A
los más afortunados les puede ir bastante bien, pero los demás – la mayoría -,
a menudo tienen que remar contracorriente en continuos escenarios de crisis que
no paran: cuando no es el trabajo, es la salud, cuando no son los niños, es la fe...
Y eso si no vienen añadidas la pandemia o la guerra. A veces uno tiene la
impresión de estar caminando por un camino cada vez más difícil y cuando uno
piensa que ya puede respirar… aparece una nueva dificultad en el horizonte.
Y
ante las dificultades, estamos llamados a arrojar luz sobre ellas, a comprenderlas
y a luchar siempre. A superar la tentación del atajo fácil o de la
desesperación.
Jesús,
en solidaridad con los pecadores, se puso en la fila para recibir el bautismo.
Hoy lo vemos entrando en el desierto y experimentando todo tipo de dificultades,
que Lucas resume en tres parábolas: las tres tentaciones a las que Jesús se enfrenta
antes de comenzar su ministerio.
En
la vida es inevitable pelear y Jesús nos enseña el modo y el horizonte hacia el
que movernos. Nos muestra el camino a seguir.
¡Abajo las máscaras!
Ha
llegado el momento de dejar de lado las máscaras: las del Carnaval y esas otras
más complicadas que la vida nos ha asignado, las que otros nos han puesto encima,
o las que nosotros usamos como refugio por miedo a tener que elegir ante las
opciones de la vida.
Al
menos, ante Dios, podemos quitarnos las máscaras y permanecer desnudos sin
sentir vergüenza.
Jesús
en solidaridad con el ser humano quiere volver a recorrer el camino de Israel,
experimentar el hambre y dejarse envolver por el sofocante silencio del
desierto, dejarse invadir por la luz cegadora del sol que refleja los colores
de las rocas descarnadas del desierto de Judea.
Jesús
quiere elegir el modo con que va anunciar la Palabra, cómo revelar el misterio
de Dios, cómo desarrollar una estrategia y un proyecto de evangelización. Esto,
para muchos, es extraño, pero es así. Jesús elige elegir, optar, discernir.
El
conocimiento que Jesús tiene de Dios es absoluto: él es la Palabra de Dios; pero,
como hombre, busca una respuesta en el silencio. Jesús entra en el silencio del
desierto para decidir qué tipo de Mesías será.
Nosotros
entramos en el desierto de la Cuaresma y podemos preguntarnos si la persona que
somos es lo que quisiéramos ser y, sobre todo, si se parece al diseño de
persona, magnífica, que Dios lleva en su corazón.
Tentaciones
Jesús tiene ante sí un camino, consolidado, preparado por los profetas, fermentado en el corazón de un pueblo esclavo y oprimido durante siglos por poderes extranjeros, que espera al Mesías victorioso.
Un
mesías musculoso, político, decidido, un líder caudillo. La gente se esperaba
que alguien resolviera los problemas por arte de magia, que castigara a los malos
(que siempre son los demás, por supuesto) y que restableciera un buen gobierno
como aquel del Rey David, tal vez mejor con exención de impuestos y menos
peleón que los políticos que piden nuestro voto.
Y,
en esta situación, llega el demonio mucho más persuasivo y fascinante que todas
las representaciones grotescas que hemos hecho de él. Su propuesta es simple,
razonable y obvia.
¿Quieres
ser un Mesías? ¡Magnifico! Pero sin exagerar. Mírate, confía en un entrenador
personal, cuida la imagen, si no haces algo llamativo, nadie se va a dar cuenta.
¿Quieres compartir todo con la humanidad?, que sea así. Pero, cuando veas que
el hambre que tengas es demasiada, recuerda que eres Dios y convierte las
piedras en pan.
¿Quieres
ser un Mesías? ¡Genial! Tendrás que contactar con políticos y clérigos, charlar
y razonar con ellos, incluso será necesario tener ciertos apaños con alguno. A
las personas hay que conocerlas cuidadosamente para obtener favores de ellas.
¿Quieres
ser un Mesías? ¡Estupendo! Haz un bonito milagro, Jesús, haz una señal
prodigiosa y verás cómo la multitud se arrancará los pelos por ti.
Si
el diablo tiene razón. Incluso cita la Palabra de Dios y, además, la conoce
mejor que la mayoría de nosotros. Es curioso: no basta con conocer la Biblia
para hacer la voluntad de Dios, que, en definitiva, es de lo que se trata.
Jesús
responde lisamente: no, no haré nada de eso que me dices.
Opciones
Y
rebate a Satanás: la vida es sustancia consistente, no una imagen virtual. Yo iré
al corazón de la gente, y será mi amor, sacado del Padre, el que va a roturar los
surcos en las almas para sembrar en ellos la Palabra. Elegí ser hombre para
mostrar que Dios no es uno de los afortunados y privilegiados. El poder es
ambiguo y no gratuito: si da algo, luego lo reclama. El poder usa a la gente.
Yo, en cambio, he venido a servir. Quiero ser libre para poder hablar del
verdadero rostro de Dios.
El
milagro es ambiguo y peligroso. Yo quiero que la gente ame a Dios por lo que Dios
es, no por lo que Él nos da. Yo no voy a presentar el rostro de un Dios que
resuelve los problemas, sino que los comparte con nosotros.
Ésta
son las opciones del Señor. En estas palabras están la esencia de su ministerio
y, también, de su fracaso.
Bajo perfil
Jesús
será un Mesías de bajo perfil, no usará ningún otro instrumento más que el amor
para convencer, anunciar y convertir. Es un gran riesgo, el suyo.
¿La
gente lo entenderá? ¿Estará satisfecha? ¿Abrirá su corazón ante el asombro de
encontrarse con un Dios humilde y frágil, con un Dios adulto?
Jesús
se lanza a este desafío y el demonio lo abandona. Pero volverá en el momento
adecuado, en el huerto de Getsemaní, para intentar demostrar que Jesús estaba
equivocado, que estaba engañado, que el hombre nunca cambiará, que no sabe qué
hacer con un Dios semejante. Y, también, para convencerlo de que no hace falta
que lo maten innecesariamente.
¿Y yo?
¿Yo,
quién quiero ser? ¿En qué me quiero convertir?
Las
tentaciones se multiplican en la vida, la lógica mundana nos persigue por
doquier: aparenta, vence, usa y abusa, exagera, sé pasota, manipula, grita…
Y
yo, ¿quién quiero ser? Ánimo, buscadores de Dios. Tenemos que cruzar un
desierto. El Señor lo hizo. También nosotros podemos hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.