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viernes, 27 de noviembre de 2015

27 de noviembre de 1975


Majestades.
Excelentísimos señores de las Misiones Extraordinarias.
Excelentísimo señor Presidente del Gobierno.
Excelentísimo señor Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino.
Excelentísimos señores.
Hermanos:

Habéis querido, Majestad, que invoquemos con Vos al Espíritu Santo en el momento en que accedéis al Trono de España. Vuestro deseo corresponde a una antigua y amplia tradición: la que a lo largo de la historia busca la luz y el apoyo del Espíritu de sabiduría en la coronación de los Papas y de los Reyes, en la convocación de los Cónclaves y de los Concilios, en el comienzo de las actividades culturales de Universidades y Academias, en la deliberación de los Consejos.
Y no se trata, evidentemente, de ceder al peso de una costumbre: En Vuestro gesto hay un reconocimiento público de que nos hace falta la luz y la ayuda de Dios en esta hora. Los creyentes sabemos que, aunque Dios ha dejado el mundo a nuestra propia responsabilidad y a merced de nuestro esfuerzo y nuestro ingenio, necesitamos de Él, para acertar en nuestra tarea; sabemos que aunque es el hombre el protagonista de su historia, difícilmente podrá construirla según los planes de Dios, que no son otros que el bien de los hombres, si el Espíritu no nos ilumina y fortalece. Él es la luz, la fuerza, el guía que orienta toda la vida humana, incluida la actividad temporal y política.
Esta petición de ayuda a Dios subraya, además, la excepcional importancia de la hora que vivimos y también su extraordinaria dificultad. Tomáis las riendas del Estado en una hora de tránsito, después de muchos años en que una figura excepcional, ya histórica, asumió el poder de forma y en circunstancias extraordinarias. España, con la participación de todos y bajo Vuestro cuidado, avanza en su camino y será necesaria la colaboración de todos, la prudencia de todos, el talento y la decisión de todos para que sea el camino de la paz, del progreso, de la libertad y del respeto mutuo que todos deseamos. Sobre nuestro esfuerzo descenderá la bendición de quien es el «dador de todo bien». Él no hará imposibles nuestros errores, porque humano es errar; ni suplirá nuestra desidia o nuestra inhibición, pero sí nos ayudará a corregirlos, completará nuestra sinceridad con su luz y fortalecerá nuestro empeño.
Por eso hemos acogido con emocionada complacencia este Vuestro deseo de orar junto a Vos en esta hora. La Iglesia se siente comprometida con la Patria. Los miembros de la Iglesia de España son también miembros de la comunidad nacional y sienten muy viva su responsabilidad como tales. Saben que su tarea de trabajar como españoles y de orar como cristianos son dos tareas distintas, pero en nada contrapuestas y en mucho coincidentes. La Iglesia, que comprende, valora y aprecia la enorme carga que en este momento echáis sobre Vuestros hombros, y que agradece la generosidad con que os entregáis al servicio de la comunidad nacional, no puede, no podría en modo alguno regatearos su estima y su oración.

domingo, 4 de octubre de 2015

DOMINGO 27º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


Primera lectura: Gen 2, 18-24
Salmo Responsorial: Salmo 127
Segunda lectura: Heb 2, 9-11
Evangelio: Mc 10, 2-16


Una Palabra desestabilizadora la de hoy, que interrumpe el flujo de reflexiones de Marcos sobre Jesús para hacernos una nueva pregunta. Ya no es ¿quién es Jesús?, sino ¿qué es el amor?
Una pregunta intrigante y actual, fuerte y misteriosa, que retumba con fuerza en nuestro mundo que ha perdido las certezas y parece atropellado por una oleada de fragilidad y de fango. Las noticias desalentadoras que siguen llenando los telediarios ponen a una dura prueba incluso al cristiano más optimista.
Por eso entonces, nos refugiamos en nuestra vida privada, por eso se abandonan los grandes proyectos sociales y políticos, y nos cerrarnos en el estrecho y protegido mundo de los afectos privados. Pero, también aquí, reina una confusión soberana. A menudo, quien tiene una familia no la quiere, y quién no puede tenerla (divorciados, parejas gay…), la quisiera tener.
Se propone el amor como un bien de refugio, cargado de mil esperas y esperanzas, lleno de sueños y de gratificación. Pero la realidad, una vez más, nos pone en crisis, porque no basta con reiterar el enamoramiento, exaltar el amor de fusión romántica, donde el hombre y la mujer se funden en una comunión sin límites, para experimentar el gozo, ese compartir todo: pensamientos, emociones, sentimientos, sueños, e ideas... con total apertura y transparencia; una especie de fusión de dos almas, como si el otro se convirtiese en parte de uno mismo. No basta nada de eso para evitar pesadas desilusiones.
¿Hay alguien que puede decirnos una palabra que no sea pura banalidad, que tenga el sabor de la verdad, que nos indique con autoridad el camino a recorrer? Sí. El que ha inventado el amor: Dios mismo, que se define como Amor.

