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martes, 30 de diciembre de 2014
viernes, 28 de noviembre de 2014
Cardenal Tarancón: 20 años
Hace 20 años que murió el Cardenal Vicente E. Tarancón. Señero hombre de Iglesia en el post concilio y servidor de la convivencia en España en los tiempos de la Transición.
La homilía en la Misa de Coronación del Rey Juan Carlos I es una pieza excelente de proclamación de fe en Dios y de convivencia humana. Valores que, a casi 40 años vista, parecen estar bastante ausentes en nuestra sociedad.
CARDENAL TARANCÓN
HOMILIA EN LA CORONACION DEL REY
(Pronunciada en la Iglesia Parroquial de San Jerónimo el Real
la mañana del 27 de noviembre de 1975)
HOMILIA EN LA CORONACION DEL REY
(Pronunciada en la Iglesia Parroquial de San Jerónimo el Real
la mañana del 27 de noviembre de 1975)
Majestades.
Excelentísimos señores de las Misiones
Extraordinarias.
Excelentísimo señor Presidente del Gobierno.
Excelentísimo señor Presidente de las Cortes y
del Consejo del Reino.
Excelentísimos señores.
Hermanos:
Habéis querido, Majestad, que invoquemos con Vos
al Espíritu Santo en el momento en que accedéis al Trono de España. Vuestro
deseo corresponde a una antigua y amplia tradición: la que a lo largo de la historia
busca la luz y el apoyo del Espíritu de sabiduría en la coronación de los Papas
y de los Reyes, en la convocación de los Cónclaves y de los Concilios, en el
comienzo de las actividades culturales de Universidades y Academias, en la
deliberación de los Consejos.
Y no se trata, evidentemente, de ceder al peso
de una costumbre: En Vuestro gesto hay un reconocimiento público de que nos
hace falta la luz y la ayuda de Dios en esta hora. Los creyentes sabemos que,
aunque Dios ha dejado el mundo a nuestra propia responsabilidad y a merced de nuestro
esfuerzo y nuestro ingenio, necesitamos de Él, para acertar en nuestra tarea;
sabemos que aunque es el hombre el protagonista de su historia, difícilmente
podrá construirla según los planes de Dios, que no son otros que el bien de los
hombres, si el Espíritu no nos ilumina y fortalece. Él es la luz, la fuerza, el
guía que orienta toda la vida humana, incluida la actividad temporal y
política.
Esta petición de ayuda a Dios subraya, además,
la excepcional importancia de la hora que vivimos y también su extraordinaria dificultad.
Tomáis las riendas del Estado en una hora de tránsito, después de muchos años
en que una figura excepcional, ya histórica, asumió el poder de forma y en
circunstancias extraordinarias. España, con la participación de todos y bajo
Vuestro cuidado, avanza en su camino y será necesaria la colaboración de todos,
la prudencia de todos, el talento y la decisión de todos para que sea el camino
de la paz, del progreso, de la libertad y del respeto mutuo que todos deseamos.
Sobre nuestro esfuerzo descenderá la bendición de quien es el «dador de todo bien».
Él no hará imposibles nuestros errores, porque humano es errar; ni suplirá
nuestra desidia o nuestra inhibición, pero sí nos ayudará a corregirlos,
completará nuestra sinceridad con su luz y fortalecerá nuestro empeño.
