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sábado, 30 de noviembre de 2024

DOMINGO 1º DE ADVIENTO (Ciclo C)

"Levantaos, alzad la cabeza" (Lc 21, 28)

Primera Lectura: Jer 33, 14-16
Salmo Responsorial: Salmo 24
Segunda Lectura: 1 Tes 3, 12–4, 2
Evangelio: Lc 21, 25-28.34-36
   

Son las imágenes en tiempo real las que nos sacuden en profundidad. Las que andan rodando por internet, insoportables por su crudeza, tanto visual como de los profundos sentimientos de odio, violencia y venganza que anidan en el corazón humano. Como las noticias que cada mañana, antes de empezar el día, golpean de lleno en la cara al leer los periódicos nacionales e internacionales en línea.

Fotos que encuadran un cúmulo de ruinas de lo que queda de una casa destrozada por un cohete, asomando la cabeza de un niño de siete u ocho años, con el rostro acartonado en su última mirada de miedo, en medio de otros cadáveres de hombres y mujeres deshechos por la metralla. Daños colaterales, los llaman.

Y todo rodeado con explicaciones para justificar la necesidad de las intervenciones armadas, lo inevitable de tales daños -dicen-, y unos y otros alineándose en pro o en contra de éstos o aquéllos. Todos, discutiendo y acusándose; en definitiva, alimentando la violencia que critican, pero sin dar un paso por construir la paz.

 Las guerras conocidas y ocultadas, en Siria, África y en tantos otros lugares, los refugiados que huyen del horror del Estado Islámico y otras dictaduras, las caravanas de inmigrantes por doquier y los muertos en el mar, son sólo algunos de los muchos conflictos presentes en el mundo, y tantas veces olvidados porque a los poderosos no les interesa que tengan publicidad.

En esta situación, hoy, estrenamos un nuevo Adviento.

Navidades y sangre

¿Para qué sirve la presencia de Cristo entre nosotros? ¿Para qué sirve comenzar un nuevo Adviento y prepararnos a celebrar una Navidad cada vez menos cristiana y más consumista, tratando de quitarnos de encima una crisis económica mundial y de valores que nos está llevado por delante? ¿Para qué sirve repetir y remachar las cosas, rebuscar y rezar, si la impresión que tenemos es de estar rodeados por una muerte que no acaba?

sábado, 23 de noviembre de 2024

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (Ciclo B)


Primera Lectura: Dn 7, 13-14
Salmo Responsorial: Salmo 92
Segunda Lectura: Ap 1, 5-8
Evangelio: Jn 18, 33-37

Hoy, al concluir nuestro año litúrgico, nos encontramos ante una celebración paradójica. Podríamos esperar un gran festival que proclame la realeza de Cristo con pompa y esplendor, quizás añorando aquellos tiempos en que la Iglesia se erguía frente al poder temporal, a veces por anhelo de autoridad, a veces por confrontación necesaria. Podríamos buscar una celebración triunfal que coronara nuestro año con la victoria definitiva de Cristo, más anhelada que comprendida.

Sin embargo, como tantas veces ocurre, el Evangelio nos desconcierta y nos invita a una reflexión más profunda.

Poderes

En la escena que contemplamos hoy, se enfrentan dos concepciones del poder: por un lado, la majestuosidad del Imperio Romano representada por Poncio Pilato; por otro, la aparente insignificancia de un carpintero de Nazaret. San Juan, con su profunda sabiduría teológica, nos presenta un diálogo magistral donde Pilato, creyéndose poderoso, desprecia a quien tiene delante. No ve más que a un judío más, uno de tantos que obstaculizan su ambición de alcanzar las más altas esferas del poder imperial.

Monstruos

La primera lectura del profeta Daniel nos ayuda a comprender esta dinámica del poder mundano. Las cuatro bestias que describe son signo de las dominaciones que Israel sufrió a lo largo de los siglos: - el león de Babilonia, el oso de los medos, el leopardo de los persas y aquella bestia terrible que representa el imperio de Alejandro y sus sucesores. Son los poderes que han oprimido al pueblo de Dios.

