Como María de Betania, podemos hacer la experiencia espléndida de sentarnos a escuchar al Maestro. El corazón descubre entonces una dimensión nueva, un camino que le pone en comunión íntima con Dios.
No se trata de "oír voces" sino del descubrimiento de ese océano de gracia en el cual navegamos sin saberlo. La vida interior, el silencio contemplativo, el encuentro con Dios pasa por la experiencia de la oración.
Lamentablemente, el corazón humano tiende a manipular esta experiencia sublime, convirtiéndola en repeticiones mecánicas o en un último recurso ante las dificultades. “Acordarse de santa Bárbara cuando truena”.
La Palabra de Dios nos ayuda a comprender qué es verdaderamente la oración según el corazón de Dios.
La oración es amistad
El Génesis nos revela el rostro misericordioso de Dios. Sodoma y Gomorra son dos ciudades violentas y depravadas, y Dios decide destruirlas, entregándolas a su propia suerte. Abraham intercede por Sodoma ante Dios, buscando un acuerdo misericordioso. Si hubiera cinco justos, toda la ciudad se salvaría. Pero Sodoma será destruida porque no se llegaron a encontrar ni cinco justos siquiera.
La oración es diálogo íntimo con Dios, intercambio confiado, acuerdo filial. No es una lista de peticiones ni una fórmula mágica, ni mucho menos un intento de corromper al Señor en beneficio propio. La oración está constituida por la escucha atenta de Dios y la intercesión por el mundo, no solo por nuestras necesidades.
La oración es confianza
Jesús nos revela el rostro del Padre: es a Él a quien dirigimos nuestra oración. No a un déspota, sino al Padre que nos trata como a Jesús, su Hijo amado. Un buen Padre conoce lo que necesita su hijo.
Muchas oraciones no son escuchadas porque se dirigen a un padrastro, o a un tutor antipático al que tenemos pedir algo que pensamos que se nos debe, y no las dirigimos al Padre verdadero. La oración que Jesús nos enseñó está llena de sabiduría práctica, ternura, confianza y realismo.
La oración es perseverante
Como la viuda de la parábola (Lc 18), el Señor nos invita a perseverar. Jesús está seguro: si pedimos recibiremos, si nos encomendamos al Señor seremos acogidos en el abrazo del Padre.
Pero ¿de verdad es a un Padre al que nos dirigimos con confianza y constancia?
Muchos dicen: "He orado mucho y jamás he sido escuchado". San Agustín ya respondió a esta pregunta: no somos escuchados porque pedimos mal o porque lo que pedimos no es nuestro verdadero bien. Si Dios tarda es para que nos vayamos identificando con su voluntad. Jesús nos enseña: "hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo."
Si oramos con perseverancia, no cambiamos la voluntad de Dios sino que nos cambiamos nosotros. Mejor decir: nunca conseguí lo que pedía, pero siempre conseguí lo que necesitaba. La oración es la respiración de la esperanza.
¿Por qué no?
¿Por qué no aprendemos a orar bien? Nunca es tarde.
La oración necesita que seas tal como eres, devoto o alejado, santo o pecador, pero siempre auténtico. Pero siempre ha de ser un “tú” dialogante y verdadero, no algo fingido, ni de fachada. El Señor te ama tal como eres.
La oración necesita tiempo: cinco minutos, para empezar; un tiempo en el que no estés aturdido o distraído, apagando el móvil y aislándote. La oración necesita un lugar: tu habitación, el autobús, un alto en el trabajo, un momento de paseo. La oración necesita una palabra que escuchar: mejor si es el Evangelio del día, para leerlo con calma y saborearlo. La oración necesita una palabra que decir: las personas con que me encuentro, las cosas que me angustian, un “gracias” dirigido a Dios por los acontecimientos de la vida. La oración necesita una palabra que vivir: ¿qué cambia después de orar?
Amigos, que venga sobre nosotros el Espíritu prometido, que nos permite contemplar con mirada diferente lo que creemos indispensable. El Espíritu que nos hace comprender que quizás lo que vemos como obstáculo insuperable ni siquiera lo sea.
Porque, en la oración, descubriremos que nada puede impedirnos decir con verdad y confiadamente: tú, Señor, eres el Padre Nuestro a quien alabamos y en quien confiamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.