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jueves, 31 de octubre de 2024

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS


Primera lectura: Ap 7,2-4.9-14
Salmo responsorial: Salmo 23
Segunda lectura: 1Jn 3,1-3
Evangelio: Mt 5, 1-12a

Hoy celebramos en la Iglesia, en una única fiesta, la santidad que Dios derrama sobre las personas que confían en él. ¡Una fiesta extraordinaria, que hace crecer en nosotros el deseo de imitar a los santos en su amistad con Dios! 

  ¡Qué bonito convertirse en santo! Ciertamente no sólo por las imágenes que suscitan devoción, y por los devotos que encienden cirios a sus pies.... Sino porque llegar a ser santo significa realizar el proyecto que Dios tiene sobre nosotros, significa convertirse en la obra maestra que él ha pensado para cada uno de nosotros. Dios cree en nosotros y nos ofrece todos los elementos necesarios para convertirnos en santos, como él es Santo.

Hoy es la fiesta de nuestro destino, de nuestra llamada. La Iglesia en camino, hecha de santos y pecadores, nos invita a fijarnos en la verdad profunda de cada persona: tras cada mirada, dentro de cada uno de nosotros, se esconde un santo en potencia. Cada uno de nosotros nace para realizar el sueño de Dios. El puesto y la misión que cada uno tiene es insustituible en este mundo.  

Santo es el que ha descubierto este destino y lo ha realizado plenamente; mejor aún: santo es quien se ha dejado hacer, ha dejado que Dios tome posesión de su vida para siempre.  

Santidad

La santidad que celebramos es la de Dios y, acercándonos a él, primero somos seducidos y después contagiados. La Biblia a menudo habla de Dios y de su santidad, de su amor perfecto, de equilibrio, de luz y de paz. Él es el Santo, el totalmente Otro, pero la Escritura nos revela que Dios desea apasionadamente compartir la santidad con nosotros que somos su pueblo. 

 El Papa Francisco nos dice que “antes que nada debemos tener muy presente que la santidad no es algo que nos procuramos nosotros, que obtenemos nosotros con nuestras cualidades y nuestras capacidades”.

“La santidad es un don, es el don que nos hace el Señor Jesús, cuando nos toma consigo, nos reviste de sí mismo y nos hace como Él”.

La santidad “no es una prerrogativa solo de algunos: la santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido, por eso constituye el carácter distintivo de todo cristiano”. No consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias, como diría santa Teresa de Lisieux.

Dios ya nos ve santos, porque ve en nosotros la plenitud que podemos alcanzar y que ni siquiera nos atrevemos a imaginar cuando nos conformamos con nuestras mediocridades.  

No hay mayor tristeza que la de no ser santos. Porque lo santo es todo lo más bello y noble que existe en la naturaleza humana; en cada uno de nosotros existe la nostalgia de la santidad, de la divinidad, de lo que estamos llamados a ser. Escuchemos esa llamada, sintamos esa nostalgia.

sábado, 26 de octubre de 2024

DOMINGO 30º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


Primera Lectura: Jer 31, 7-9
Salmo Responsorial: Sal 125
Segunda Lectura: Heb 5, 1-6
Evangelio: Mc 10, 46-52

Jesús está a punto de subir a Jerusalén. Menos de treinta kilómetros lo separan de su muerte.

En las últimas semanas hemos leído los variados discursos que Jesús iba dirigiendo a sus discípulos, temas centrales como el matrimonio, el seguimiento, la pobreza. Pero los discípulos - todavía el domingo pasado - parecen no entender nada.

Bartimeo

Jericó era la última etapa para los romeros que subían a Jerusalén. Entre los muchos mendigos que esperaban limosna a las afueras de la ciudad, estaba Bartimeo. Su historia es un espejo del verdadero discipulado, en contraste con los apóstoles que, aún ciegos espiritualmente, soñaban con un reino terrenal minimizando y esquivando las profecías referidas a la muerte de Jesús.

