Renacer
Aquí está Dios, Emanuel. Pero no es exactamente lo que esperábamos.
Aunque
ya nos hemos acostumbrado un poco después de dos mil años de celebraciones y
villancicos.
Y
si hemos tenido el coraje y la fuerza para recorrer un pequeño Adviento, tal
vez, al final, mirar a esa adolescente que aprieta a su hijo con fuerza contra
su pecho, también afecte nuestros corazones.
Jesús
nació, en la historia, en ese pequeño pueblo de Judea, en Belén.
Realmente
aquello sucedió y dejó rastro. Hoy recordamos aquel día, aquel nacimiento que
fue el comienzo de un tiempo de salvación. Y hoy, sus discípulos, creemos que
él volverá en la plenitud de los tiempos para dar sentido a este tiempo que
vivimos.
Pero
ahora, hoy, el Señor viene, renace en cada uno de nosotros, y nos hace renacer
a la vida nueva. Claro, si es que tenemos el coraje de darle la bienvenida.
Ciertamente,
el clima sociopolítico, las guerras, las crisis humanitarias, el vacío
existencial de nuestro mundo no ayuda.
¿Qué
Navidad es una Navidad en semejante ambiente? Tal vez tengamos respuesta
mirando a María y José.
Un establo
José
tuvo que abandonar el taller por el capricho de un emperador que quiere recontar
sus súbditos, y tuvo que hacer un viaje de tres días, llevando con él a su
joven prometida que estaba a punto de dar a luz.
María
todavía remueve en su corazón aquella tarde cuando se encontró con un ángel. Y aquella
barriga dilatada y prominente está ahí para decir que lo inaudito de Dios se
está haciendo presente. Pero de ángeles, por ahora, ni sombra.
Los
pastores se están preparando para afrontar otra noche fría, al aire libre, cavilando
sobre su inútil vida de sacrificio y de desprecio de los otros.
Un
grupo de magos persas se dirige hacia Jerusalén y quieren ver si sus complejos
cálculos astrales han sido correctos para poder rendir homenaje al rey de los
judíos.
Simeón,
un anciano, se está preparando para subir al templo. Han pasado muchos años por
él y ha visto ya muchas cosas, pero la salvación no está entre ellas. Y tiene la sensación de haber esperado en vano,
lo que es difícil de soportar a esas edades de la vida.
Son
todo historias que se hacen muy cuesta arriba. Como las nuestras.
Y Dios viene siempre en un establo. Viene siempre en tiempos difíciles y de lucha. Viene siempre cuando ya no se espera más.
Si
hay algún regalo, solo uno, que pueda traernos esta sociedad metida en una crisis,
hija de los errores de nuestro mundo, cegada por las ganancias y el poder,
envuelta en guerras sin fin, un mundo que no parece estar dispuesto a cambiar
de rumbo es comprender que la verdad se vuelve más clara en el sufrimiento.
Abrumados
Sin
embargo, todos los demás personajes de la Navidad andan locos con ellos mismos
y con sus cosas.
Está
abrumado César Augusto Octavio, el hijo adoptivo de Julio César, el que se
encontraba a la cabeza del mundo conocido en ese momento. El que pacificó al
Imperio con la espada y sin escrúpulos; el que, sin amigos y sin familia, ve a
su hija enviada al exilio porque estaba conspirando contra él, y mira a la
gloria inútil de Roma desde lo alto de su palacio. El que puso su sello en uno
de los muchos edictos que le presentó su secretario: entre ellos, un censo en
las provincias de Siria.
Herodes
también está abrumado por los acontecimientos, el rey idumeo puesto allí por
Roma, odiado y despreciado por sus súbditos a pesar del inmenso esfuerzo que
hizo para reconstruir el templo. Feroz más allá de todo límite, lleno de sospechas,
hizo matar a sus hijos por temor a un complot. Ahora le han dicho que viene un
rey que le va a hacer competencia. Herodes fue el primero de los que piensan
que Dios es un oponente de los hombres.
La
buena gente de Jerusalén está abrumada, perturbada por la noticia de los magos
de Oriente que acaban de llegar y más preocupada con el nuevo templo que están
estrenando. ¡Qué necesidad hay ahora de un Mesías!
Los
escribas y sacerdotes consultan las profecías e identifican el lugar de
nacimiento del Mesías: en Belén, a solo ocho kilómetros del templo. Pero no
salen a ver lo que pasa. Son de los muchos que hacen de la religión una inútil prisión
donde vivir.
Todos
están abrumados por ellos mismos y por sus circunstancias. No salen, no se ponen
en marcha recociéndose en su propia salsa. Simplemente van haciéndose rancios y
resignados a su destino.
Y si
En
cambio, si nos ponemos en marcha, si tenemos el coraje, hoy, de permanecer en silencio
y oración ante a un pesebre, aún podemos hacer de nuestra vida una cuna, un
lugar en que acoger a este Dios tan incómodo que nace.
Porque
el que Dios nazca es una provocación.
La
vida no debe ser tan mala si Dios habita en ella. Y Dios todavía no se ha
cansado del ser humano si Él mismo se hace hombre. Dios viene. Él es el hombre
nuevo que no existía, el que tenía que venir.
Llega
la luz, pero la oscuridad no quiere darle la bienvenida, ni entonces ni tampoco
hoy.
Sin
embargo,
*
si nos atrevemos a renacer. * si todavía
apostamos por la vida.
*
si dejamos que venga este Dios recién nacido, que nos sacude, nos sonroja y nos
pide que nos hagamos cargo de él… entonces realmente será Navidad, el nacimiento
de una nueva vida.
Aunque
a nosotros, al contrario, nos gustaría un Dios que resolviera nuestros
problemas, ¡no que nos los dé!
Dios
está aquí. Emanuel, Dios con nosotros. Aceptarlo o ignorarlo es lo que marca la
diferencia. Yo ya he hecho mi elección hace algún tiempo y quiero hoy hacerla de
nuevo. Espero que tú, que vosotros también.
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