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sábado, 6 de agosto de 2022

DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)

Tened encendidas las lámparas (Lc 12, 35)


Primera Lectura: Sab  8, 6-9
Salmo Responsorial: Salmo 33
Segunda Lectura: Heb 11, 1-2. 8-19
Evangelio: Lc 12, 35-40

En el corazón del verano, Jesús nos refuerza y anima. Aunque seamos un pequeño rebaño de ovejas perdidas y asustadas, al Padre le gusta darnos su Reino.

Al confiar en Jesús, el pastor, evitamos seguir a los muchos pastores falsos que sólo nos alquilan el pasto y a los que no interesamos nada, y seguimos al espléndido pastor de ovejas, el único que nos puede llevar a la plenitud de la vida.

Seguirlo a Él es la aventura más hermosa de la vida, lo único en lo que realmente merece la pena invertir. Dejemos de lado la ansiedad por cualquier tipo de posesión (ya sea económica, emocional, 0 relacional), razonemos bien antes de invertir energías y sueños en cosas que jamás podrán llenar el corazón.

Lo podemos haber visto un montón de veces a lo largo de la vida: hombres y mujeres que persiguen sueños imposibles, que escalan muros verticales, o se dan de bofetadas por alcanzar una meta de trabajo, de dinero, o de relación. Y, al final, más allá del entusiasmo y de la euforia, permanece un regusto amargo, porque el corazón todavía exige más emociones, más esfuerzo, y más descubrimientos. Como cuando uno va a la montaña, y ve, a menudo, que una colina oculta otra pendiente, y otra cima.

Si somos honestos, hemos de reconocer que no es nada fácil llenar la ansiedad que habita en nuestros corazones.

Preparaos

Estad preparados, nos advierte Jesús. Estate listo para moverte, listo para poner en discusión cualquier resultado, cualquier certeza, especialmente si se refiere a cuestiones religiosas o de fe. Si hemos entendido que nuestro corazón está hecho para el infinito y buscamos el infinito, estemos listos para buscar siempre infinitamente.

Ésta es la actitud saludable del discípulo de Jesús, la conciencia del “ya pero todavía no” de la salvación.

- Ya conozco a Dios, pero aún no lo tengo.

- Ya he experimentado una experiencia afectiva maravillosa, pero sé que ningún amor llena mi corazón de manera definitiva.

- Ya he descubierto, a la luz del Evangelio, cuánta gracia y luz interior llenan mi corazón, pero aún me quedan momentos de desesperación y oscuridad.

- Ya entiendo quién soy, pero todavía no sé quién seré.

Es una tensión sana y hermosa la que nos lleva a lo esencial, que nos separa de la pesadez de la vida cotidiana, y que nos devuelve al realismo de la vida.

El Maestro nos pide que estemos listos, y nosotros, sin embargo, acampamos en la noche. ¡Necesitamos mucha fe!

Nómadas

Al igual que Israel, cuyas obras, enfatizadas y mitificadas, hemos escuchado en la primera lectura, también nosotros estamos llamados a salir de la esclavitud, de toda esclavitud, y a aprender a confiar en Dios en el desierto.

Somos esclavos de la idea que nos formamos de nosotros mismos; somos esclavos y estamos preocupados por la imagen que tenemos que dar a los demás, esclavos de las falsas necesidades que nos crea la publicidad… esclavos de tantas cosas…

Pero, además, podemos redescubrir, a la luz de la palabra, que el ser humano o es un buscador o no es; que el ser humano es un mendigo o no es; que el ser humano está permanentemente en camino interior o no es humano.

La vida, cualquier vida, es una progresiva liberación interior. ¡Necesitamos mucha fe!

Como Abraham

Abraham escuchó su voz interior. No era un hombre joven perdido en delirios místicos: era un hombre realizado, no trastornado por pasiones impetuosas. Era un hombre probado por la vida, desilusionado y que, sin embargo, sentía un atractivo irreprimible por la interioridad.

¡Loco Abraham, que dejará toda certeza y su rol social para seguir un instinto interior, y así pudo encontrarse de nuevo! Y este gesto de su voluntad será inmensamente fructífero, porque se va a convertir en el padre de todos los que buscamos a Dios.

Necesitamos ir al interior, caminar hacia uno mismo y sentir el corazón. Salgamos de nuestra tierra y vayamos hacia nosotros mismos. Descubrámonos a nosotros mismos, en profundidad, como auténticos caminantes.

Incluso, aunque creamos que hemos vivido ya lo suficiente, o que hemos sufrido demasiado, o que ya hemos hecho todas las elecciones de vida posibles. Todos somos extraordinariamente libres y capaces de iniciar nuevos caminos incluso cuando todo parece decidido, equivocado, o inamovible. Caminemos.

La espera

Así, la vida se hace una espera inquieta, la espera del regreso del padre que regresa de la boda. Toda vida, la tuya y la mía, es una espera.

La espera de un sentido de la vida, la espera de superar el dolor, la espera de una clave para entender la vida, la espera de una persona a quien amar, o de un hijo quien estrujar y besar, la espera de un mundo mejor, y de una luz infinita que ilumine  los miedos. La espera de Dios.

El ser humano es el único ser vivo capaz de esperar, de mirar, de insistir, de creer.

A menudo, en la noche - en el largo y macizo silencio de la noche -  sentimos que nuestra fe crece, que nos abandonamos a nuestro corazón, que comprendemos lo que es esencial para nosotros. En la noche, como los centinelas que esperan el amanecer, nos convertimos en creyentes y discípulos. Cuando las rodillas flaquean, cuando el esfuerzo es tan grande, cuando parece que ya nada podemos esperar, cuando la desesperación presiona el umbral del corazón, podemos mirar a los testigos, a los padres de la fe, a tantos, tantísimos, que, como nosotros, han creído en la noche y, finalmente, vieron la luz.

La fe, es ese misterioso “ya, pero todavía no”, ese silencio clamoroso y ensordecedor, esa noche luminosa. Estemos, pues, vigilantes en la noche.

 

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