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sábado, 27 de julio de 2024

DOMINGO 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)



 Primera Lectura: 2 Re 4, 42-44
Salmo Responsorial: Salmo 144
Segunda Lectura: Ef 4, 1-6
Evangelio: Jn 6, 1-15

El Señor no pudo descansar mucho. Había mucha gente, tal vez demasiada, que lo buscaba cuando intentaba retirarse a un lugar tranquilo, y lo alcanzó. Pero no se irritó, sino que sintió compasión y, más aún, se partió y repartió, entregándose como comida.

Jesús termina sus breves vacaciones y vuelve a predicar, sin medida, entregándose a sí mismo como un regalo. Y la gente lo busca, como buscaría a cualquiera que la ayudase a soñar, a esperar, a creer.

Igual que Moisés en la montaña, Jesús habla con las palabras de Dios. Pasan las horas, la multitud sigue escuchando y no se levanta. Jesús está cansado, pero feliz, y se pregunta si, quizás, el Reino no esté ya aquí. Quizás haya llegado la hora. Quizás ahora la gente ya esté preparada para el anuncio.

Pero no, Jesús se equivoca clamorosamente.

El peor milagro

El milagro de los panes es narrado seis veces por los evangelistas; es el prodigio más llamativo, más dramático, pero es el que marca el principio del fin de Jesús, la apoteosis de la incomprensión, el delirio de una humanidad que prefiere la magia y la brujería a Cristo, el Señor. Que prefiere los prodigios y portentos a la entrega cotidiana del amor a los demás.

Juan elige intencionadamente este milagro para comenzar una compleja catequesis sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros, y cuál debe ser la actitud correcta del discípulo hacia el Maestro. Durante casi un mes vamos a ir escuchando este duro discurso sobre el Pan de vida.

Jesús, en este momento, se encuentra en un punto de inflexión. El carpintero de Nazaret que había dejado su taller, ahora se mueve con un grupo de discípulos hablando de Dios y se ha hecho famoso. El rabino Jesús consiguió en pocos meses una fama inesperada; numerosas multitudes lo siguen atraídas por sus palabras y mucho más por su reputación como un poderoso sanador. Recordad cómo Marcos, el domingo pasado, señalaba que aquel grupo no conseguía siquiera comer en paz.

En Cafarnaúm es donde se consuma la tragedia y se produce la fractura, el final de aquella brillante y nueva carrera política que muchos esperaban del Mesías. Jesús multiplica los panes… y la gente quiere hacerlo rey: ¿quién no coronaría a alguien que distribuye pan y pescado gratis? Pero Jesús no quiere ser coronado rey, sólo quiere hablar de Dios y de la lógica del regalo y la entrega del amor; no quiere recibir unos aplausos que no busca ni le gustan.

sábado, 20 de julio de 2024

DOMINGO 16º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)




Primera Lectura: Jer 23, 1-6
Salmo Responsorial: Salmo 22
Segunda Lectura: Ef 2, 13-18
Evangelio: Mc 6, 30-34
           

Los apóstoles fueron enviados a predicar la conversión, a echar demonios, a sanar el lado oscuro de las personas, y a fortalecer a los enfermos e inestables.

A pesar de todo esto, Jesús fue rechazado duramente en Nazaret, pero el rechazo no lo desalentó, sino que lo reforzó e, incluso, se atrevió a enviar a sus discípulos a evangelizar.

Los envió de dos en dos, porque la unión de los hermanos es más importante que la habilidad de cada individuo por sí solo. Y ellos fueron sin grandes recursos, compartiendo y permaneciendo con todas las personas que los acogían.

Aquellos discípulos no estaban muy preparados, ni eran muy capaces, ni siquiera eran particularmente carismáticos. Pero el resultado fue extraordinario, y así vuelven con entusiasmo, contando lo que les pasó. Vuelven felices y llenos de alegría por la efectividad del anuncio evangélico.

Como un buen padre que ama a sus hijos, el Maestro comparte la alegría de los discípulos y también ve su cansancio. Ahora es el momento de descanso, de retirarse, de dejar a la multitud para dedicar un tiempo a lo que es precisamente el núcleo de la Palabra de hoy: una forma inesperada de interpretar las vacaciones en este tiempo de verano.

Es grande Jesús, que hace que sus discípulos sean autónomos y libres. Es grande el Señor, que educa a los suyos, a nosotros, y nos hace responsables.

Ahora es tiempo de ir a descansar. El Maestro lo sabe bien. Pero no lo saben tantos otros, tal vez demasiados, que confunden las vacaciones con el olvido de todo, dando al interruptor de apagado: -OFF- (¡a veces incluso del cerebro!) y dejándose arrullar por el vacío de la nada.

Jesús descansa con sus discípulos. Ir de vacaciones con Jesús. ¡Qué fuerte!

En un lugar apartado

Y es que, sin un tiempo de desierto, de silencio e intimidad con el Señor, no es posible seguir siendo cristianos, ni preservar la fe, ni crecer como discípulos. Y cuanto más nos apremia el caos y la agitación diaria, más urgente y necesario es tomarse un tiempo de respiro.

