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sábado, 21 de octubre de 2023

DOMINGO 29º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)


 Primera Lectura: Is 45, 1.4-6
Salmo Responsorial: Salmo 96
Segunda Lectura: 1Tes 1, 1-5
Evangelio: Mt 22, 15-21

¿César o Dios?

“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pocas palabras de Jesús habrán sido tan citadas como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta de Nazaret, defensor de los pobres.

¡Cuántas veces esta frase de Jesús ha sido usada para justificar las más diversas tomas de posición! La han usado los gobiernos laicos para sustentar su autonomía respecto a la injerencia de la Iglesia. La ha usado la Iglesia para defender la legitimidad de la institución en el seno del Estado. Pero también la han usado los gobiernos anticlericales para justificar sus propias y discutibles acciones.

Y algún Papa también, en plan “delirio de omnipotencia”, para justificar sus propias reivindicaciones de las cosas terrenales, la política incluida.

Sin embargo, debemos tener siempre el ánimo dispuesto para tomar la Palabra de Dios tal como es, insertándola en su contexto, tratando de entender lo que el Señor quiere decirnos, en este caso, con una afirmación de Jesús que no deja de ser enigmática.

Obstáculo

La primera cosa que Mateo nos hace notar en el evangelio de hoy es que la pregunta está hecha para poner a Jesús en dificultad: es una verdadera trampa lo que se esconde tras la “inocente” pregunta de sus oponentes.

El pueblo de Israel, desde hacía casi un siglo, estaba viviendo bajo la dominación romana, unas veces más presente y opresiva, otras, como en el momento en que Jesús vivió, más discreta. Pero, tanto en una como en otra situación, cada sujeto del imperio tenía que pagar un impuesto, al menos una vez al año, y nadie quiere pagar impuestos - faltaría más - sobre todo si luego acaban en manos de un gobierno que era considerado invasor y opresor.

Lo curioso es que fuesen los herodianos y los fariseos los que hacían la pregunta. Los herodianos eran colaboradores de Herodes Antipas, el incapaz hijo de Herodes el Grande, - un rey pelele de Roma – y, por ello, aguerridos defensores de la presencia romana en Palestina. Y los fariseos, por su parte, eran, los “perushim”, los puros e impecables, que, por el contrario, consideraban la ocupación romana como una humillación. ¡Extraña pareja de viaje!

Pero, como bien sabemos, cuando hay intereses espurios o un enemigo común se dejan aparte las disidencias y los rencores. Y este enemigo, ahora, tiene una cara concreta: el “rabí” Jesús de Nazaret que hace bromas sobre el celo de los fariseos, y que no se alinea para nada con los herodianos. Un hombre libre y, por tanto, inquietante y peligroso.

La trampa está bien tejida: si Jesús rechaza pagar el impuesto, se pone contra Roma y contra los herodianos allí presentes, convirtiéndose así uno de los muchos anarquistas idealistas que por entonces entraban periódicamente en la escena judía.

Si Jesús acepta pagar los impuestos, se pone en contra del pueblo que brama contra los romanos al verse obligado a pagar un impuesto al odiado ocupante; y quedará desprestigiado ante aquellos pobres campesinos, que viven oprimidos por los tributos y a los que él ama y defiende con todas sus fuerzas.

¡Sí señor! Estos tipos plantean una pregunta bien tramada y sin escapatoria. Como canallas, no tienen precio y se merecen un aplauso.

Estilo

Jesús, no obstante, reacciona con una jugada arriesgada, con un golpe escénico que muestra una vez más de qué pasta está hecho el galileo. Pide una moneda. Los fariseos, ingenuamente, hurgan bajo la túnica y se la dan. Los puros, que no quieren contaminarse con los romanos invasores, llevan en el bolsillo una moneda con la efigie de Tiberio César. Curioso, ¿no? Puros, sí, pero cuando se trata de dinero…

Un capítulo antes, Mateo nos dice que este diálogo se desarrolla en el templo, dónde era impensable meter una moneda romana porque que violaba la prohibición judía de reproducir imágenes y que, por eso, había sido reemplazada con una moneda “neutral” para emplearla exclusivamente dentro del templo. Ellos, los puros, sin embargo, se saltan esta prohibición. Bonitos hipócritas.

En las cuestiones de principio vuelan alto y se hacen los perfectitos. En lo cotidiano, como todos, ceden a mil compromisos y componendas. Pero eso sí: jamás lo admitirán.

Allí están tan panchos. Pero Jesús no se ensaña y juega con ellos. Si la imagen de la moneda es de Tiberio hay que devolverle la moneda al César, y se acabó. También hay que devolver a Dios lo que es suyo.

