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Claudio Acquaviva (1543 - 1615) |
Según muchos historiadores
contemporáneos
Claudio Acquaviva (1543
-1615),
quinto superior general
de la Compañía de Jesús,
es considerado el
segundo legislador de la Orden
después del fundador
Ignacio de Loyola.
“Entre las cualidades con las que estaba dotado
dominó su apego muy profundo a las cosas de Dios, una cierta dulzura y suavidad
en la piedad, de la que no se desmintió nunca, a la que ningún gravamen de
ocupaciones ahogó, ni vicisitud alguna de acontecimientos turbó.” Éste es el
retrato que el jesuita y estrecho colaborador, Bernardo de Angelis, hizo del prepósito
general de la Compañía de Jesús, Claudio Acquaviva (1543 -1615).
A cuatrocientos años de la muerte del quinto General
de la Compañía de Jesús, que se cumplen el 31 enero del 2015, queda ciertamente
viva y todavía actual hoy su huella en la historia de la Orden, así como la marca
que su largo generalato (un récord imbatido de 34 años: de 1581 a 1615) supo
dar a la Compañía de Jesús, según la mayoría de los historiadores, en las
orientaciones, sobre todo reglas y disciplina interior, hasta su supresión en
1773.
Un hombre atento más a lo esencial que a la fascinación
de la apariencia, enamorado de los Padres de la Iglesia, asiduo lector de la
Sagrada Escritura y de oración constante: éste es el Acquaviva íntimo y
profundo conocedor de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que nos
narra, en una descripción casi hagiográfica,
su primer biógrafo, el jesuita Francisco Sacchini.
Pero más allá de la persona particular, del jesuita
austero y ascético, hoy todavía son muchos los interrogantes, las cuestiones
abiertas sobre su largo gobierno como general de la Compañía, sobre la huella
misionera que supo imprimir a la Orden, sobre cómo logró salvar y defender la
identidad ignaciana frente a las presiones de las cortes europeas, de Felipe II
de España, del Papado, de la Inquisición, de las injerencias de las otras Órdenes
(en particular los dominicos) en la disciplina interna de los jesuitas.
Por todo esto quizá no sea casualidad que la
mayoría de los historiadores contemporáneos, incluido Mario Fois, considere a Claudio
Acquaviva el auténtico “segundo legislador” de la Compañía de Jesús, después de
su fundador Ignacio de Loyola.
Perteneciente a una familia de la nobleza
meridional, nació en Atri el 14 septiembre de 1543; en 1567 decidió entrar en la Compañía de
Jesús, en la cual hará una rápida carrera. En 1576 es elegido provincial de Nápoles
y en 1579 es llamado a dirigir la Provincia romana de la Compañía de Jesús. Será
el Papa Gregorio XIII quien, obstaculizando la elección de un General español, favorecerá
su ascenso a Prepósito General de la Compañía. Acquaviva es elegido por los
miembros de la Congregación General IV de 1581, a la muerte del prepósito
general anterior, el belga Everardo Mercuriano. Salió elegido al primer
escrutinio con 32 votos sobre 57. La falta de unanimidad en la votación, por ser
italiano, hacía presagiar ya las dificultades de gobierno que caracterizarían su
largo generalato. Se encontró, en efecto,
con tener que regir a la Compañía en un momento de extrema tensión interior;
los años de su gobierno vieron sobre todo la multiplicación de impulsos autonomistas
(sobre todo en la catolicísima España), de las diversas Provincias que soñaban
con poder desengancharse del gobierno
central de la curia de los jesuitas de Roma y poder elegir un día, como nos
dice el anónimo autor de la Vida de Pedro
de Ribadeneira, un “generalillo propio”.