La oración diaria, un pequeño espacio para dedicar al alma, una eucaristía festiva nos permite encontrarnos con el resucitado, recargar las baterías y nos ayuda a sobrenadar durante la semana. Pero sabemos también que la fatiga de la vida contemporánea extingue el deseo de vivir.

sábado, 13 de julio de 2024

DOMINGO 15º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


 Primera lectura: Am 7, 12-15
Salmo Responsorial: Salmo 84
Segunda lectura: Ef 1, 3-14
Evangelio: Mc 6, 7-13


El precioso tesoro del Reino de Dios está confiado a nuestras frágiles manos, como en frágiles macetas de barro. Y esto todavía suscita nuestro asombro, igual que de los conciudadanos de Jesús mostraban su asombrada incredulidad, que no reconocían en el hijo de José al mesías esperado, y el asombro del Maestro ante de la dureza de su gente y de nuestros corazones.

Igual que el profeta Amós, cada uno de nosotros hemos sido también arrancados de la cotidianidad para convertirnos en profetas y contraponernos a los profetas de la corte, como lo era Amasías, que estaba pagado para aplaudir las acciones del rey Jeroboam, aunque fueran injustas.

Igual que a sus discípulos, Jesús nos envía a todos nosotros a prepararle el camino, a anunciar el evangelio. Somos enviados para preparar la llegada del Señor, no para reemplazarlo poniéndonos en su lugar, sino a testimoniar su presencia a partir de nuestra propia experiencia cristiana.

La Iglesia es, siempre y sólo, una preparación al encuentro con Dios. La Iglesia está al total servicio del Reino, al cual acoge y realiza en todo lo que puede. El Papa Francisco, al llegar al aeropuerto de Quito en su viaje sudamericano de hace unos años, en pocas y medidas palabras sugería a todos cuál es la naturaleza propia de la Iglesia, y cómo le conviene actuar: “Nosotros, los cristianos, identificamos a Jesucristo con el sol y a la luna con la Iglesia; la luna no tiene luz propia y, si la luna se esconde del sol, se vuelve oscura; el sol es Jesucristo y, si la Iglesia se aparta o se esconde de Jesucristo, se vuelve oscura y no da testimonio. Que en estos días se nos haga más evidente a todos nosotros la cercanía del ‘sol que nace desde lo alto’, y que seamos reflejo de su luz, de su amor”.

Los cristianos no somos enviados a vender un producto, sino a anunciar y a suscitar nuestra salvación y la de todos los que nos rodean. Cuando nos vean viviendo como salvados, los hombres y mujeres que buscan respuestas y esperanza se interrogarán y nos pedirán la razón de la esperanza que está dentro de nosotros.

Comunión

Marcos, en el evangelio que hemos escuchado, pone las condiciones para el anuncio mediante una síntesis que recuerda a los discípulos cuál es el estilo con que son llamados a anunciar el Reino.

sábado, 6 de julio de 2024

DOMINGO 14º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)




Primera lectura: Ez 2, 2-5
Salmo Responsorial: Salmo 122
Segunda lectura: 2 Cor 12, 7-10
Evangelio: Mc 6, 1-6


Una vez más los profetas

Después del nacimiento de Juan Bautista, la Palabra de Dios nos invita una vez más a reconocer a los profetas.

Como Ezequiel en la primera lectura, que se encuentra en el destierro de Babilonia junto con la mayoría de los cabezas de familia de Jerusalén, ciudad arrasada por la ferocidad de Nabucodonosor.

Y su palabra descoloca porque anima a la gente a no ilusionarse: ya que no habrá ninguna vuelta a la amada patria, será mejor gozar de lo poco que se tiene. En vez de volverse al pasado y añorarlo, dice Ezequiel, hay que mirar adelante y luchar, vivir el presente tal como es, sobre todo sin miedo.

Esto vale para nuestras comunidades desorientadas y cansadas; dejemos de mirar atrás y de lamentarnos, porque éste es el tiempo y el lugar en el que Dios nos ha puesto para que florezcamos y demos fruto. Mirar al pasado sólo nos ha de valer para aprender de los errores, y el futuro está en las manos de Dios. El presente es el hoy de Dios.

¿Si Ezequiel fue capaz de profetizar en el destierro, por qué no podemos hacerlo nosotros también hoy en nuestra casa y en nuestro país?

Asombro

Todo el evangelio de hoy está lleno de asombros. Primero, el asombro de la gente de Nazaret que ve a Jesús convertido en un joven profeta, a partir de la experiencia en Cafarnaúm, la ciudad sobre el lago; y, luego, el asombro de Jesús al darse cuenta de la incredulidad de la gente.

Un asombro negativo, un dolor compartido y una incomprensión justo entre los compañeros de juegos de Jesús, en la tierra del nazareno. Precisamente, es en la sinagoga de Cafarnaúm donde deciden matarlo, y es en la sinagoga de Nazaret donde más crece la tensión.

Pero en ese momento, no son los sacerdotes y los escribas los que más se enfrentan a él. No, ahora es la gente pobre, el pueblo llano. Si aquellos estaban molestos por la libertad que Jesús se tomaba en interpretar las reglas, el pueblo estaba descolocado por la poca solemnidad de su conciudadano. Algunos, entre la muchedumbre divertida que lo escucha, tal vez habrían comprado una sólida mesa de cedro en su tienda de carpintero.

¿Qué pretende hacer ahora el hijo de María, que, sin haber estudiado en una escuela rabínica de Jerusalén y proviniendo de una familia honesta, sí, pero pobre, se le ha metido en la cabeza hacer de profeta?

Incomprensión

También nosotros, a menudo, nos escandalizamos por el hecho de que la Palabra de Dios, la Palabra de salvación, que convierte y regenera, sea confiada a las frágiles manos de unos discípulos como nosotros.