Excesos
La página del Génesis que cuenta con lenguaje poético la creación de la pareja humana nos revela, si la leemos bien, un aspecto inquietante.
La retórica católica ha exaltado la narración de la creación de la mujer. Y no es así: el texto revela uno de los errores más comunes entre los enamorados.
El ser humano es infeliz: no le basta conocer la realidad (este es el sentido de que el hombre dé nombre a los animales). Dios admite su propia equivocación (¡magnífico!) y decide hacer unos arreglos: hará al ser humano otro ser sacado de sí mismo, que lo confronte.
En el término hebreo que se usa está apuntada ya una veta de conflictividad: aquello de la costilla. El ser humano duerme, Dios crea de él a la mujer, no de la costilla, como erróneamente se ha traducido, sino más bien dividiéndolo por la mitad. Porque el término que se usa puede significar también la jamba de la puerta; es decir el ser humano es dividido en dos partes, en dos jambas, que sustentan el dintel de la puerta que da entrada a la dimensión de Dios.
Pero el hombre, al despertarse, no admite la diversidad: no admite que la mujer venga de Dios. El hombre cree conocerla y la llama “ésta” y dice que es un trozo de sí mismo, sometible, es decir una proyección de su “ego”. ¡Terrible!
¿No es ésta, quizás, la pintura del amor de fusión sexual como forma de realización total, física y espiritual, tan ensalzado por los medios de comunicación y seguido por nuestras frágiles generaciones de adolescentes? ¿Creer que el otro es mi espejo? ¿Exaltar el total acuerdo que, a fin de cuentas, es una sumisión disfrazada? ¿Eliminar la diversidad de lo masculino y lo femenino?

domingo, 26 de julio de 2015

DOMINGO 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


Primera lectura: 2 Re 4, 42-44
Salmo Responsorial: Salmo 144
Segunda lectura: Ef 4, 1-6
Evangelio: Jn 6, 1-15


No descansó mucho el Señor. Mucha gente, quizás demasiada, lo estaba buscando y lo alcanzó. Él sintió que se le retorcían las entrañas, sintió una compasión entrañable, ninguna rabia. Acaba sus vacaciones y vuelve a predicar, a enseñar, sin medida, porque él es totalmente un regalo. Y no sólo enseña sino que se da en comida.
La gente lo busca, porque todos están buscando una ayuda para soñar, para esperar, para creer. Y es que Jesús les habla con las palabras de Dios. Las horas pasan y la gente no se levanta. Jesús está cansado, pero feliz.
Quizás el Reino esté ya aquí. Quizás el tiempo se ha cumplido. Quizás ahora la gente esté lista para la salvación... Pero no: Jesús se equivoca, clamorosamente.

El peor milagro
El milagro de la multiplicación de los panes es contado seis veces por los evangelistas: es el prodigio más impactante, más clamoroso, y sin embargo señala el principio del fin de Jesús, la apoteosis de la incomprensión, el delirio de una humanidad que prefiere más a un brujo que le saque las castañas del fuego,  que a Jesús, el mesías, el prodigio del amor.
Juan elige este milagro para iniciar una compleja catequesis sobre quién es Dios y sobre quiénes somos nosotros, y cuál ha de ser la actitud correcta del discípulo hacia el Maestro. Durante casi un mes escucharemos el duro discurso sobre el Pan de vida.
Jesús se encuentra en este momento en un punto de inflexión. El carpintero de Nazaret que ha dejado su taller, y ahora anda por ahí con un grupo de discípulos hablando de Dios, se ha hecho famoso: en cosa de pocos meses el rabino Jesús adquiere una fama inesperada (recordad el apunte de Marcos la semana pasada, cuando nos decía que el grupo no lograba ni comer con tranquilidad); una muchedumbre numerosa lo seguía atraída un poco por sus palabras, pero sobre todo por su fama de sanador poderoso.
Es en Cafarnaúm donde se fragua la tragedia, y donde tiene lugar la fractura, el fin de una recién nacida y brillante carrera política. Jesús multiplica los panes y la gente lo quiere hacer rey: ¿quién no coronaría a uno que distribuye gratis panes y peces? Pero Jesús no quiere ser coronado rey, sólo quiere hablar de Dios y de la lógica de la donación y del regalo; rechaza los aplausos y las exaltaciones, que ni busca ni quiere.

domingo, 19 de julio de 2015

DOMINGO 16º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)





Primera lectura: Jer 23, 1-6
Salmo Responsorial: Salmo 22
Segunda lectura: Ef 2, 13-18
Evangelio: Mc 6, 30-34


Los discípulos regresan de su misión, a la que el Señor les envió de dos en dos. Regresan contentos, entusiastas, llenos de alegría por la eficacia del anuncio. Como un buen padre que quiere a sus hijos, el Maestro comparte su alegría y nota su cansancio.
Es el momento del descanso, de apartarse, de dejar la muchedumbre que agota para dedicarse tiempo para ellos. El apartarse es precisamente el núcleo de la Palabra de hoy. Un modo inesperado de interpretar las vacaciones.