Bartimeo está en la cuneta del camino, no puede hacer más que esperar como muchas personas que encontramos hoy, resignadas por la situación económica, por el desaliento existencial, con una perspectiva limitada y asfixiante de la vida. Como tantos mendigos, Bartimeo sólo vive de limosna.

Hasta que oye hablar de Jesús. No lo conoce, pero alguien le había contado cosas de él. Ahora, el deseo y la curiosidad toman la delantera.

Bartimeo empieza susurrando y termina gritando. Pide piedad.

sábado, 19 de octubre de 2024

DOMINGO 29º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


 Primera Lectura: Is 53, 10-11
Salmo Responsorial: Salmo 32
Segunda Lectura: Heb 4, 14-16
Evangelio: Mc 10, 35-45


Los apóstoles no entendieron nada. La escena del hombre rico se cerró con la apremiante pregunta de los Doce, hecha por Pedro en nombre de todos: ¿y nosotros que lo hemos dejado todo, qué?

Jesús los anima: dejar todo por el Reino significa encontrar cosas nuevas... aquello del ciento por uno... Aplauso final; se acabó.

Eso se creen ellos, porque luego el evangelio de Marcos continúa con el tercer anuncio de la Pasión. Con un Jesús visiblemente aturdido que les cuenta a sus amigos que está dispuesto a morir con tal que no traicionar a la imagen de Dios que lleva impresa en su corazón.

Ese el evangelio de hoy. Uno de los más terribles que la historia nos ha entregado. Efectivamente, los exegetas hacen notar que, cuando Marcos escribe el evangelio, el arrogante Santiago ya había sido matado, y Juan se pasaba la vida hablando más de Jesús que pensando en ningún cargo de gobierno. Los llamados hijos del trueno aprendieron la lección… a la fuerza.

Este evangelio es tan fuerte que Lucas lo salta a pie juntillas y Mateo lo suaviza, atribuyéndole a la madre de los “boanerges” la inconsciente iniciativa que acabamos de escuchar.

Parece que los discípulos lo dejaron todo cuando siguieron a Jesús... pero sólo fue en teoría.

Incomprensión

Los protagonistas hoy, son Juan y Santiago. Juan el perfecto, el místico, el águila, la profundidad, le pide a Jesús una recomendación, pide sentarse a la derecha de Jesús en el momento en que se establezca el Reino de los cielos, concibiéndolo como un reino político e inmediato, ya a punto de producirse.

No basta con haber tenido grandes dones místicos y señales de la presencia de Dios en la oración para evitar cometer enormes errores. También los hermanos y las hermanas que, entre nosotros, hayan elegido el camino de la contemplación tienen que vigilar siempre el riesgo de una gloria mundana deseada y buscada...

Marcos quiere presentar esta paradoja. No se trata ya de un fervoroso joven que tiene un patinazo tan clamoroso como aquel rico, sino de dos discípulos que, apenas han oído el tercer anuncio de la Pasión, buscan la vía de escape en el poder. ¡Peor aún, los otros diez la toman con ellos por haberse atrevido a ser los primeros en tomar la iniciativa de lo que todos estaban pensando!

sábado, 12 de octubre de 2024

DOMINGO 28º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)


 Primera lectura: Sab 7, 7-11
Salmo Responsorial: Salmo 89
Segunda lectura: Heb 4, 12-13
Evangelio: Mc 10, 17-30


Un hombre rico se acerca a Jesús corriendo, como si tuviera una enfermedad incurable. Corre para saber cómo poder vivir en la lógica de Dios.

Es una persona correcta y honesta en su planteamiento: sabe que la salvación no “se merece” sino que se recibe en herencia si se desea con corazón puro. Su actitud es teológicamente impecable.

Jesús lo acoge con simpatía, y le pide con sencillez que observe los mandamientos. Y fijaros: Jesús ignora los primeros, los que se refieren a Dios, y se centra en los que se refieren a las personas. Es decir: sólo sirviendo al ser humano respetamos y damos gusto al Dios que nos ha creado.