Por eso hemos acogido con emocionada
complacencia este Vuestro deseo de orar junto a Vos en esta hora. La Iglesia se
siente comprometida con la Patria. Los miembros de la Iglesia de España son
también miembros de la comunidad nacional y sienten muy viva su responsabilidad
como tales. Saben que su tarea de trabajar como españoles y de orar como
cristianos son dos tareas distintas, pero en nada contrapuestas y en mucho
coincidentes. La Iglesia, que comprende, valora y aprecia la enorme carga que
en este momento echáis sobre Vuestros hombros, y que agradece la generosidad
con que os entregáis al servicio de la comunidad nacional, no puede, no podría
en modo alguno regatearos su estima y su oración.
domingo, 9 de noviembre de 2014
DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN (9 de noviembre)
Primera Lectura: Ez 47,1-2.8-9.12
Salmo Responsorial:
Salmo 45
Segunda Lectura: 1Cor 3,9c-11.16-17
Evangelio: Jn 2, 13-22
San Pedro del Vaticano no es la Catedral de
Roma, como muchos piensan, sino San Juan de Letrán. Y hoy la Iglesia celebra la
dedicación de la Basílica que es reconocida como "madre" de todas las
basílicas del mundo, la primera entre todas las catedrales. Recordar la fecha
de la dedicación, es decir de la consagración de la Basílica, recuerda a todas
las Iglesias locales la primacía de la Iglesia de Roma. Roma es la primera
entre iguales porque ha tenido el honor de tener como primer responsable a
Pedro. Pero, como recuerda san Gregorio Magno, uno de los grandes papas de la
historia, es la primera sobre todo en el servicio a los pobres y en la custodia
de la verdad.
Iglesia e
iglesias
Es curiosa la fiesta de hoy: en todo el mundo
los cristianos de la Iglesia Romana celebramos la dedicación de la Catedral de
Roma, como si fuera la propia y celebrarla en domingo, como hoy sucede, adquiere
un aspecto de reflexión particular. La razón de esta fiesta es sencilla, la
liturgia nos recuerda el papel central de la Iglesia de Roma en nuestra
experiencia y el papel de las iglesias (con minúscula), de los lugares de culto,
para los cristianos.
¿Qué es la Iglesia? Espontáneamente nos viene pensar
en un lugar, en un templo, ¿no es verdad? Por otra parte, la historia del arte
nos presenta escenarios extraordinarios, competiciones de belleza, catedrales
que desafían el tiempo para dar gloria y alabanza a Dios. En el cristianismo,
como en cada cultura y civilización, el arte expresa todo lo mejor de sí mismo cuando
trata de alcanzar Dios, cuando trata de expresar el concepto absoluto de
belleza. Pero, amigos, la iglesia, el templo, tiene sentido solo si contiene en
ella una Iglesia (con mayúscula), es decir una comunidad (ekklesía). La visión
cristiana del templo es bastante desacralizadora: no existen lugares que contengan
a Dios, sino lugares que contienen una comunidad que alaba Dios. Por tanto
nuestras iglesias son una referencia continua a la Iglesia formada por personas
vivas. Más aún: el riesgo de reducir a museos nuestros lugares de culto es muy real
y esto nos tiene que espolear a construir la comunidad.
¿Qué es la Iglesia? Es el sueño de Dios, es decir, hermanos y
hermanas reunidos por su Palabra que, poniendo sus dones y talentos al servicio
del Reino, construyen un lugar en el mundo para hacer presente el amor de Dios.
Dicho así es poético y bonito; luego, en lo concreto, nos estrellamos con
nuestra frágil experiencia de comunidad. Comunidades cansadas administradas
semidespóticamente por sacerdotes demasiado atados a su rol clerical, comunidades-hotel
que son vividas como una institución distribuidora de servicios; comunidades-fantasma
de nuestras ciudades en las que, quién participa, sólo pide ser dejado en paz para
cumplir con sus propias devociones. Esto no es así, amigos.
sábado, 1 de noviembre de 2014
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS (1 de noviembre)
Salmo responsorial:
Salmo 23
Segunda lectura: 1Jn 3,1-3
Evangelio: Mt 5, 1-12a
Hoy la Iglesia celebra en una única fiesta la
santidad que Dios derrama sobre las personas que confían en él. ¡Una fiesta
extraordinaria, que hace crecer en nosotros el deseo de imitar a los santos en
su amistad con Dios!