Cansancio
También nosotros nos cansamos. Que levante el dedo quien no se haya sentido nunca cansado, exhausto o  reventado.
No hablo del cansancio exterior, sino del tan poco natural cansancio que nos coge a cada uno de nosotros al final de una semana laboral dedicada a trabajar, no a pico y pala - o también -, sino ante un caprichoso ordenador, o embotellados en el tráfico, o en la cola del supermercado; hablo de otro cansancio más dramático, de ese dolor sordo que te pega en pleno pecho cuando menos lo esperas, a lo mejor cuando la tensión por un trabajo se ha agregado a las preocupaciones de casa; hablo del grito desgarrador que se aloja en el fondo de nuestro corazón, al tener que demostrar, siempre y a toda costa, que valemos, al tener que ser un buen marido, una buena madre, un buen cura; hablo del grito profundo del cansancio, de una urgente e ineludible necesidad de sentido, de la alegría, de la paz que tanto nos cuesta encontrar en nuestra cotidiana locura.
Hoy hablamos justo de esta necesidad, hablamos del hecho de que si no encontramos un sentido a nuestra vida, si no llegamos a entender la razón por la  que hemos nacido entonces, antes o después, estallamos.
Y estallamos escapando o callando, o aturdiéndonos, o ilusionándonos con que a nuestra felicidad le falta alguna decena de caballos en el motor de nuestro coche, o alguna arruga de menos en el rostro, o un fascinante viaje de ensueño a no sé qué paradisíaca playa.

Aparte
Sin un tiempo de desierto, de silencio, de intimidad con el Señor no es posible seguir siendo cristianos, conservar la fe, crecer como discípulos y seguidores de Jesús. Y cuanto más nos cogen el caos y la trepidación de cada día, más urgente y necesario se muestra la necesidad de recortar un tiempo para descansar en el Señor.
La oración cotidiana, un pequeño espacio del día dedicado al alma, nos ayuda a mantenernos a flote durante la semana. Así una bonita celebración festiva, una verdadera “eucaristía” – acción de gracias -, nos permite encontrar al resucitado y recargar las baterías. Pero, lo sabemos bien, la fatiga de la vida contemporánea nos apaga la gana de vivir.
Sería bonito acoger la invitación que el Señor nos hace a retirarnos con él medio día, en un monasterio, en un lugar bonito de la naturaleza. En silencio, para dejar que su Palabra reemplace nuestras pequeñas palabras, que su respuesta reemplace nuestras pequeñas respuestas.
Y cuánta más responsabilidad tengamos en la comunidad cristiana, más urgente nos es encontrar tiempos de soledad con el Señor. Es una pena ver a muchos animadores, voluntarios, curas, catequistas atropellados por las muchas cosas que hacer, convertidos en pequeños manager de lo sagrado que ya no logran vivir lo que proclaman.

viernes, 3 de julio de 2015

Qué quiere decir hoy ser castos (Enzo Bianchi)


(Enzo Bianchi es un ensayista laico,
fundador del Monasterio de Bose en Italia)


“A vosotros jóvenes digo: sed castos... ¡haced el esfuerzo de vivir castamente el amor!” Estas palabras del papa Francisco a los jóvenes, pronunciadas el domingo pasado, han suscitado reacciones de todo tipo pero todas ellas reveladoras del dato que la “castidad” es una palabra a menudo incomprendida, más bien desconocida y burlada, sobre todo porque se  confunde con la abstinencia, o la continencia sexual, o con el celibato. La etimología nos sugiere que es casto (castus) el que rechaza el incesto (in-castus). El incesto ocurre cada vez que no se vive la distancia y no se respeta la alteridad, que no es sólo diferencia. No es casto quien busca la fusión, el apego, la posesión: señal de esa búsqueda es la agresividad que, en estos casos, fácilmente se enciende y se manifiesta. Estoy cada vez más convencido de que la sexualidad está en el espacio del regalo, porque pide dar y recibir, y siempre se coloca en la relación entre dos sujetos.

La sexualidad no se reduce a la genitalidad, y la capacidad de regalo y acogida es más amplia que la ejercitada en la genitalidad: compromete, en efecto, la  persona entera y sus relaciones.

Por eso la sexualidad es cosa buena y bella, pero su empleo puede ser inteligente o estúpido, amante o violento, ligada al amor o a la pulsión. La sexualidad nos empuja a la relación con el otro, pero depende de nosotros buscar, en esta relación, el encuentro o la posesión, la sinfonía o la prepotencia, el cambio o el narcisismo.

