El programa del taller del futuro
no persigue ciertos resultados,
sino que tiene como objetivo el encuentro entre el
hombre y Dios.
En esta comunicación, la multiplicidad de
impulsos,
proyectos, preguntas y deseos encuentra un orden.
Clemens Blattert, S.J.
Traducción:
Juan Ignacio García Velasco, S.J.
“¿Cómo deberíamos organizar nuestra pastoral vocacional
hoy, para que los jóvenes se comprometan alegremente con el Evangelio de mañana?
Ésta pregunta que nos la hicimos hace dos años. Los ámbitos eclesiásticos
tradicionales de Alemania, en los que, por lo general, antes se podía encender el
entusiasmo por la vocación religiosa, han continuado desintegrándose desde los
años noventa. Ser católico ya no es algo tan común. Los jóvenes en busca de
Dios se sienten, fácilmente, diferentes de sus compañeros.
Pero, todavía hoy en día, hay jóvenes que
continúan demandando una vida feliz en relación con Dios. ¿Cómo podemos, los jesuitas,
apoyar a la generación de 18 a 30 años en la búsqueda de su vocación? ¿Qué es
lo que puede ayudarles a encontrar su camino?
No hay mejores expertos para responder a estas difíciles
preguntas que los mismos jóvenes. Les hicimos la pregunta y recibimos una
respuesta sorprendentemente simple: “Ofrézcannos un espacio donde podamos
encontrar tranquilidad. Y muéstrennos cómo escuchar la voz de Dios ".
El desbordamiento de estímulos, y las posibilidades
aparentemente infinitas de nuestros días, oscurecen cualquier idea clara que los
jóvenes puedan tener sobre lo que quieren. El exceso de ofertas los paraliza.
Sin embargo, existe un fuerte deseo de decidir por sí mismos su propia vida y
darle una orientación significativa.
La fase de la vida que va de 18 a 30 años se puede
comparar con un taller de bicicletas: allí se desmontan las ruedas, se quitan
las abolladuras y se inflan las ruedas deshinchadas. Necesitamos también un
taller para el futuro personal, para que la vida reciba un nuevo impulso. Es en
esta etapa en la que se abandona el apoyo de los padres, en la que las crisis
causan los derrapes, y en la que la falta de motivación de “aquello por lo que
vivo” te impide pedalear libremente.
Entre los mejores talleres de la vida están los Ejercicios
Espirituales. Partiendo de este principio, en diciembre de 2016 fundamos el Taller
del Futuro, “Zukunftswerkstatt SJ”,
en Frankfurt del Main. El taller está ubicado en el campus de la Universidad Sankt Georgen. En la casa de la
comunidad, en un piso separado, se dispusieron seis habitaciones para
invitados. El director, Clemens Blattert, S.J., continúa recibiendo nuevos
grupos alrededor de la gran mesa de la cocina. En la sala de meditación, los
jóvenes se abandonan a la palabra de Dios. Para la recreación, hay un vasto y
hermoso parque con un horizonte espléndido.
El programa del Taller del Futuro no persigue resultados
determinados, sino que su objetivo es el encuentro entre el hombre y Dios. En
esta comunicación, los múltiples impulsos, proyectos, preguntas y deseos, encuentran
un orden. La claridad que resulta de ello pone de manifiesto la creatividad de
los diversos proyectos de vida: como dentista entusiasta, como consultora de
gestión reflexiva, como padre fiel, como carmelita gozosa, o como jesuita
sediento de conocimiento. Algunas veces hay quienes cambian sus estudios, quienes
dejan sus trabajos o, simplemente, quienes vuelven a creer en Dios.
Hay cuatro elementos que favorecen esta dinámica
de clarificación de la vocación.
Los jóvenes quieren ser protagonistas en la
planificación de su futuro. Nosotros los ayudamos proporcionándoles las
herramientas de la espiritualidad ignaciana. Gracias a la revisión de su jornada,
los jóvenes aprenden a reconocer la guía de Dios en su vida diaria. Mediante la
meditación de las Escrituras, descubren las promesas que Dios les ofrece y cómo
la vida con Él puede tener éxito.
Con la ayuda del discernimiento de espíritus
aprenden a navegar con seguridad en su futuro, en medio de la confusión de las
voces internas y externas.
Para experimentar esto, hace falta un espacio. En un
ambiente cómodo, con una organización diaria voluntaria y ciclos de Ejercicios Espirituales
que van de 3 a 9 días, los jóvenes encuentran ese espacio libre, que aprovechan
con gratitud para realizar los Ejercicios.
El acompañamiento espiritual es otro elemento
esencial de nuestro trabajo. Los jóvenes se confrontan voluntariamente con los
adultos para, de este modo, encontrar su propia posición. Pero para ello necesitan
un “compañero de entrenamiento” que tenga tiempo, deje espacio y resista la
tentación de dar respuestas. Una ayuda para construir su identidad.
En el taller del futuro siempre se puede conocer a
otros jóvenes. Esto contrasta la sensación de que uno, siendo cristiano, es diferente.
La experiencia de no estar solos nos empuja a seguir adelante. Incluso encontrarse
con un jesuita mayor en las escaleras es una experiencia. Sin necesidad de
palabras, los jesuitas ancianos se convierten en testigos de la fidelidad de
una vida vivida con Dios. Una gran disposición para ser acompañantes en la
oración, puede ser otra de las expresiones de este estímulo mutuo. Durante toda
la duración del ciclo de ejercicios, un ex participante acompaña a uno “nuevo” en
la oración. Es la Iglesia como una comunión personal. Un beneficio para ambas
partes.
Cuando después de unos días los jóvenes vuelven a
ponerse en camino, han adquirido las herramientas con las que pueden continuar
construyendo su futuro de forma autónoma. Sus caras brillan, como cuando sales
del taller con la bicicleta que funciona bien otra vez, y van con confianza hacia
el futuro, conscientes de estar acompañados, y sobre todo de tener a Jesús como
compañero.
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