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sábado, 19 de agosto de 2023

DOMINGO 20º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)



Primera Lectura: Is 56, 1.6-7
Salmo Responsorial: Salmo 66
Segunda Lectura: Rom 11, 13-15.29-32
Evangelio: Mt 15, 21-28

Extranjeros que molestan

El extranjero nos perturba, nos molesta, nos preocupa. Cualquier extranjero. Tiene costumbres diferentes de las nuestras, habla una lengua diferente, muchas veces incomprensible, no conocemos su cultura ni sus costumbres.

Por supuesto: el concepto de "extranjero", hoy en día, ha cambiado definitivamente. Hasta mediados del siglo pasado, un extranjero era alguien que venía del valle de al lado. Luego lo fue el que venía de otras partes de España. Luego de algún un país europeo vecino. Hoy podemos encontrar por la calle a cualquier ciudadano de cualquier país del mundo.

Frente al extranjero podemos hacer el esfuerzo de la identificación y del compartir o el de la confrontación y de la cerrazón. Como Israel.

Granada

Israel se consideraba un pueblo elegido, escogido por Dios entre otros pueblos para revelar al mundo el verdadero rostro de Dios.

Los rabinos contaban la historieta de un jardín de árboles que no habían dado fruto. El amo sólo encontró una granada, pero era tan dulce que decidió salvar todos los árboles.

Esta peculiaridad del pueblo de Israel, al menos en los primeros siglos, se había convertido en una cerrazón obsesiva, de tal modo que no era posible ninguna alianza con otros pueblos, no se permitían los matrimonios mixtos para no contaminarse.

Fue el exilio en Babilonia lo que cambió la perspectiva: los judíos prisioneros en aquella tierra vieron que los paganos también tenían valores morales y que sus creencias religiosas llevaban en sí algo positivo que incluso acabó influyendo en la evolución de la fe judía.

El profeta que encontramos hoy en la primera lectura, el tercero de los escribas del libro de Isaías, es uno de los que superó aquella estrechez de miras del pueblo y profetizó que todo pagano tendrá acceso al templo.

En tiempos de Jesús, la situación era parecida: por un lado, en Israel dominaba una sociedad mestiza; por otro había fuertes impulsos conservadores que atrincheraban la fe judía en posiciones defensivas. Como hoy…

Los primeros cristianos tuvieron que luchar mucho para comprender cuál era la voluntad de Jesús: ¿dirigirse sólo a las ovejas de Israel, como había hecho él mismo, o abrirse a los gentiles, como parecían indicar una serie de actitudes del mismo Jesús?

La confrontación fue muy amarga, pero, gracias al Espíritu, a la obstinación de san Pablo y al sentido común, se comprendió que el cristianismo se dirigía a toda la humanidad. ¡Gracias a Dios!

Maleducado Jesús

En este contexto leemos hoy un evangelio embarazoso en el que Jesús trata con dureza a una mujer cananea, no sólo extranjera, sino perteneciente a uno de los pueblos históricamente hostiles a los judíos. Jesús se muestra desagradable en su negativa, insultante: primero no se dirige a ella, luego dice que sólo ha venido para el pueblo de Israel, finalmente apostrofa a la mujer con el despectivo título de "perra".

¿Es Jesús un maleducado? ¿Un lunático que no quiere ser molestado?

Sin embargo, ante la respuesta de la mujer cananea, Jesús se derrite, ¡le hace un cumplido que nunca había hecho a una israelita! Su fe es grande, grande porque ha superado la prueba.

Conversiones

Ella, la mujer cananea, es como nosotros.

Ella no es discípula, no le importa mucho quién es Jesús, ni lo que hace, ni de qué habla. Ella tiene un problema grave y dicen que Jesús podría resolverlo. ¿Qué más se necesita?

Ella insiste, como se hace con las deidades, o con los gurús, y se presenta respetuosa y almibarada, para suavizar y convencer.

Igual que hacemos nosotros cuando, tibios e insensibles, nos enfrentamos a un problema grave e inmediatamente nos volvemos muy fervorosos. Esparciendo rosarios, prometiendo peregrinaciones, encendiendo velas, queremos convencer a la divinidad distraída para que se ocupe de nosotros.

Y es ahí, precisamente en ese momento, cuando Dios se calla.

¿Por qué habría de ocuparse de nosotros? Primero deberá ocuparse de sus hijos. De sus discípulos.

La provocación de Jesús es una bofetada en toda regla a la mujer cananea. ¿Y qué hace ella? Porque nosotros nos hubiéramos ofendido, nos habríamos marchado blasfemando y maldiciendo a aquel profeta arrogante. La mujer, en cambio, no: reflexiona.

Tiene razón, por supuesto. Es muy de perro pedir un favor sin presentarse de frente. Tiene razón el amo. Pero a veces hasta los perros pueden lamer las migajas que caen de la mesa de sus hijos.

Ahora es cuando Jesús sonríe, porque esta mujer ha entendido.

La Palabra de hoy nos enseña que Dios quiere hijos, discípulos, no devotos que sólo acuden a él cuando tienen problemas. Nuestro Dios no es un gurú poderoso al que hay que seducir, sino un pastor que sabe adónde llevarnos.

Y, además, hoy la Palabra nos cura de las derivas xenófobas que se ciernen sobre nuestra Europa y nuestra España y vuelve a poner las cosas en su sitio. Las migraciones son un problema que no es fácil de abordar, desde luego, pero que sin embargo hay que debatir desde la perspectiva de la Escritura, porque todos somos extranjeros ante Dios. “Todos fuisteis esclavos en Egipto…” (Dt 24, 18)

Y quién sabe si nuestro testimonio de fidelidad y paciencia, como el de Israel y como el de Jesús, no se convertirá para nuestro hermano no creyente en un estímulo a la reflexión y a la aceptación del Maestro que cambió nuestros corazones.

 

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