Podríamos decir que la castidad es el arte de no tratar nunca al otro como un objeto, porque en este caso se le “consume” y se le destruye. Arte difícil y fatigoso, que solicita tiempo: no se nace casto sino al contrario – digámoslo con claridad - se nace incestuoso, y el ejercicio de separación y distinción nos conduce hacia una subjetividad verdadera y autónoma. La castidad otorga a las relaciones humanas una transparencia que permite a las personas reconocerse en el respeto de su ser más íntimo.

Piensa en el encuentro sexual de los cuerpos en su desnudez y en la intimidad que deriva. Cuando los cuerpos se encuentran y se entrelazan en la desnudez, se enciende un conocimiento recíproco que no es comparable al que  pueden tener los amigos más íntimos, uno del otro. Compartir el cuerpo y la respiración crea una unión que es “conocimiento único”, es - osaría decir, citando a Juan Pablo II – “liturgia de los cuerpos”, es un conocimiento penetrativo de una profundidad única.

Cuando se toca un cuerpo, no se toca cualquier cosa sino una persona, que no es un objeto de placer, que no puede ser consumida, sino que es la posibilidad de una comunión auténtica. Sin esta comunión no es posible la castidad, sino sólo la obediencia a la pulsión, al capricho, a la posesión. Rainer Maria Rilke escribió: “No hay nada más arduo que quererse: es un trabajo, un trabajo diario... El amor es difícil y no está al alcance de todos.”


El acto sexual, realizado en los tiempos y en los modos que los amantes saben discernir como bellos, buenos y “justos”, es conocimiento, y no se tiene que tener miedo de afirmar que precisamente el sumo placer del acto sexual incendia tal conocimiento. Pero no es fácil distinguir este sumo placer del encuentro de los cuerpos, de los corazones, de las inteligencias, de la pulsión. Sí, la pulsión sola, con su prepotencia, puede crear el infierno, sin embargo élla nos habita, y, si no existiera, no seríamos naturalmente capaces de darnos y de acogernos.

viernes, 12 de junio de 2015

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (Ciclo B)


 Primera Lectura: Os 11, 1b.3-4.8c-9
Salmo Responsorial: Is 12, 2-3.4.6
Segunda Lectura: Ef 3, 8-12.14-19
Evangelio: Jn 19, 31-37


Celebramos hoy la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, una fiesta que, aparentemente, tiene un sabor devocional pero que esconde, en realidad, una gran verdad:  la inmensa medida del amor de Dios.
¿Puede decirnos algo todavía una imagen muy improbable de Jesús con ojos claros y bucles en el pelo, abriendo su capa y dejando vislumbrar un corazón del que salen dardos luminosos? ¿No es ésta la imagen de una devoción decimonónica que nos hace subir la diabetes en el alma? ¿Qué nos dice esta fiesta en el siglo XXI?
Despojada de sus connotaciones culturales e históricas, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús nos revela una gran verdad: en el centro de nuestra vida, de nuestra fe, de nuestro camino interior está el amor de Dios. El amor es el centro; es lo que nos dice la fiesta de hoy. El centro de nuestra vida y de nuestra fe no es una legítima tradición histórica, no son nuestros razonamientos, no son las conveniencias, no los fundamentos éticos.
Cada uno de nosotros se hace su idea de Dios, mezclando cosas que ha oído, convicciones personales, experiencias más o menos positivas, el instinto, la cultura, el último artículo sensacionalista sobre la Iglesia y el Vaticano, la transmisión muy poco crítica sobre presuntos milagros... ¡Qué sé yo…!
Y, claro… ¡así se dicen las tremendas cosas que se oyen por ahí! Dan ganas, a veces, de interrumpir a alguien y decirle: “¡Oye, el Dios en el que crees es terrible y espantoso! ¿Por qué no lo dejas y te decides a creer de verdad en el Dios de Jesucristo?”
Para mucha gente, Dios es ni más ni menos que un bribón al que hay que respetar, sí, pero también alguien al que hay que evitar. ¡Pobre Dios! No debe ser fácil tener que vérselas con nosotros. Tenemos que reconocerlo con honestidad: también es culpa de nuestro cristianismo haber pintado a Dios de un modo terrible, como un Dios juez despiadado, al que hay temer y respetar. Jesús, en cambio, nos desvela el rostro de un Padre que escudriña el horizonte para esperar al hijo que se ha ido, un pastor que busca durante horas a la oveja perdida, el médico que ha venido para curar, el que, incluso pudiendo, no juzga a nadie. Todavía tenemos que mucho camino hacer, amigos, para convertir nuestro corazón a la asombrosa medida del amor del Corazón de Jesús.
            Si creemos en Dios, si hemos visto y creído en el amor del Padre, descubrimos que es sólo él quien nos empuja a creer y a luchar para dejar que sea el amor el que domine nuestra vida y nuestra fe, algo que no pueda darse por descontado, sino que pide una continua conversión, una opción, que a veces resulta dolorosa. Como la de nuestro Maestro y Señor que muestra la medida de su bondad muriendo en la  cruz.
Es lo que Cristóbal Fones, un jesuita chileno, canta en la canción que escucharemos en la comunión:
Quiero hablar de un amor infinito
que se vuelve niño frágil,
amor de hombre humillado.
Quiero hablar de un amor apasionado.
Con dolor carga nuestros pecados
siendo rey se vuelve esclavo,
fuego de amor poderoso.
Salvador, humilde, fiel, silencioso.
Amor que abre sus brazos de acogida,
quiero hablar del camino hacia la vida,
corazón paciente, amor ardiente.
quiero hablar de aquel que vence a la muerte.
Quiero hablar de un amor generoso,
que hace y calla, amor a todos
buscándonos todo el tiempo,
Esperando la respuesta, el encuentro.
Quiero hablar de un amor diferente,
misterioso, inclaudicable,
amor que vence en la cruz.
Quiero hablar del corazón de Jesús.