El hombre rico contesta que esos mandamientos los ha observado siempre, desde su más tierna edad. Quizás tenga razón, o quizás presuma, da lo mismo. Jesús lo ama, mirándole fijamente.

Una mirada de bien, una mirada que ve lo positivo, aunque el rico pueda exagerar. Jesús tiene siempre y para siempre una mirada positiva sobre nosotros, también cuando disimulamos y no queremos ver las sombras de nuestro corazón.

Jesús ama y exige. Reclama porque ama. Y se atreve a pedir todo: “deja todas tus riquezas”. Y aquí ya se acaba el rollito místico.

Riquezas

Marcos pone en la mitad de su evangelio los asuntos más comprometidos: la semana pasada el matrimonio, hoy las riquezas. Es necesario conocer y amar a Cristo antes de poder vivir sus irritantes exigencias, sentirnos queridos antes de poder atrevernos a hacer nada.

Jesús no le pide al rico que tire el dinero, sino que lo comparta. Le pide entrar en la lógica de sentirnos hermanos, de saber que la riqueza es un regalo de Dios, pero que la pobreza es culpa del rico.

El rico no se entera, y seguirá siendo rico, pero triste. No usa la sabiduría de la que habla y a la que invoca la primera lectura que hemos escuchado. Ni acoge la espada de la Palabra que penetra hasta el fondo de las entrañas, descrita en la Carta a los Hebreos.

Su problema no es la riqueza sino el egoísmo. Lo entienden muy bien los discípulos, que no son ricos pero que también sienten malestar por esta Palabra. Hermanos, la riqueza no es cuestión de cartera sino de corazón.

Jesús insiste: una lógica tan mezquina, “rica”, impide entrar en la lógica de Dios. Incluso la familia (!) puede convertirse en una rica posesión, incluso los afectos más sagrados. Por eso hace falta dejarlo todo, y el Señor nos lo devolverá todo de la manera correcta.

Lo original

Jesús no condena a toda costa la riqueza, ni exalta la pobreza sin más.

Lo digo porque a menudo nosotros los católicos resbalamos en el moralismo criticando el dinero… sobre todo el de los otros, e invitando a la generosidad… también la de los otros. Jesús, en cambio, ama al hombre rico, lo mira con ternura, ve en él una gran fuerza y la posibilidad de crecer en la fe. Le pide librarse de todo para tener más, le pide que haga la mejor inversión de su vida.

viernes, 11 de octubre de 2024

FIESTA DE Nª Sª DEL PILAR (12 de octubre)

 

Primera Lectura: 1 Cro 15, 3-4.15-16; 16, 1-2
Salmo Responsorial: Salmo 26
Evangelio: Lc 11, 27-28

 Tradición

En la leyenda de la venida de la Virgen a Zaragoza “en carne mortal” se trata de una piadosa tradición, según la cual, el apóstol Santiago el Mayor se encontraba en Cesaraugusta, a las orillas del río Ebro, junto a un pequeño grupo de conversos que habían escuchado y creído su predicación. Pero los cesaraugustanos resultaban bastante duros de oído y de corazón, y el apóstol se dio cuenta de que sus fuerzas flaqueaban, y comenzaba a preguntarse si tenía algún sentido seguir predicando el mensaje de Jesús en aquella tierra. Cuando su flaqueza, por el desánimo, le hacía perder su entereza, vio a María, la madre de Jesús, en una gloriosa aparición, rodeada de ángeles que, desde Jerusalén (aún no había muerto María), que venía para confortarle y renovar sus ánimos.

La Santísima Virgen entregó a Santiago el Pilar, la Columna de jaspe que hoy sostiene la imagen de María, como símbolo de la fortaleza que debía tener su fe. Esto sucedía en la madrugada del día dos de enero del año cuarenta del siglo primero. María conversó con Santiago y le encargó de que fuera levantado un templo en su honor, en ese mismo lugar.

Hasta aquí la tradición.

