Pregón Pacual
Lecturas del Antiguo Testamento:
(Gn 1,1-31; 2,1-2. Ex 14,15 - 15,1. Is 55, 1-11. Ez 36, 16-28)
Segunda Lectura: Rom 6, 3-11
Salmo Responsorial: Salmo 117
¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
Evangelio: Mt 28, 1-10
Seguimos
buscando al crucificado. Pensamos que, de verdad, Dios quiere estar embalsamado.
Nos creemos, y acabamos por conseguirlo, adecuar nuestra vida y nuestra
pastoral a la trágica lógica del embalsamamiento.
Como
si Dios quisiera ser venerado como una momia; o custodiado en un mausoleo.
Piadosa
y devota es la fe de las mujeres que, el día siguiente del sábado, van a
completar lo que no han logrado hacer durante aquel trágico viernes.
Buscan
a su Maestro, que ha sido dramáticamente atropellado por los acontecimientos. Lo
buscan con desesperación y con resignación.
Quieren
devolverle una apariencia de dignidad a aquel hombre que han querido y seguido.
Que las ha querido e instruido.
Ilusas.
El Señor está ya en otro lugar. Ha resucitado.
Huir del sepulcro
Tienen
que alejarse del sepulcro. No es cosa de velarlo. Han de ir a otro lugar, donde
el Señor las espera. El Nazareno ha resucitado. ¡No ha sido reanimado, ni
reencarnado!, sino que, espléndidamente, ha resucitado.
No
sabemos muy bien lo que significa haber resucitado, pues nadie ha resucitado nunca
como él. Lázaro volvió a la vida, pero murió de nuevo.
Jesús
no. Está espléndidamente vivo y para siempre. No es un fantasma, ni un ectoplasma.
Es
él mismo, que se deja reconocer a través de signos, come con sus asombrados discípulos.
Jesús ha resucitado, hermanos, tanto si nos damos cuenta de ello como sino;
tanto si lo creemos como si no.
Ha
resucitado, y todo cambia; ha resucitado, y cada cosa asume una luz diferente. Ha
resucitado, y el Nazareno ya no es sólo un gran hombre, un rabino, o un
profeta. Es mucho más.
Terremotos
Mateo,
en su relato, habla de dos terremotos: uno en la crucifixión y otro en la
resurrección. Son los terremotos interiores, obviamente, que el discípulo
experimenta cuando ve la medida del amor de Dios que muere, derrotado, para mostrarnos
cuanto nos ama.
Terremoto
que estamos llamados a vivir cuando descubrimos que el Maestro está vivo y que podemos
encontrarlo.
Y,
ante la resurrección, podemos ser o mujeres, o guardias.
Mujeres: es decir, discípulos que quieren al Maestro, y lo
siguen, que lo localizan en los pliegues de la misma vida, en los pliegues de
la historia. Discípulos frágiles e incapaces de quitar las muchas piedras que
cierran el sepulcro. Piedras interiores, dramas del pasado, errores cometidos
en la vida. Todo aquello que nos impide vivir como resucitados.
Y
es el ángel del Señor quien vuelca la piedra y se sienta encima. ¡Suma ironía!
Guardias: es decir, gente pagada (como Judas, ¡de nuevo el
dinero!) para mentir, para negar la evidencia, para no meterse en líos. Para ellos
la resurrección es una dificultad, un obstáculo, un problema. Lo mismo que para
nuestra civilización occidental, despistada y feroz, arrogante y decadente, que
niega la evidencia, que escarnece la fe, que se olvida de sí misma y de sus raíces.
Conversiones
Feliz
Pascua, discípulos del resucitado. Feliz Pascua, los que habéis superado la
cruz y que sembráis esperanza y luz en vuestro entorno. Feliz Pascua también a los
que se han quedado clavados en el Gólgota, como Tomás o como Pedro. Todavía tendremos
tiempo para convertirnos a la alegría, después de que nos convirtamos a la
lógica de un Dios que muere por amor.
Feliz
Pascua, porque si Jesús ha resucitado tendremos que buscar las cosas de allá
arriba. Hay que dejar deprisa el sepulcro, porque la muerte no ha logrado
custodiar la fuerza inmensa de la vida de Dios.
Cuéntatelo
y repítelo que Jesús está vivo, porque pocos lo saben. Incluso los cristianos parecen
haberlo olvidado.
Y,
sin embargo, toda nuestra fe está en aquella tumba.
Lo
sé bien, es un momento difícil para nuestra pendenciera, acomplejada y mezquina España. Precisamente por eso tenemos
que resucitar.
Y
no me vengáis diciendo que no somos capaces, que nadie nos escucha. ¡Jesús, tan
simpático él, confió el mensaje más precioso de la historia de la humanidad a unas
mujeres, que en aquel tiempo no tenían derecho a hablar en público!
Ánimo,
pues. Vivamos resucitados, busquemos las cosas de arriba.
Sepulcros
Y
si todavía dudáis, daros una vuelta por Jerusalén, por uno de los sitios más
feos de la cristiandad: una basílica sucia y caótica en que la prevalecen los
gritos y enfrentamientos de los devotos. En aquella basílica del Santo Sepulcro
se conserva una tumba absolutamente vacía.
Durante
milenios, millares de hombres y mujeres han desafiado a la muerte para ir a visitar
aquella tumba vacía. Clamorosamente vacía.
Es
ridículo, pero es así: generalmente las personas hacen viajes para venerar un
mausoleo que custodia los restos de algún gran político, o de un cantante, u de
una persona espiritual.
Los
cristianos, en cambio, van a visitar una tumba vacía.
Porque la tumba vacía nos dice que la muerte no ha
vencido. Que la muerte ya no vence nunca. ¡Jamás! Porque el Señor ha
resucitado.
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