Hermanos, dejémonos alcanzar hoy por su amor que no pone condiciones, que no pesa, que no chantajea, un amor libre como sólo Dios sabe proponernos en el sagrado corazón de Jesús. Que así sea.

Misa del Papa Francisco (E. Morricone)


Misa del Papa Francisco
en el 200 Aniversario de la Restauración de la Compañía de Jesús.

Estreno en Roma. Iglesia del Gesù. 10 de junio de 2015


(para doble coro y orquesta)

jueves, 30 de abril de 2015

DIÁLOGO DEL PAPA FRANCISCO CON LA COMUNIDAD DE VIDA CRISTIANA (CVX)


ENCUENTRO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON LA COMUNIDAD DE VIDA CRISTIANA (CVX)
Y LA LIGA MISIONERA DE ESTUDIANTES DE ITALIA
Aula Pablo VI, jueves, 30 de abril de 2015


PREGUNTAS DE ALGUNOS MIEMBROS DEL MOVIMIENTO Y RESPUESTAS IMPROVISADAS DEL SANTO PADRE

Paola:
Santo Padre.  Y no es sólo un modo de decir.  Soy Paola. Presto servicio en la cárcel de Arghillà, Reggio Calabria. Allí encuentro mucho sufrimiento y todas las contradicciones de nuestro mundo. Le pedimos una luz. Entre nosotros, en estos entornos, es fácil hablar de esperanza, es una palabra que nos es familiar;  ¿pero cómo hacerlo con un condenado a cadena perpetua? ¿Con un hombre que se define “sin final de condena”? ¿Y luego quisiera también preguntarle como afinar nuestra conciencia, de tal manera que estar junto al que sufre no sea para nosotros una simple beneficencia, sino que logre convertir nuestro corazón, intensamente, y nos haga capaces de luchar con ánimo por un mundo más justo? Gracias, Santo Padre, porque nos hace sentir a cada uno de nosotros, en cualquiera condición en que nos encontramos, como un hijo querido.

