
Salmo
Responsorial: Salmo 32
Segunda
lectura: Rom 8, 14-17
Evangelio:
Mt 28, 16-20
Es peligroso el Espíritu.
Él es capaz de convertir a los miedosos en unos intrépidos. Y a los pendencieros
en pacíficos creadores de concordia.
Se podría hacer una solemne
novena al Espíritu Santo, para insuflar un nuevo aliento a nuestra gente en
España; aturdidos unos y pendencieros otros, partidistas unos y acomodaticios
otros, y así recordarnos a todos qué es lo esencial y qué es lo folklórico.
Y además yo pediría al
Espíritu sacar a patadas a la Iglesia cuando se retira en sus cómodos despachos
y cenáculos, dicho sea esto con todo cariño. Y tal vez, ya que estamos en ello,
sacarnos a patadas también a nosotros por nuestro conformismo. Iglesia en salida, a la que nos convoca
el Papa Francisco.
Curas
matemáticos
También necesitamos al
Espíritu para comprender la Trinidad. Obvio. Al Espíritu, y no a unos abstrusos
cálculos teológicos. Recordáis cuando éramos críos los curas de entonces intentaban
explicarnos la Trinidad dibujando un triángulo equilátero y usando la imposible
suma: 1+1+1=1 ¡creando un conflicto incurable entre ciencia y fe! Si a ello
añadimos la connatural simpatía de los niños por las matemáticas, imaginaros el
resultado...
Para afrontar el misterio
de la Trinidad nos ayuda más la poesía que las matemáticas, más la música y la
emoción que la teología.
¿Qué os parece imaginar esta
fiesta como una zambullida en el agua, como un espectacular salto en picado en mar
profundo y sereno?
Splash
Así, hoy, nos zambullimos
en el misterio de Dios. Ahora y sólo ahora, después de haber recibido el
Espíritu en Pentecostés, es cuando podemos hablar de Dios.
Pero ojo, no del dios que tenemos
en nuestra cabeza sino del Dios que ha nos ha venido a contar Jesús; no del
dios razonable e inocuo de nuestras reflexiones – modernas o antiguas -, o del dios
de las modas sincretistas, tan difundidas hoy, sino del Dios escandaloso e
inimaginable de Jesús; no del dios
tranquilizador y conservador de quien reduce la fe al culto y a las devociones,
sino del Dios sorprendente que la Iglesia ha acogido y anuncia.
Hemos confiado en Jesús, lo
hemos seguido a lo largo del año litúrgico, hemos escuchado su mensaje nuevo y fascinante,
hemos visto con asombro los gestos prodigiosos de la presencia de Dios, hemos
celebrado su pasión y muerte trágica, hemos acogido asombrados el anuncio de su
resurrección y de su presencia. Finalmente, el domingo pasado, hemos recordado
la fuerza del Espíritu, que nos permite descubrir que Jesús está vivo entre
nosotros.
El
Dios de Jesús
Jesús nos desvela que Dios
es Trinidad. Nos dice que, si nosotros vemos “desde fuera” que Dios es único,
en realidad esta unidad es fruto de la comunión del Padre con el Hijo en el
Espíritu Santo.
Tan unidos que son uno; tan
orientados uno hacia el otro que están totalmente unidos.
La gran noticia de la
Trinidad es que Dios no es soledad, no es una inmutable y aséptica perfección, no
es el sumo egoísta suficiente de sí mismo, sino que es comunión, diálogo, fiesta,
familia, danza, compasión, regalo, amor, tensión de uno hacia el otro.
Sólo Jesús pudo hacernos
entrar en la morada interior de Dios (nos ha metido hasta la cocina), sólo
Jesús pudo desvelarnos la íntima alegría, el íntimo tormento de Dios: la
comunión. La íntima y común unión entre nosotros y de nosotros con Dios.
Y hoy la Escritura nos
recuerda como, a partir del pueblo de Israel, esta amistad entre el hombre y
Dios ha ido creciendo hasta llegar al regalo del Espíritu mismo de Dios en
nosotros.
Y
nosotros, ¿qué?
¿Qué significa este
descubrimiento? ¿En qué cambia esto nuestra vida diaria?
Si Dios es comunión, si
hemos sido bautizados en Él y hemos sido creados a su imagen, esta comunión nos
habita, al igual que nos habita su imagen. La bonita parábola del Génesis nos
recuerda cómo Dios se ha mirado en el espejo, sonriendo, para crear al hombre.
Pero si esto es verdad, las consecuencias son enormes.
Si no soportamos la
soledad, es porque somos imagen de Dios, y vivir aislados es inconcebible en
una lógica de comunión. Si nos jugamos nuestra vida como solitarios, no
lograremos nunca encontrar la luz interior, porque nos iremos alejando cada vez
más del proyecto por el que hemos sido creados.
El escritor
existencialista Sartre dijo: “El infierno
son los otros”. Jesús, en cambio, nos insiste: “Sed perfectos en la unidad” de unos con otros.
Hacer comunión es difícil,
pero nos es indispensable y vital. Cuanto más tendamos a la unión, y cuanto más
vayamos realizando nuestra historia, más nos meteremos en la escuela divina de
comunión, y más plenamente nos realizaremos como personas e hijos de Dios.
Recordemos que el gran
sueño de Dios, la Iglesia, está construida a imagen de la Trinidad. Nuestra
comunidad toma inspiración de Dios-Trinidad, se fija en él para entretejer
relaciones, para respetar las diversidades, para superar las dificultades.
Fijándose en nuestro modo de ser cristianos, de relacionarnos, de respetarnos,
de ser auténticos, quién esté a nuestro alrededor podrá comprender quien es Dios y, mediante nosotros,
la idea de un Dios que es Trinidad se convertirá en luz.
Nuestros buenos “curas
matemáticos” se equivocaban en la operación aritmética elegida. La suma no
sirve para entender la Trinidad, sino la multiplicación: 1 x 1 = 1 siempre. El
Padre x por el Hijo x por el Espíritu Santo es, siempre y en conjunto, un único
Dios.
Acoger el Espíritu que
alienta al Padre y a su Hijo Jesús, es acoger dentro de nosotros la presencia
invisible, callada, pero real del misterio de Dios. Cuando nos hacemos
conscientes de esta presencia continua, comienza a despertarse en nosotros una
confianza nueva en Dios.
Nuestra vida es frágil,
llena de contradicciones e incertidumbres: creyentes y no creyentes, vivimos
rodeados del misterio. Pero la presencia, también misteriosa del Espíritu en
nosotros, aunque débil, es suficiente para sostener nuestra confianza en el
Misterio último de la vida que es solo Amor.
Hermanos, he querido
acercaros un poco al verdadero Dios que Jesús ha venido a mostrarnos. Sólo una
pregunta, para acabar: ¿queremos seguir aún con nuestro viejo ídolo de un dios
tremendo y distante?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.