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martes, 1 de marzo de 2022

MIÉRCOLES DE CENIZA 2022

 


Primera Lectura: Joel 2, 12-18

Salmo Responsorial: Salmo 50

Segunda Lectura: 2 Cor 5, 20 – 6,2

Evangelio: Mt. 6, 1-6.16-18

Ceniza

Hoy comienza la Cuaresma en la Iglesia católica latina. Son 40 días de recorrido que nos llevará hasta la celebración de la Pascua. Un tiempo en el que somos invitados a vivir en la renovación y el crecimiento personal y comunitario. ¡Tomemos en serio este tiempo de salvación! Tomar en serio no significa poner el rostro adusto y triste, cara de vinagre… sino tomar la vida en nuestras manos y revisarla junto con el Señor y a través de su mirada tierna y amorosa.

Particularmente, en este año caracterizado por la pandemia acabando y la guerra de Ucrania empezando, el Papa Francisco nos invita a vivir la Cuaresma como una llamada a hacer el bien siempre, a todos y sin cansarnos.

Mensaje

Entre otras cosas, dice el Papa en su mensaje para la Cuaresma de este año:

-          Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a).

-          No nos cansemos de hacer el bien. Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21).

-          No nos cansemos de orar. Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad. Nadie se salva solo, porque estamos todos en la misma barca en medio de las tempestades de la historia; pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte

-          No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar. 

-          No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma practiquemos la limosna, dando con alegría (cf. 2 Co 9,7). Si es verdad que toda nuestra vida es un tiempo para sembrar el bien, aprovechemos especialmente esta Cuaresma para cuidar a quienes tenemos cerca, para hacernos prójimos de aquellos hermanos y hermanas que están heridos en el camino de la vida (cf. Lc 10,25-37).

 Conversión

Convertíos a mí de todo corazón, escuchamos en la profecía de Joel (1ª lectura). Convertirse significa volver la mirada a Dios, buscarle y dejarnos encontrar por Él.

En el Evangelio de hoy, Jesús, después de haber afrontado algunos temas sensibles de la tradición oral de la Torah, apunta alto y polemiza contra la manifestación de la fe de los que eran considerados como los devotos de su tiempo. Y tiene para todos, enseñando la necedad de algunas actitudes que, desafortunadamente, todavía encontramos hoy entre quienes se dicen cristianos. ¡Sobre todo la limosna ostentosa, la caridad que acaba en los periódicos y ante las televisiones, las listas de bienhechores expuestas a la puerta de las iglesias y en orden decreciente! Todas éstas son actitudes que ofenden al evangelio. La caridad tiene que ser discreta, humilde, nunca llamativa: “que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”.

Jesús, además, se opone a la costumbre de la oración que se convierte en una manifestación devocional excesiva, en una ritualidad encerrada en sí misma, reducida a pura exterioridad y que no conduce a nada. Porque la verdadera oración es diálogo que nos lleva a la intimidad con Dios. Si alguna oración debe prevalecer es la oración personal, íntima, escondida, “porque tu Padre ve en lo secreto”, nos dice el evangelio.

Finalmente, Jesús la toma contra quien practica la ascesis y la mortificación, sobre todo haciéndosela sufrir a los demás; presumiendo de estar haciendo un sacrificio para aplacar la ira de un dios justiciero, que no tiene nada que ver con el Padre misericordioso de nuestro Señor Jesucristo.

Mejor digamos: Señor, ¿qué ayuno necesito? ¿Cuáles son las obesidades que me hacen pesado y torpe a la luz del Espíritu? ¿De qué me tengo que vaciar para que tú puedas entrar más en mí?

En resumen, leer esta página evangélica con seriedad nos ha de servir para hacer una revisión de nuestra vida que nos lleve a encontrarnos con nosotros mismos, tal como somos, con honestidad; a encontrarnos fraternalmente con los demás, y todos juntos con Dios como hijos queridos del Padre.

¡Ánimo, que es una aventura preciosa que merece la pena vivir! Que el Señor nos conceda la gracia de llegar a ser personas de oración íntima y personal. Que la ceniza que hoy recibimos sea una señal de la conversión del corazón, de un camino hacia la fe profunda e interior que alimente nuestro amor y servicio a los demás. Que así sea.

 


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