Papa Francisco:
Paola, tengo aquí escritas tus dos preguntas.  ¡Son dos! Tú sabes que a mí me gusta decir - es un modo de decir, pero es la verdad del Evangelio -  que tenemos que salir e ir a las periferias. Salir también para ir a la periferia de la transcendencia divina en la oración, pero salir siempre. La cárcel es una de las periferias más feas, con más dolor. Ir a la cárcel significa ante todo decirse a sí mismo: “Si yo no estoy aquí, como éste o como éste, es por pura gracia de Dios.” Pura gracia de Dios. Si nosotros no hemos resbalado en estas equivocaciones, o en estos delitos o crímenes, algunos fuertes, son porque el Señor nos ha cogido por la mano. No se puede entrar en la cárcel con el espíritu de “aquí vengo yo a hablarte de Dios, porque, ten paciencia, tú eres de una clase inferior, eres un pecador.” ¡No, no! Yo soy más pecador que tú, y éste es el primer paso. En la cárcel uno puede decirlo con mucho ánimo;  pero tenemos que decirlo siempre. Cuando nosotros vamos a predicar a Jesucristo a gente que no lo conoce, o que hace una vida que no parece muy moral, pensar que yo soy más pecador que él, porque si yo no he caído en aquella situación es por la gracia de Dios. Ésta es una condición indispensable. Nosotros no podemos ir a las periferias sin esta conciencia. Pablo, Pablo tuvo esta conciencia. Él dice de sí mismo que es el más grande pecador. También dice una palabra feísima de sí mismo:  “Yo soy un aborto” (cfr 1 Cor 15,8). ¡Pero esto está en el Biblia, es Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo! No es poner cara de estampita como dicen de los santos. ¡Los santos se sintieron pecadores porque entendieron esto! Y la gracia del Señor nos sustenta. Si tú, si yo, si cada uno de vosotros no tiene esto no podrá tomar el mandato de Jesús, la misión de Jesús: “Id hasta los confines del mundo, a todas las naciones, a las periferias” (cfr Mt 28,20). ¿Y quiénes son los que han sido incapaces de recibir esto? Las personas cerradas, los doctores, aquellos doctores de la ley, aquella gente cerrada que no ha aceptado a Jesús, que no ha aceptado su mensaje de salir. Parecían justos, parecían gente de Iglesia, pero Jesús les dice una palabra no tanto bonita: “Hipócritas." Así los llama Jesús. Y para hacer entender cómo son, la fotografía que Jesús hace de ellos es: “Vosotros sois sepulcros blanqueados” (cfr Mt 23,27). Quien está cerrado, no puede recibir, es incapaz de recibir este ánimo del Espíritu Santo, y queda cerrado y no puede ir a la periferia. Tú le pides a Dios permanecer abierta a la voz del Espíritu, para ir a aquella periferia. Luego, mañana, quizás, te pida ir a otra, tú no lo sabes...  Pero es siempre el Señor el que nos envía. Y en la cárcel siempre decir esto, y también con tantas personas que sufren: ¿por qué sufre esta persona y yo no? ¿Por qué no conoce esta persona a Dios, no tiene esperanza en la vida eterna, piensa que todo se acaba aquí, y yo no? ¿Por qué es acusada esta persona en los tribunales, por qué es corrupta, por este otro..., y yo no? ¡Por la gracia del Señor! Ésta es la mejor preparación para ir a las periferias.
Luego, tú dices: “¿De qué esperanza hablo yo, con esta gente en la cárcel?” Tantos son condenados a muerte.  No, en Italia, que no hay pena de muerte pero sí condenados a cadena perpetua. La cadena perpetua es una condena a muerte, porque uno sabe que de no se sale de allí. Es duro. ¿Qué le digo a ese hombre? ¿Qué le digo a esa mujer? Tal vez… no digas nada. Tomar la mano, acariciarlo, llorar con él, llorar con ella. Así, tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Acercarse al corazón que sufre. Muchas veces nosotros no podemos decir nada, nada, porque una palabra sería una ofensa. Solamente los gestos. Los gestos que hacen ver el amor. “Tú eres un condenado a cadena perpetuo, aquí, pero yo comparto contigo este trozo de vida de cadena perpetua.” Compartir con el amor, nada más. Esto es sembrar el amor.
Y luego pones el dedo en la llaga:  “¿Cómo afinar nuestra conciencia, para  que estar junto a quién sufre no sea para nosotros simple beneficencia sino que convierta nuestro corazón y nos haga capaces de luchar con ánimo por un mundo más justo?” La beneficencia es un peldaño: ¿Tienes hambre? Sí.  Te doy que comer, hoy. La beneficencia es el primer paso hacia la promoción. Y esto no es fácil. ¿Cómo promover a los niños hambrientos? Cómo promover...  Hablamos de niños, ahora: ¿cómo promover a los niños sin educación? ¿Cómo promover a los niños que no saben reír y que si tú los acaricias te dan una bofetada, porque en su casa ven que el papá da bofetadas a la mamá? ¿Cómo promover? ¿Cómo promover a la gente que ha perdido el trabajo, como acompañar y promover, hacer camino con ellos? Con quien tiene necesidad de trabajo, porque sin trabajo una persona se siente sin dignidad. Sí, está bien, tú les llevas de comer. Pero la dignidad es que él, ella, lleve qué comer a casa: ¡eso da dignidad! Es la promoción - el presidente ha hablado de ello [se refiere al presidente de la CVX que ha hablado anteriormente]: muchas cosas que vosotros hacéis. Una cosa que hace la diferencia entre la beneficencia habitual -  no digo la beneficencia para salir de las dificultades más graves -, entre la beneficencia habitual y la promoción, es que la beneficencia habitual tranquiliza el alma: hoy “yo he dado de comer, ahora me voy tranquilo a dormir.” La promoción te inquieta el alma: “Tengo que hacer más.  Y mañana esto, y pasado mañana aquello, y qué hago…”. Esa sana inquietud del Espíritu Santo.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Miércoles de Ceniza


Y dijo Jesús:
Cuidado con hacer vuestras obras de piedad delante de la gente para llamar la atención; si no, os quedáis sin paga de  vuestro Padre del cielo. Por tanto, cuando des limosna no lo anuncies a toque de trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en la calle para que la gente los alabe. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede escondida; y tu Padre, que mira escondido, te recompensará.
Cuando recéis, no hagáis como los hipócritas, que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, métete en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre que está escondido; y tu Padre, que mira escondido, te recompensará. Pero, cuando recéis, no seáis palabreros como los paganos, que  se imaginan que por hablar mucho les harán más caso. No seáis como ellos, que vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis.
Cuando ayunéis, no os pongáis cariacontecidos, como los hipócritas, que se afean la cara para ostentar ante la gente que ayunan. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para no ostentar tu ayuno ante la gente, sino ante tu Padre que está escondido; y tu Padre, que mira escondido, te recompensará.