Pero ved, hermanos, cómo el profeta anuncia la venida del Hijo del hombre, que en el lenguaje semítico simplemente significa "el ser humano". ¡Qué contraste! Frente a las bestias del poder, la simple humanidad.

¡Qué poca humanidad, incluso hoy, encontramos en los que ostentan el poder! ¡Qué poca humanidad en el poder religioso del Sanedrín y en el poder político del águila romana!

Los saduceos y los sacerdotes del templo deben pedir permiso al odiado Pilato que tiene el ius gladii, el derecho a matar, para deshacerse de aquel engorroso Nazareno.

El Sanedrín quiere matar a Jesús, pero no puede. Pilato quiere salvar a Jesús, no por justicia, sino para humillar al Sanedrín, pero no puede.

Ambos van a hacer lo que no quieren. Las componendas, el miedo, el cálculo hacen que aquellos poderes se conviertan en marionetas de sus propias ambiciones.

Pilato, durante toda la entrevista, sólo hace preguntas. No se cuestiona nada, sólo pregunta. Y no escucha las respuestas.

Tú lo dices

“¿Tú eres rey?”; - “Tú lo dices” responde Jesús a Pilato.

sábado, 16 de noviembre de 2024

DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


 Primera Lectura: Dn 12, 1-3
Salmo Responsorial: Sal 15
Segunda Lectura: Heb 10, 11-14.18
Evangelio: Mc 13, 24-32


Nos acercamos al final del año litúrgico, y pronto nos despediremos del evangelista Marcos para comenzar, de la mano de Lucas, nuestra preparación para la Navidad. Pero antes, Marcos nos propone una última reflexión, quizás incómoda, pero necesaria.

En estos tiempos en que todos estamos concentrados en sobrevivir día a día, nuestra Iglesia nos exhorta a elevar la mirada, a trascender una visión limitada y egocéntrica de nuestra existencia.

La Palabra de Dios hoy nos interpela nos invita a mirar más allá, con ojos nuevos y hacia horizontes más amplios.

Una Iglesia en Crisis

La comunidad a la que Marcos dirigía su evangelio atravesaba momentos difíciles. Corría la década de los 60 del siglo I, y contemplar aquella época nos ayuda a comprender mejor el mensaje de este domingo.

Permitidme que os recuerde algunos acontecimientos de aquel tiempo:

- Un devastador terremoto en Asia Menor el año 61
- Los seísmos de Pompeya y Herculano del 63
- El terrible incendio de Roma del 64, por el que Nerón culpó a nuestros hermanos en la fe
- La rebelión judía del 66, que culminaría con la destrucción del Templo
- Nuevos terremotos en Roma el 68
- Y una profunda crisis política el 69, con tres emperadores en un solo año

Para aquellos primeros cristianos, como para muchos hoy, estos signos parecían anunciar el fin de los tiempos. El gran Imperio Romano se tambaleaba, como hoy parece tambalearse nuestro mundo. Los estudiosos de las Escrituras nos dicen que Marcos posiblemente añadió el capítulo 13 de su evangelio precisamente para fortalecer la fe de los discípulos en aquellos momentos críticos.

El lenguaje empleado es el propio de la época de Jesús: rico en símbolos y metáforas que debemos interpretar con sabiduría. No es un mensaje de temor, sino de esperanza: cuando dice que caerán las estrellas, se refiere a los falsos dioses paganos. La pequeña grey de Cristo está bajo la protección de su Señor, el Buen Pastor.

