Traducir

Buscar este blog

sábado, 23 de diciembre de 2023

MISA DEL GALLO EN LA NATIVIDAD DEL SEÑOR


Primera Lectura: Is 9,1-3.5-6
Salmo Responsorial: Salmo 95
Segunda Lectura: Tit2,11-14
Evangelio: Lc 2,1-14

Renacer

Aquí está Dios, Emanuel. Pero no es exactamente lo que esperábamos.

Aunque ya nos hemos acostumbrado un poco después de dos mil años de celebraciones y villancicos.

Y si hemos tenido el coraje y la fuerza para recorrer un pequeño Adviento, tal vez, al final, mirar a esa adolescente que aprieta a su hijo con fuerza contra su pecho, también afecte nuestros corazones.

Jesús nació, en la historia, en ese pequeño pueblo de Judea, en Belén.

Realmente aquello sucedió y dejó rastro. Hoy recordamos aquel día, aquel nacimiento que fue el comienzo de un tiempo de salvación. Y hoy, sus discípulos, creemos que él volverá en la plenitud de los tiempos para dar sentido a este tiempo que vivimos.

Pero ahora, hoy, el Señor viene, renace en cada uno de nosotros, y nos hace renacer a la vida nueva. Claro, si es que tenemos el coraje de darle la bienvenida.

Ciertamente, el clima sociopolítico, las guerras, las crisis humanitarias, el vacío existencial de nuestro mundo no ayuda.

¿Qué Navidad es una Navidad en semejante ambiente? Tal vez tengamos respuesta mirando a María y José.

Un establo

José tuvo que abandonar el taller por el capricho de un emperador que quiere recontar sus súbditos, y tuvo que hacer un viaje de tres días, llevando con él a su joven prometida que estaba a punto de dar a luz.

María todavía remueve en su corazón aquella tarde cuando se encontró con un ángel. Y aquella barriga dilatada y prominente está ahí para decir que lo inaudito de Dios se está haciendo presente. Pero de ángeles, por ahora, ni sombra.

Los pastores se están preparando para afrontar otra noche fría, al aire libre, cavilando sobre su inútil vida de sacrificio y de desprecio de los otros.

Un grupo de magos persas se dirige hacia Jerusalén y quieren ver si sus complejos cálculos astrales han sido correctos para poder rendir homenaje al rey de los judíos.

Simeón, un anciano, se está preparando para subir al templo. Han pasado muchos años por él y ha visto ya muchas cosas, pero la salvación no está entre ellas.  Y tiene la sensación de haber esperado en vano, lo que es difícil de soportar a esas edades de la vida.

Son todo historias que se hacen muy cuesta arriba. Como las nuestras.

Y Dios viene siempre en un establo. Viene siempre en tiempos difíciles y de lucha. Viene siempre cuando ya no se espera más.

Si hay algún regalo, solo uno, que pueda traernos esta sociedad metida en una crisis, hija de los errores de nuestro mundo, cegada por las ganancias y el poder, envuelta en guerras sin fin, un mundo que no parece estar dispuesto a cambiar de rumbo es comprender que la verdad se vuelve más clara en el sufrimiento.

Abrumados

Sin embargo, todos los demás personajes de la Navidad andan locos con ellos mismos y con sus cosas.

Está abrumado César Augusto Octavio, el hijo adoptivo de Julio César, el que se encontraba a la cabeza del mundo conocido en ese momento. El que pacificó al Imperio con la espada y sin escrúpulos; el que, sin amigos y sin familia, ve a su hija enviada al exilio porque estaba conspirando contra él, y mira a la gloria inútil de Roma desde lo alto de su palacio. El que puso su sello en uno de los muchos edictos que le presentó su secretario: entre ellos, un censo en las provincias de Siria.

Herodes también está abrumado por los acontecimientos, el rey idumeo puesto allí por Roma, odiado y despreciado por sus súbditos a pesar del inmenso esfuerzo que hizo para reconstruir el templo. Feroz más allá de todo límite, lleno de sospechas, hizo matar a sus hijos por temor a un complot. Ahora le han dicho que viene un rey que le va a hacer competencia. Herodes fue el primero de los que piensan que Dios es un oponente de los hombres.

La buena gente de Jerusalén está abrumada, perturbada por la noticia de los magos de Oriente que acaban de llegar y más preocupada con el nuevo templo que están estrenando. ¡Qué necesidad hay ahora de un Mesías!

Los escribas y sacerdotes consultan las profecías e identifican el lugar de nacimiento del Mesías: en Belén, a solo ocho kilómetros del templo. Pero no salen a ver lo que pasa. Son de los muchos que hacen de la religión una inútil prisión donde vivir.

Todos están abrumados por ellos mismos y por sus circunstancias. No salen, no se ponen en marcha recociéndose en su propia salsa. Simplemente van haciéndose rancios y resignados a su destino.

Y si

En cambio, si nos ponemos en marcha, si tenemos el coraje, hoy, de permanecer en silencio y oración ante a un pesebre, aún podemos hacer de nuestra vida una cuna, un lugar en que acoger a este Dios tan incómodo que nace.

Porque el que Dios nazca es una provocación.

La vida no debe ser tan mala si Dios habita en ella. Y Dios todavía no se ha cansado del ser humano si Él mismo se hace hombre. Dios viene. Él es el hombre nuevo que no existía, el que tenía que venir.

Llega la luz, pero la oscuridad no quiere darle la bienvenida, ni entonces ni tampoco hoy.

Sin embargo,

* si nos atrevemos a renacer.  * si todavía apostamos por la vida.

* si dejamos que venga este Dios recién nacido, que nos sacude, nos sonroja y nos pide que nos hagamos cargo de él… entonces realmente será Navidad, el nacimiento de una nueva vida.

Aunque a nosotros, al contrario, nos gustaría un Dios que resolviera nuestros problemas, ¡no que nos los dé!

Dios está aquí. Emanuel, Dios con nosotros. Aceptarlo o ignorarlo es lo que marca la diferencia. Yo ya he hecho mi elección hace algún tiempo y quiero hoy hacerla de nuevo. Espero que tú, que vosotros también.

Un abrazo y una felicitación especial para cada uno en esta Navidad. Un abrazo compartiendo la esperanza, la gracia, la alegría y la paz que Dios nos da por puro amor. “Ha aparecido la gracia de Dios…” ¡Feliz Navidad!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.