(Evangelio de Mateo, 6)

domingo, 18 de enero de 2015

Anuario S.J. 2015 - CLAUDIO ACQUAVIVA

Claudio Acquaviva (1543 - 1615)

Según muchos historiadores contemporáneos
Claudio Acquaviva (1543 -1615),
quinto superior general de la Compañía de Jesús,
es considerado el segundo legislador de la Orden
después del fundador Ignacio de Loyola.

“Entre las cualidades con las que estaba dotado dominó su apego muy profundo a las cosas de Dios, una cierta dulzura y suavidad en la piedad, de la que no se desmintió nunca, a la que ningún gravamen de ocupaciones ahogó, ni vicisitud alguna de acontecimientos turbó.” Éste es el retrato que el jesuita y estrecho colaborador, Bernardo de Angelis, hizo del prepósito general de la Compañía de Jesús, Claudio Acquaviva (1543 -1615).

A cuatrocientos años de la muerte del quinto General de la Compañía de Jesús, que se cumplen el 31 enero del 2015, queda ciertamente viva y todavía actual hoy su huella en la historia de la Orden, así como la marca que su largo generalato (un récord imbatido de 34 años: de 1581 a 1615) supo dar a la Compañía de Jesús, según la mayoría de los historiadores, en las orientaciones, sobre todo reglas y disciplina interior, hasta su supresión en 1773.

Un hombre atento más a lo esencial que a la fascinación de la apariencia, enamorado de los Padres de la Iglesia, asiduo lector de la Sagrada Escritura y de oración constante: éste es el Acquaviva íntimo y profundo conocedor de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que nos narra,  en una descripción casi hagiográfica, su primer biógrafo, el jesuita Francisco Sacchini.

Pero más allá de la persona particular, del jesuita austero y ascético, hoy todavía son muchos los interrogantes, las cuestiones abiertas sobre su largo gobierno como general de la Compañía, sobre la huella misionera que supo imprimir a la Orden, sobre cómo logró salvar y defender la identidad ignaciana frente a las presiones de las cortes europeas, de Felipe II de España, del Papado, de la Inquisición, de las injerencias de las otras Órdenes (en particular los dominicos) en la disciplina interna de los jesuitas.

Por todo esto quizá no sea casualidad que la mayoría de los historiadores contemporáneos, incluido Mario Fois, considere a Claudio Acquaviva el auténtico “segundo legislador” de la Compañía de Jesús, después de su fundador Ignacio de Loyola.

Perteneciente a una familia de la nobleza meridional, nació en Atri el 14 septiembre de 1543;  en 1567 decidió entrar en la Compañía de Jesús, en la cual hará una rápida carrera. En 1576 es elegido provincial de Nápoles y en 1579 es llamado a dirigir la Provincia romana de la Compañía de Jesús. Será el Papa Gregorio XIII quien, obstaculizando la elección de un General español, favorecerá su ascenso a Prepósito General de la Compañía. Acquaviva es elegido por los miembros de la Congregación General IV de 1581, a la muerte del prepósito general anterior, el belga Everardo Mercuriano. Salió elegido al primer escrutinio con 32 votos sobre 57. La falta de unanimidad en la votación, por ser italiano, hacía presagiar ya las dificultades de gobierno que caracterizarían su largo generalato.  Se encontró, en efecto, con tener que regir a la Compañía en un momento de extrema tensión interior; los años de su gobierno vieron sobre todo la multiplicación de impulsos autonomistas (sobre todo en la catolicísima España), de las diversas Provincias que soñaban con poder  desengancharse del gobierno central de la curia de los jesuitas de Roma y poder elegir un día, como nos dice el anónimo autor de la Vida de Pedro de Ribadeneira, un “generalillo propio”.

Anuario S.J. 2015 - SAN PEDRO FABRO



San Pedro Fabro


Maestro de espiritualidad y de vida para el Papa Francisco,
este jesuita originario de Saboya (Francia)
ha sido declarado santo en diciembre de 2013.
Fue uno de los primeros compañeros de S. Ignacio,
hombre de profunda espiritualidad,
precursor del diálogo interreligioso,
misionero itinerante por Europa.

En el grupo de estudiantes de teología que dio origen a la Compañía de Jesús, en París, Pedro Fabro, nacido en la aldea de Villaret, en Saboya (Francia), fue intelectualmente el más brillante, además del más humilde y el más disponible para servir los demás, tal como han transmitido los historiadores jesuitas. Hijo de pastores, desde pequeño deseó estudiar. Un tío cura reconoció sus capacidades y lo puso en condiciones de realizar su objetivo. Llegado a la Sorbona, se encontró compartiendo la habitación con Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Con el primero se creó enseguida un profundo entendimiento:  Pedro lo ayudaba en los estudios e Ignacio, por su parte, lo ayudaba a superar los escrúpulos que le bloqueaban en la vida espiritual, haciendo sentirse indigno de llegar a ser sacerdote. Ignacio lo hubiera querido como superior de la primera comunidad de jesuitas en Roma pero la Providencia decidió de otro modo.