¿Qué nos deparará el mañana? ¿Cuál será el final de la Historia? Algunas interpretaciones medievales y ciertas películas modernas nos presentan el fin del mundo como un espectáculo de destrucción y terror: como un delirio de llamas y destrucción, como un juicio final hecho de calima y de miedo. Pero nuestra fe nos enseña algo muy distinto: creemos que Cristo, glorioso junto al Padre, volverá para completar su Reino. Mientras tanto -y aquí está nuestro compromiso- nuestro simpático Dios nos ha confiado esta frágil Iglesia, con la tarea de hacer crecer su Reino en esta tierra.

sábado, 9 de noviembre de 2024

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)

Verdadera pobreza = dar con el corazón
Primera Lectura: 1 Re 17, 10-16
Salmo Responsorial: Sal 145
Segunda Lectura: Heb 9, 24-28
Evangelio: Mc 12, 38-44


Al concluir este año litúrgico, mientras culminamos nuestra lectura del Evangelio según San Marcos, la liturgia nos presenta una serie de pasajes fundamentales que, aunque pueden resultarnos incómodos, son auténticas joyas para nuestra vida de fe. Son textos que quizás preferiríamos omitir de nuestro "cristianismo a la carta", pero que el Señor nos regala como oportunidades preciosas para renovar nuestro camino de fe.

El mensaje de Jesús hoy nos sacude profundamente. Pocas veces encontramos en el Evangelio una advertencia tan directa del Señor sobre el peligro que corremos los discípulos –sí, nosotros– de convertirnos en aquello que Él más criticó: los escribas. Esta preocupación del Maestro no era infundada, mis queridos hermanos.

Los escribas de ayer y de hoy

¿Quiénes eran estos escribas? Inicialmente, eran simples letrados que cumplían la importante función de transcribir documentos. Sin embargo, tras la reforma del piadoso rey Josías, su influencia creció desmesuradamente hasta convertirse en los custodios e intérpretes de la Ley, erigiéndose en jueces de quienes la transgredían.

Jesús los señala sin ambages, denunciando su vanidad y su desmedido afán de poder. Buscaban distinguirse por sus vestimentas, ansiaban el temor reverencial del pueblo, se deleitaban en su autoridad y no perdían ocasión de exhibirse en los eventos sociales.

No puedo dejar de recordar las frecuentes advertencias de nuestro Santo Padre Francisco contra el "carrerismo" dentro de la Iglesia. La búsqueda desenfrenada de posiciones, honores y reconocimientos sigue siendo una tentación que puede convertir a los pastores en un antitestimonio que aleja a las personas del Evangelio.

Y no nos engañemos, amados hermanos: esta tentación no es exclusiva del clero. En nuestros pequeños ámbitos, todos podemos caer en la trampa de buscar visibilidad y reconocimiento. Debemos examinarnos con sinceridad y rigor.

Las viudas ejemplares

El Evangelio nos presenta un contraste sobrecogedor: mientras los escribas "devoran los bienes de las viudas", son precisamente ellas, las más vulnerables de la sociedad, quienes protagonizan la Palabra de Dios hoy.

Recordemos: ser viuda en tiempos de Jesús significaba enfrentar una tragedia vital. Sin protección social ni apoyo familiar, muchas se veían forzadas a mendigar o incluso a prostituirse para sobrevivir. Eran las últimas, las despreciadas.

sábado, 2 de noviembre de 2024

DOMINGO 31º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)




Primera Lectura: Dt 6, 2-6
Salmo Responsorial: Salmo 17
Segunda Lectura: Heb 7, 23-28
Evangelio: Mc 12, 28-34

Somos ciegos y mendigos. Podemos pasar el tiempo en los márgenes de la historia resignándonos o lamentándonos, como Bartimeo, gritando nuestro dolor, sin consuelo. “Pierdes el tiempo”, nos dice el mundo que nos rodea. En cambio, el Nazareno oye nuestro grito y nos manda a llamar. Sanados en lo profundo, iluminamos nuestra vida oscura, seguimos a Jesús por el camino y les decimos a los otros mendigos: “Ánimo, levántate, el Señor te llama”.

Esta es la Iglesia: un pueblo de ex ciegos, pero aún mendigantes, no prepotentes morales y doctrinarios que miran a los hijos de Dios por encima del hombro. Mendigos que se regocijan cuando comunican a cada persona el rostro compasivo de Dios.

