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sábado, 16 de noviembre de 2024

DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


 Primera Lectura: Dn 12, 1-3
Salmo Responsorial: Sal 15
Segunda Lectura: Heb 10, 11-14.18
Evangelio: Mc 13, 24-32


Nos acercamos al final del año litúrgico, y pronto nos despediremos del evangelista Marcos para comenzar, de la mano de Lucas, nuestra preparación para la Navidad. Pero antes, Marcos nos propone una última reflexión, quizás incómoda, pero necesaria.

En estos tiempos en que todos estamos concentrados en sobrevivir día a día, nuestra Iglesia nos exhorta a elevar la mirada, a trascender una visión limitada y egocéntrica de nuestra existencia.

La Palabra de Dios hoy nos interpela nos invita a mirar más allá, con ojos nuevos y hacia horizontes más amplios.

Una Iglesia en Crisis

La comunidad a la que Marcos dirigía su evangelio atravesaba momentos difíciles. Corría la década de los 60 del siglo I, y contemplar aquella época nos ayuda a comprender mejor el mensaje de este domingo.

Permitidme que os recuerde algunos acontecimientos de aquel tiempo:

- Un devastador terremoto en Asia Menor el año 61
- Los seísmos de Pompeya y Herculano del 63
- El terrible incendio de Roma del 64, por el que Nerón culpó a nuestros hermanos en la fe
- La rebelión judía del 66, que culminaría con la destrucción del Templo
- Nuevos terremotos en Roma el 68
- Y una profunda crisis política el 69, con tres emperadores en un solo año

Para aquellos primeros cristianos, como para muchos hoy, estos signos parecían anunciar el fin de los tiempos. El gran Imperio Romano se tambaleaba, como hoy parece tambalearse nuestro mundo. Los estudiosos de las Escrituras nos dicen que Marcos posiblemente añadió el capítulo 13 de su evangelio precisamente para fortalecer la fe de los discípulos en aquellos momentos críticos.

El lenguaje empleado es el propio de la época de Jesús: rico en símbolos y metáforas que debemos interpretar con sabiduría. No es un mensaje de temor, sino de esperanza: cuando dice que caerán las estrellas, se refiere a los falsos dioses paganos. La pequeña grey de Cristo está bajo la protección de su Señor, el Buen Pastor.

¿Qué nos deparará el mañana? ¿Cuál será el final de la Historia? Algunas interpretaciones medievales y ciertas películas modernas nos presentan el fin del mundo como un espectáculo de destrucción y terror: como un delirio de llamas y destrucción, como un juicio final hecho de calima y de miedo. Pero nuestra fe nos enseña algo muy distinto: creemos que Cristo, glorioso junto al Padre, volverá para completar su Reino. Mientras tanto -y aquí está nuestro compromiso- nuestro simpático Dios nos ha confiado esta frágil Iglesia, con la tarea de hacer crecer su Reino en esta tierra.

sábado, 9 de noviembre de 2024

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)

Verdadera pobreza = dar con el corazón
Primera Lectura: 1 Re 17, 10-16
Salmo Responsorial: Sal 145
Segunda Lectura: Heb 9, 24-28
Evangelio: Mc 12, 38-44


Al concluir este año litúrgico, mientras culminamos nuestra lectura del Evangelio según San Marcos, la liturgia nos presenta una serie de pasajes fundamentales que, aunque pueden resultarnos incómodos, son auténticas joyas para nuestra vida de fe. Son textos que quizás preferiríamos omitir de nuestro "cristianismo a la carta", pero que el Señor nos regala como oportunidades preciosas para renovar nuestro camino de fe.

El mensaje de Jesús hoy nos sacude profundamente. Pocas veces encontramos en el Evangelio una advertencia tan directa del Señor sobre el peligro que corremos los discípulos –sí, nosotros– de convertirnos en aquello que Él más criticó: los escribas. Esta preocupación del Maestro no era infundada, mis queridos hermanos.

Los escribas de ayer y de hoy

¿Quiénes eran estos escribas? Inicialmente, eran simples letrados que cumplían la importante función de transcribir documentos. Sin embargo, tras la reforma del piadoso rey Josías, su influencia creció desmesuradamente hasta convertirse en los custodios e intérpretes de la Ley, erigiéndose en jueces de quienes la transgredían.

Jesús los señala sin ambages, denunciando su vanidad y su desmedido afán de poder. Buscaban distinguirse por sus vestimentas, ansiaban el temor reverencial del pueblo, se deleitaban en su autoridad y no perdían ocasión de exhibirse en los eventos sociales.

No puedo dejar de recordar las frecuentes advertencias de nuestro Santo Padre Francisco contra el "carrerismo" dentro de la Iglesia. La búsqueda desenfrenada de posiciones, honores y reconocimientos sigue siendo una tentación que puede convertir a los pastores en un antitestimonio que aleja a las personas del Evangelio.

Y no nos engañemos, amados hermanos: esta tentación no es exclusiva del clero. En nuestros pequeños ámbitos, todos podemos caer en la trampa de buscar visibilidad y reconocimiento. Debemos examinarnos con sinceridad y rigor.

Las viudas ejemplares

El Evangelio nos presenta un contraste sobrecogedor: mientras los escribas "devoran los bienes de las viudas", son precisamente ellas, las más vulnerables de la sociedad, quienes protagonizan la Palabra de Dios hoy.

Recordemos: ser viuda en tiempos de Jesús significaba enfrentar una tragedia vital. Sin protección social ni apoyo familiar, muchas se veían forzadas a mendigar o incluso a prostituirse para sobrevivir. Eran las últimas, las despreciadas.

sábado, 2 de noviembre de 2024

DOMINGO 31º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)




Primera Lectura: Dt 6, 2-6
Salmo Responsorial: Salmo 17
Segunda Lectura: Heb 7, 23-28
Evangelio: Mc 12, 28-34

Somos ciegos y mendigos. Podemos pasar el tiempo en los márgenes de la historia resignándonos o lamentándonos, como Bartimeo, gritando nuestro dolor, sin consuelo. “Pierdes el tiempo”, nos dice el mundo que nos rodea. En cambio, el Nazareno oye nuestro grito y nos manda a llamar. Sanados en lo profundo, iluminamos nuestra vida oscura, seguimos a Jesús por el camino y les decimos a los otros mendigos: “Ánimo, levántate, el Señor te llama”.

Esta es la Iglesia: un pueblo de ex ciegos, pero aún mendigantes, no prepotentes morales y doctrinarios que miran a los hijos de Dios por encima del hombro. Mendigos que se regocijan cuando comunican a cada persona el rostro compasivo de Dios.

¡Y cuánta luz necesitamos, una y otra vez, para comprender en profundidad la estupenda página del evangelio de hoy! Sobre todo en estos días de sufrimiento para tantos compatriotas y de duelo nacional por la catástrofe ocurrida.

Catecismo

¿Qué es lo más importante de la vida y de la fe? La pregunta del escriba es, después de todo, la única pregunta real que merece la pena formular y responder, la única.

La pregunta, para nuestro entusiasta amigo, trataba de desenredar una densa red de prohibiciones y trampas - más de seiscientas - que un israelita piadoso estaba llamado a vivir cada día. Para Jesús, sin embargo, la pregunta se convierte en una oportunidad de ir a lo esencial, de llegar a superar el síndrome de respuesta correcta del catecismo, para llegar a cuál es el significado de la vida para mí.

¿Para qué vale la pena vivir? Esta pregunta que todos llevamos en nuestros corazones y que, tarde o temprano, necesita una respuesta.