"No son de los nuestros" |
"Entre vosotros no será así"
El domingo pasado, el Señor nos recordaba cómo
deben ser nuestras relaciones como cristianos, muy diferentes de la lógica del
mundo. Mientras que en el mundo se ambiciona el éxito a costa de los demás,
entre nosotros, cristianos, debe reinar una lógica distinta.
Es evangélico anteponer las buenas relaciones
entre las personas a cualquier otra cosa, servir a los hermanos con verdad y
humildad, y reconocer que a veces el sufrimiento se convierte en un instrumento
para testimoniar la medida del amor.
"Ese no es de los nuestros"
¡Cuántas veces oímos esta frase en diversos
ámbitos del partidismo político, o acerca de la espinosa cuestión de la
inmigración o de los refugiados, tan candente últimamente... y,
desgraciadamente, cuántas veces se oye decir lo mismo también en las comunidades
de los discípulos del Señor! Cuánto sufrimiento provoca el remarcar las
diferencias sociales, culturales o ideológicas. Vemos ejemplos de esto en la
falta de aceptación de personas de diferentes tradiciones, en la sospecha hacia
los extranjeros, en vecinos ignorados porque son partidarios de ideas políticas
distintas o alejadas de las mías; personas con orientación sexual diferente
señaladas y agredidas violentamente.
En el mundo globalizado, sentimos la necesidad de
distinguirnos, de ser reconocibles. Esta legítima necesidad de pertenencia
puede degenerar en un sectarismo que contradice el Evangelio.
En cambio
Siempre hay quienes piden que la Iglesia se
pronuncie contra alguien o algo. Pero la fe no se transmite a fuerza de
prohibiciones y documentos. La Iglesia, gracias a Dios, no concede patentes de
catolicidad, y la excomunión es una medida extrema para casos muy graves.
Jesús, con su bondad, es mucho más tolerante que
las exigencias de muchos cristianos que se sienten más papistas que el Papa.
No es de los nuestros
En el Evangelio de hoy, los discípulos se quejan
de alguien que usa el nombre de Jesús para curar, pero que "no es de los
nuestros". Es similar a lo que ocurre en la primera lectura con Eldad y
Medad, que reciben el Espíritu sin haber sido escogidos.
Jesús, como Moisés, alienta a sus discípulos y a
nosotros. La abundancia del Espíritu es inmensa. El Reino de Dios es mucho más
que la Iglesia.
Mezquindades
Sin embargo, cuántas veces nos arrogamos el derecho a decidir quién es cristiano y quién no. El Espíritu sopla donde quiere, e incluso quien parece ajeno a la lógica del Evangelio puede ser instrumento de la gracia de Dios.
La lógica del Evangelio nos hace encontrar en
otras creencias las “semillas del Verbo”, como han declarado el Concilio
Vaticano II y los últimos Papas. El único modo de superar los fundamentalismos
de todo tipo es cultivar la verdadera fe.
También en el ámbito social y político estamos
invitados a superar los antagonismos para mirar juntos lo que nos une, en vez
de buscar el propio interés a costa del bien común.
Los otros
Debemos esforzarnos por lograr un equilibrio que
subraye la identidad cristiana sin caer en un antagonismo estéril. Una mirada
optimista, como la de Jesús, nos permitirá reconocer y valorar las semillas de
bien que su Espíritu siembra en el corazón de los no creyentes.
No acoger estas semillas es un escándalo grave,
nos dice el Señor. Si el extranjero recibe recompensa por un simple vaso de
agua dado a un discípulo, ¡cuánta riqueza no podremos encontrar a nuestro
alrededor!
Escándalos
Jesús es claro y exigente: pertenecer a Él implica
tener que elegir, a veces dolorosamente. Los exegetas nos dicen que los
ejemplos del Evangelio de hoy se relacionan con el cuerpo y la sexualidad, pero
también nos llaman a eliminar la arrogancia, el prejuicio, la mezquindad y la
venganza, todo lo que nos impide entrar en el Reino de Dios.
No hacerlo significa morir espiritualmente,
convertirnos en "muertos vivientes", como la basura arrojada a la
Gehena (un pequeño valle que circunda Jerusalén, maldecida por los rabinos
porque allí se consumaron sacrificios humanos). Jesús nos advierte: si no
estamos dispuestos a arriesgar, a podar lo que estorba, a trabajar para entrar
en el Reino, corremos el riesgo de convertirnos en desecho espiritual.
El Evangelio de hoy es exigente. Estamos llamados
a vivir, y vivir duele. Somos llamados a vivir con diligencia evangélica,
reconociendo que es Dios quien convierte y salva el mundo. Nosotros, a lo sumo,
debemos procurar no obstaculizarlo.
Que el Señor nos dé la gracia de acoger su Palabra
y ponerla en práctica en nuestras vidas. Que así sea.
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