Jesús no está aquí pensando en Dios y en el César de Roma como dos poderes que pueden exigir, cada uno de ellos en su campo, sus derechos a los súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (como dice el Salmo 24). ¿Qué es, entonces, lo que puede ser del César que no sea de Dios? ¿Acaso los súbditos del emperador no son también hijos e hijas de Dios?

Así que…

- Por tanto, el discípulo es un ciudadano ejemplar. Vive con los demás y comparte sus proyectos y sus fatigas, paga los impuestos, no defrauda, sigue las leyes humanas. Sin embargo, su corazón es diferente, está en otro lugar, ve las cosas desde otro nivel y con otra profundidad.

- Por tanto, existen cosas que conciernen al César y en las que no hace falta meter a Dios por medio, aunque Jesús, ante el procurador romano que lo condenará, le recuerda que todo poder humano viene de Dios para servicio del bien común.

- Por tanto, hay algo de nosotros que pertenece a Dios y que debemos restituirle. Jesús, magníficamente, permanece en equilibrio entre la tentación, tan recurrente en la Iglesia, de desinteresarse del mundo. O, al contrario, de invadirlo y colonizarlo.

Jesús, en la escena que contemplamos, no se detiene en analizar las diferentes posiciones que enfrentan en aquella sociedad a herodianos, saduceos o fariseos sobre los tributos a Roma y su significado. Si llevan la moneda del impuesto en sus bolsas, que cumplan sus obligaciones. Jesús no está al servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de Dios y su justicia.

Por eso, recuerda a los presentes algo que nadie le había preguntado, y responde: “Dad a Dios lo que es de Dios”. Es decir, no entreguéis a ningún César lo que sólo es de Dios: la vida de sus hijos e hijas, empezando por los más débiles. Como había repetido tantas veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños son sus predilectos, el reino de Dios les pertenece a ellos. Nadie ha de abusar de ellos.

No se ha de sacrificar la vida, la dignidad o la felicidad de las personas a ningún poder. Y, sin embargo, ningún poder está sacrificando hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción, que esa “dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” que, según el Papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la Tierra. Ante una situación semejante, no podemos permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de nuestra conciencia en devotas prácticas religiosas, que no comprometan nuestra vida.

Estamos llamados a mantenernos en equilibrio entre la tentación de huir piadosamente del mundo o de ser engullidos por él. Nuestra respuesta como cristianos será permanecer siempre ligados al Evangelio, siendo a la vez ciudadanos leales y justos. Demos a Dios lo que es de Dios.

Domund

Hoy celebramos el domingo mundial de la propagación de la fe, el DOMUND. El día en el que cada año se hace una colecta especial para recaudar fondos para la labor misionera de la Iglesia, una labor con muchos frentes abiertos y muchas necesidades materiales de tantos misioneros entregados, y tantos puestos de misión en los extremos más recónditos del globo en los que, gracias a ellos, la salvación de Dios alcanza a todas las gentes. Gracias a tantos hombres y mujeres entregados la Iglesia puede cumplir el mandato de Jesús: “Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a todas las gentes”.

Pero tan importante como la colecta, o más, es insistir en la oración para que Dios siga siendo la fuerza que mueva la vida y la tarea de los misioneros, que no es otra cosa que la transmisión de la fe cristiana y el ejercicio de la caridad entre los más pobres.

Pero no sólo los misioneros de vanguardia. También nosotros como discípulos del Señor estamos llamados a cultivar “la alegría del evangelio” en nuestro entorno.

 El DOMUND de este año tiene como lema “Corazones fervientes, pies en camino”, inspirado en el texto evangélico de los discípulos de Emaús. Aquellos dos hombres estaban confundidos y desilusionados, pero el encuentro con Cristo en la Palabra y en el Pan compartido encendió su entusiasmo para volverse en camino hacia Jerusalén y anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente. En la escena evangélica, percibimos la trasformación de los discípulos a cuando sus corazones arden mientras Jesús explica las Escrituras, o cuando sus ojos se abren al reconocerlo y, como culminación, sus pies se ponen en camino. Meditando sobre estos tres aspectos, que trazan el itinerario de los discípulos misioneros, podemos renovar nuestro celo por la evangelización en el mundo actual.

-        Pongámonos de nuevo en camino también nosotros, iluminados por el encuentro con el Resucitado y animados por su Espíritu.

-        Salgamos con los corazones fervientes, los ojos abiertos, los pies en camino, para invitar a todos a caminar juntos por el camino de la paz y de la salvación que Dios, en Cristo, ha dado a la humanidad.

Seamos generosos en nuestra oración y en nuestra entrega a la difusión del Evangelio.

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