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martes, 18 de marzo de 2025

SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ - 19 de marzo




Primera Lectura: 2 Sam 7, 4-5a.12-14a.16
Salmo Responsorial: Salmo 88
Segunda Lectura: Rom 4, 13.16-18.22
Evangelio: Mt 1, 16.18-21

La juventud de José

Existe una tradición que presenta a José como un hombre maduro cuando se casó con María. Sin embargo, el conocimiento sociológico de la Judea de aquella época indica que los esponsales ocurrían entre parejas muy jóvenes. Esta antigua tradición prefirió presentar a José como anciano para justificar su temprana desaparición en los textos bíblicos.

Cuando comienza la vida pública de Jesús, su padre adoptivo ya no aparece en los relatos. Es lógico suponer su fallecimiento, pero no hay razón para atribuirle una edad avanzada. Considerando que la mortalidad era elevada y la esperanza de vida probablemente no superaba los 30 años, resulta razonable pensar que José, el carpintero, tendría unos 20 años cuando afrontó el dilema ante el misterioso embarazo de María.

Contemplemos, por tanto, la ternura juvenil de aquella pareja y la generosa actitud de José en los primeros momentos, premiada con la revelación divina que lo situó tan cercano al Mesías.

Un hombre ante el misterio

José enfrentó circunstancias extraordinarias. Primero, descubrió que su prometida esperaba un hijo que no era suyo; después, tuvo que asumir la responsabilidad de criar a un niño excepcional. Como carpintero acostumbrado a lo tangible —la garlopa y los clavos—, debió comprender una situación que lo sobrepasaba: un hijo extraordinario y una mujer profundamente amada, ambos envueltos en el Misterio.

Los cristianos hemos intentado completar los vacíos que los evangelios dejan sobre José, como si no bastara lo que nos cuenta Mateo, inventando una improbable figura del silencioso carpintero de Nazaret que, aun así, no satisface completamente nuestra curiosidad.

El amor y la justicia

Entre María y José existía un amor auténtico, aunque solo los evangelios de Mateo y Lucas nos hablan discretamente de su relación. Estaban "prometidos", condición que en la cultura israelita implicaba un compromiso mayor que el noviazgo. Durante un año, los prometidos podían vivir conyugalmente, aunque sin cohabitar. Por ello, José fue el único que sabía con certeza que aquel hijo no era suyo.

¿Podemos imaginar la noche de angustia que pasó José al enterarse del embarazo de María? ¿Qué pensamientos cruzarían por su mente? Cuánto sufrimiento y dolor debió experimentar... ¿Se habría equivocado al amar a esta joven de Nazaret? La ley exigía que María fuera denunciada y, en consecuencia, condenada a morir apedreada. José la amaba y quería salvarla, por lo que encontró un subterfugio: diría que ya no la quería como esposa y la repudiaría discretamente. Así salvaría tanto la vida como el honor de su amada María.

Mateo —como buen judío— describe esta actitud como "justa". José es "justo", es decir, irreprensible, auténtico, honesto y de elevada integridad; no juzga según las apariencias: incluso herido profundamente, sabe superar su orgullo y actúa con misericordia hacia la mujer que tanto ama. "Justo" como los justos del Antiguo Testamento, como los piadosos ante Dios, como los rectos de corazón a quienes tanto alaba la Escritura.

Durante la noche, llega el sueño y con él la invitación a confiar, a interpretar estos acontecimientos desde una perspectiva divina, lo que significa abrazar lo inaudito de Dios. Y – fijaros - José se despierta, obedece al ángel y hace suya la "locura" de Dios.

El padre en la sombra

El Papa Francisco, en su Carta Apostólica Patris corde (Con corazón de padre), al convocar el Año de San José en 2021, recordaba a José como un padre amado; un padre en la ternura, en la obediencia y en la acogida; un padre de valentía creativa, un trabajador, siempre en la sombra.

Grande, inmenso José. Cuántas enseñanzas nos ofreces hoy, cuántas sugerencias nos brindas tú, hombre de pocas palabras que prefería mantenerse discretamente apartado, pero que fuiste elegido esposo fiel y paciente de María, tutor y protector de la infancia de Jesús. Tú nos precedes como ejemplo de fe y rectitud. A ti dirigimos hoy esta oración: Ayúdanos a entrar, con sencillez y abandono, en el designio de Dios sobre nuestra vida para que seamos signos del amor del Padre en nuestro mundo. Guíanos en el camino de la vida. Concédenos misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.

 

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