Actualidad

Si María ha sido grande en la memoria histórica de nuestros pueblos de España y de América, es precisamente, porque Dios, en la persona de Jesús, fue especialmente acogido en estos lugares. ¿Podemos seguir diciendo esto actualmente, que acogemos con devoción al Señor entre nosotros?

La Virgen del Pilar, entre otros muchos sentimientos, evoca la fortaleza de la fe. Aclamar a María, como patrona nos tiene que interpelar en lo más hondo de nuestro ser sobre cómo vivimos nuestra vida de cristianos. El culto a María, no se puede quedar en la belleza estética de un rosario o de una corona enjoyada, en el esplendor de un manto o de un templo levantado en su honor. Eso, aparte de ser expresión de la devoción de un pueblo, sería incompleto si no nos llevase a seguir con todas las consecuencias a Cristo Jesús, a quien María nos trae entre sus brazos.

Conforme a la tradición, la figura de la Virgen del Pilar está asociada a los inicios de la evangelización en España. De nuevo, hoy más que nunca, necesitamos de su estímulo e intercesión para construir nuevos cimientos de fe en las generaciones nuevas, que conviven junto a nosotros sin conocer todavía a Jesús de Nazaret o, si lo conocen, es muy débilmente o con muchas dificultades.

sábado, 5 de octubre de 2024

DOMINGO 27º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)



Primera Lectura: Gen 2, 18-24
Salmo Responsorial: Salmo 127
Segunda Lectura: Heb 2, 9-11
Evangelio: Mc 10, 2-16

Hoy nos enfrentamos a una palabra que sacude nuestros cimientos, una palabra que interrumpe el flujo de las reflexiones sobre Jesús que veníamos haciendo con el evangelio de Marcos y nos plantea una nueva pregunta. Ya no se trata de "¿Quién es Jesús?", sino de "¿Qué es el amor?".

Esta pregunta, intrigante y actual, fuerte y misteriosa, resuena con poder en nuestro mundo, un mundo que ha perdido sus certezas y parece abrumado por la fragilidad y la confusión. Las noticias desalentadoras que llenan los noticiarios ponen a prueba incluso al cristiano más optimista.

Incluso ahora, cuando nos refugiamos en lo privado y abandonamos los grandes proyectos sociales y políticos para encerrarnos en el mundo estrecho de los afectos personales, encontramos una confusión soberana. Quienes tienen una familia a veces no la aprecian, mientras que quienes no pueden tenerla (divorciados, parejas homosexuales) la anhelan.

Se nos presenta el amor como un refugio seguro, cargado de esperanzas y expectativas, lleno de sueños y gratificaciones. Pero la realidad, una vez más, nos desafía: no basta con insistir en el enamoramiento o exaltar un amor de fusión para evitar decepciones profundas.

¿Quién puede ofrecernos una palabra que no sea banal, que tenga el sabor de la verdad y que indique con autoridad el camino a seguir? Solo Dios, que es el inventor del amor.

Excesos

Hermanos, si leemos atentamente el Génesis, que narra poéticamente la creación de la pareja humana, descubrimos un aspecto inquietante. La retórica católica ha exaltado esta historia, pero el texto revela uno de los errores más comunes entre los amantes.

El ser humano no es feliz; no le basta con conocer la realidad (simbolizada por dar nombre a los animales). Dios admite su error (¡asombroso!) y decide correr a repararlo. Decide crear para el ser humano otro ser que lo complemente y lo confronte. El hombre duerme y Dios crea a la mujer, no de la costilla, como se ha traducido erróneamente, sino dividiéndolo por la mitad.

El término usado en el texto apunta al dintel de la puerta: el hermafrodita humano está dividido en dos partes, en dos jambas que sostienen el arquitrabe. Y por esa puerta, el ser humano entra en el reino de Dios.

Pero el hombre, al despertar, no admite la diversidad; no admite que la mujer viene de Dios, sino que la llama “ésta” y dice que es un pedazo de sí mismo, en definitiva, una proyección de su ego. ¡Terrible!