Primera
Lectura: 1 Cro 15, 3-4.15-16; 16, 1-2
Salmo
Responsorial: Salmo 26
Evangelio: Lc 11, 27-28
Tradición
En la leyenda de la venida de la Virgen a Zaragoza
“en carne mortal” se trata de una piadosa tradición, según la cual, el apóstol
Santiago el Mayor se encontraba en Cesaraugusta,
a las orillas del río Ebro, junto a un pequeño grupo de conversos que habían
escuchado y creído su predicación. Pero los cesaraugustanos resultaban bastante
duros de oído y de corazón, y el apóstol se dio cuenta de que sus fuerzas
flaqueaban, y comenzaba a preguntarse si tenía algún sentido seguir predicando
el mensaje de Jesús en aquella tierra. Cuando su flaqueza, por el desánimo, le
hacía perder su entereza, vio a María, la madre de Jesús, en una gloriosa
aparición, rodeada de ángeles que, desde Jerusalén (ella aún no había muerto), que
venía para confortarle y renovar sus ánimos.
La Santísima Virgen entregó a Santiago el Pilar,
la Columna de jaspe que hoy sostiene la imagen de María, como símbolo de la
fortaleza que debía tener su fe. Esto sucedía en la madrugada del día dos de
enero del año cuarenta del siglo primero. María conversó con Santiago y le
encargó de que fuera levantado un templo en su honor, en ese mismo lugar.
Hasta aquí la tradición.
Actualidad
Si María ha sido grande en la memoria histórica de
nuestros pueblos de España y de América, es precisamente, porque Dios, en la
persona de Jesús, fue especialmente acogido en estos lugares. ¿Podemos seguir
diciendo esto actualmente, que acogemos con devoción al Señor entre nosotros?
La Virgen del Pilar, entre otros muchos
sentimientos, evoca la fortaleza de la fe. Aclamar a María, como patrona nos
tiene que interpelar en lo más hondo de nuestro ser sobre cómo vivimos nuestra
vida de cristianos. El culto a María, no se puede quedar en la belleza estética
de un rosario o de una corona enjoyada, en el esplendor de un manto o de un
templo levantado en su honor. Eso, aparte de ser expresión de la devoción de un
pueblo, sería incompleto si no nos llevase a seguir con todas las consecuencias
a Cristo Jesús, a quien María nos trae entre sus brazos.
Conforme a la tradición, la figura de la Virgen del Pilar está asociada a los inicios de la evangelización en España. De nuevo, hoy más que nunca, necesitamos de su estímulo e intercesión para construir nuevos cimientos de fe en las generaciones nuevas, que conviven junto a nosotros sin conocer todavía a Jesús de Nazaret o, si lo conocen, es muy débilmente o con muchas dificultades.