¡Y cuánta luz necesitamos, una y otra vez, para comprender en profundidad la estupenda página del evangelio de hoy! Sobre todo en estos días de sufrimiento para tantos compatriotas y de duelo nacional por la catástrofe ocurrida.

Catecismo

¿Qué es lo más importante de la vida y de la fe? La pregunta del escriba es, después de todo, la única pregunta real que merece la pena formular y responder, la única.

La pregunta, para nuestro entusiasta amigo, trataba de desenredar una densa red de prohibiciones y trampas - más de seiscientas - que un israelita piadoso estaba llamado a vivir cada día. Para Jesús, sin embargo, la pregunta se convierte en una oportunidad de ir a lo esencial, de llegar a superar el síndrome de respuesta correcta del catecismo, para llegar a cuál es el significado de la vida para mí.

¿Para qué vale la pena vivir? Esta pregunta que todos llevamos en nuestros corazones y que, tarde o temprano, necesita una respuesta.

viernes, 1 de noviembre de 2024

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS (2 de noviembre)


Primera Lectura: Is. 25,6-10
Salmo Responsorial: Salmo22
Segunda Lectura: 1Tes 4,12-17
Evangelio: Lc  24, 13-35

En el año 998, el abad Odilón de Cluny prescribió que en todos los monasterios de su jurisdicción se celebrara la memoria de todos los difuntos el día 2 de noviembre. Luego la liturgia romana, en el siglo XIV, propone la celebración de los Fieles Difuntos al día siguiente de la fiesta de Todos los Santos, para indicar una continuidad con ella y para dar una clave de interpretación de la muerte. Necesitamos fijarnos en la alegría de los Santos para entender el misterio de la muerte, para acoger la buena noticia que Dios nos ofrece también en el momento más crucial y misterioso de nuestro recorrido terrenal.

¿Qué hacer con la muerte?

Dos de noviembre, imágenes antiguas, recuerdos de niño: los cementerios llenos de gente, las tumbas limpias, las flores, la gente que se encuentra por los caminos, el silencio, el ambiente triste. Hoy día va desdibujándose esta tradición, lo que nos facilita ponernos a pelo ante el misterio de la muerte. Misterio teórico y un poco molesto para quien - joven y lleno de fuerza - mira con suficiencia a estos rituales fúnebres que percibe como lejanos y raídos, como gestos llenos de un sordo dolor para quien ha perdido a alguien querido, para quien se ha encontrado solo después de una vida hecha de hábitos consolidados.

Las personas, hoy, no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios, y volver de nuevo a nuestra vida de cada día para seguir olvidando.

Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Qué hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas del alma? ¿Cómo afrontar el dolor desgarrador de unos padres que pierden un hijo?

Hoy es un día que nos obliga a reflexionar pero que, desgraciadamente, se ve cada vez más asechado por la destructora y alienante lógica del olvido, del “mejor no pensar”, que se nos impone ante el menor atisbo de sufrimiento en nuestra sociedad. Se habla poco y mal de la muerte, en este tiempo nuestro extraño y esquizofrénico: por una parte, cenamos delante del televisor que nos mete en casa matanzas y crónicas de sucesos, y por otra importamos tradiciones extrañas, como la fiesta de Hallowen, que intenta exorcizar la muerte cubriéndola con risas evasivas y bromas superficiales, tradiciones en definitiva alienantes para no enfrentarnos con la realidad de la vida, que es la muerte.

La buena noticia

Pero quien ha conocido la muerte, quien ha tenido una persona querida que se ha ido, toma muy en serio la muerte, más aún: la respuesta que demos al dilema de la muerte es lo que dará sentido a nuestra vida. La actitud que tengamos hacia la propia muerte, si es una actitud adulta, que no sea ni deprimente ni mágica, es lo que va a marcar la búsqueda más profunda del misterio de la vida de cada uno.