Fabro fue el primero de la Compañía que entró en Alemania, donde participó en la dieta de Worms, en el séquito de Pedro de Ortiz, representante del emperador Carlos V. Estuvo luego en los Países Bajos, en España y en Parma, allí donde fuera necesaria una figura de profunda cultura y equilibrio espiritual para encontrar soluciones a las tensiones intra-eclesiales y no sólo a éstas. Pedro Canisio, el apóstol de la Contrarreforma en Alemania, ingresó en la Compañía después de haber hecho los ejercicios espirituales ignacianos bajo la guía de Fabro. También fue decisivo en la vocación de San Francisco de Borja. Murió en Roma con sólo 40 años, el 1 agosto del 1546, pocas semanas antes de partir para el Concilio de Trento.

El 17 de diciembre de 2013, con una bula pontificia, el Papa Francisco ha proclamado Santo al jesuita “reformado” Pedro Fabro, extendiendo su culto a la Iglesia universal. La regla adoptada para el beato Fabro es la de la canonización así llamada “equipolente”, práctica utilizada respecto a figuras de particular relevancia eclesial, de quienes se atestigua un culto litúrgico antiguo, extendido y con incesante fama de santidad y prodigios. Esta práctica se ha efectuado regularmente en la Iglesia, aunque no con frecuencia, a partir del Papa Benedicto XIV (1675 -1758). En la historia reciente Juan Pablo II realizó tres de ellas; Benedicto XVI, una,  que ha sido la última antes de Fabro,  la de Angela de Foligno,  firmada el 9 de octubre de 2013 por el mismo Papa Francisco. Pero la canonización del beato saboyano Pedro Fabro reviste un sentido muy particular  porque él es un modelo de espiritualidad y vida sacerdotal para el actual sucesor de Pedro y al mismo tiempo una de las referencias importantes para comprender su estilo de gobierno.

jueves, 1 de enero de 2015

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS - 1º DE ENERO


Primera Lectura: Num 6, 22-27
Salmo Responsorial: Salmo 66
Segunda Lectura: Gal 4, 4-7
Evangelio: Lc 2, 16 -21

      La Navidad puede cumplir nuestras esperanzas más profundas o puede ser una agradable borrachera de un momento pero que al final nos deja decepcionados. Todo depende de cómo respondamos a la ocasión. Dios nos da una oportunidad excepcional con el regalo de su Hijo, ¿qué hacemos con este don? Hoy encontramos tres grupos en el evangelio, cada uno de ellos contesta de manera diferente al don de Dios.
            Los pastores escuchan la palabra de los ángeles, averiguan de qué va el tema, y reconocen a su Señor. Ellos aprecian el don de Dios como nosotros, reunidos hoy para celebrar la Eucaristía en esta mañana de Año Nuevo.  Sabemos que el Salvador ha llegado y que tenemos que ponernos a su servicio. Nosotros también lo haremos, pero por algún tiempo, pero no mucho, porque pronto caeremos en la tentación de maldecir al abuelo que conduce muy lentamente su coche por la calle, o bien a la joven madre que - presurosa - va demasiado aprisa del trabajo a casa.
            El segundo grupo que encontramos en la lectura es el de las personas que, como los pastores, cuentan lo que han visto y oído. Ellos quedan maravillados, pero tampoco esto es muy significativo. En el evangelio hay muchos que quedan maravillados por los milagros de Jesús, pero no todos lo siguen. Su fe no tiene mucha raíz como la gente que celebra las fiestas de modo superficial. Reconocen el regalo del tiempo que Dios nos concede para celebrar los acontecimientos, pero se olvidan del objetivo que es conocer, amar y servirá a Dios, como Ignacio de Loyola nos recuerda en el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales.
            En el tercer grupo sólo una persona comprende plenamente: María la Madre de Dios. Ella conservaba todas las cosas en su corazón. Es la perfecta cristiana que no solamente escucha la Palabra, sino reflexiona para llevarla a la práctica. Ella nos da un modelo para vivir nuestras propias vidas. En la encarnación facilitada por María, Dios, haciéndose hombre, llena de santidad cada fragmento de vida, desde el trapo para lavar el suelo, a la mano grasienta de un mecánico, al esfuerzo repetitivo de un obrero en la fábrica. Desde la maternidad divina de María ya no existen lugares y tiempos sagrados. Existe un lugar y un tiempo santo que es la vida de cada uno, en la que Dios elige habitar. Para darnos cuenta de esta transfiguración tenemos necesidad de silencio y oración, como hace María, la bonita, guardando en el corazón todos los acontecimientos, poniendo juntos, ante el Señor, los trozos de la vida: el alboroto de la noche del parto, la visita inesperada y llena de estupor de los pastores, la fatiga de tener un recién nacido que, incluso siendo la presencia misma de Dios, hay que amamantarlo y cambiarle los pañales o a cualquier recién nacido del mundo.