¡Qué
bonito convertirse en santo! Ciertamente no por las imágenes y los devotos que
encienden cirios a sus pies.... Sino porque llegar a ser santo significa
realizar el proyecto que Dios tiene sobre nosotros, significa convertirse en la
obra maestra que él ha pensado para nosotros. Dios cree en nosotros y nos
ofrece todos los elementos para convertirnos en santos, como él es Santo. Sólo
Dios es Santo, pero desea compartir esta santidad con nosotros. ¡La santidad,
como diría santa Teresa de Lisieux, no consiste en hacer cosas extraordinarias,
sino en hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias!
Hoy es la fiesta de nuestro destino, de nuestra
llamada. La Iglesia en camino, hecha de santos y pecadores, nos invita a fijarnos
en la verdad profunda de cada persona: tras cada mirada, dentro de cada uno de
nosotros, se esconde un santo en potencia. Cada uno de nosotros nace para realizar
el sueño de Dios y nuestro puesto es insustituible en este mundo.
El santo es el que ha descubierto este destino y
lo ha realizado; mejor aún: se ha dejado hacer, ha dejado que Dios tome posesión
de su vida.
El santo
La santidad que celebramos es la de Dios y,
acercándonos a él, primero somos
seducidos y después contagiados. La Biblia a menudo habla de Dios y de su
santidad, de su amor perfecto, de equilibrio, de luz, de paz. Él es el Santo,
el totalmente otro, pero la Escritura nos revela que Dios desea fuertemente
compartir la santidad con su pueblo.
Dios ya nos ve santos, ve en nosotros la
plenitud que ni siquiera nos atrevemos a imaginar, conformándonos con nuestras
mediocridades.
No hay más que una tristeza: la de no ser
santos. ¡Qué gran verdad!
El santo es todo lo que de más bello y noble
existe en la naturaleza humana; en cada uno de nosotros existe la nostalgia de la
santidad, de lo que somos llamados a ser: escuchemos esa llamada, esa nostalgia.
Saquemos a los santos de las hornacinas de la devoción en las que los hemos
desterrado y convirtámoslos en nuestros amigos y consejeros, en nuestros
hermanos y maestros, repongámoslos en la cotidianidad de nuestra vida,
escuchémoslos cuando nos sugieran el recorrido que nos lleva hacia la plenitud
de la felicidad. Los que han vivido a Dios en su totalidad desean vivamente que
también nosotros experimentemos la inmensa alegría que ellos han vivido.
domingo, 19 de octubre de 2014
DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)
Primera Lectura: Is 45, 1.4-6
Salmo Responsorial: Salmo 96
Segunda Lectura: 1Tes1,1-5
Evangelio: Mt 22, 15-21
¿César o
Dios?
“Al César
lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pocas palabras de
Jesús habrán sido tan citadas como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada
y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta de Nazaret, defensor de los
pobres.
¡Cuántas veces esta frase de Jesús ha sido usada
para justificar las más diversas tomas de posición! La han usado los gobiernos
laicos para sustentar su autonomía respecto a la injerencia de la Iglesia. La
ha usado la Iglesia para defender la legitimidad de la institución en el seno del
Estado. Pero también la han usado los gobiernos anticlericales para justificar sus
propias y discutibles acciones.
Y algún Papa también, en plan de delirio de
omnipotencia, para justificar sus propias reivindicaciones de las cosas
terrenales, la política incluida.
Como siempre ocurre, tenemos que tener el ánimo
de tomar la Palabra como es, insertándola en su contexto, tratando de entender lo
que el Señor quiere decirnos, en este caso, con la afirmación de Jesús que no
deja de ser enigmática.
Obstáculo
La primera cosa que Mateo nos hace notar en el
evangelio de hoy es que la pregunta está hecha para poner a Jesús en
dificultad: es una verdadera trampa lo que se esconde tras la pregunta de sus
oponentes.
El pueblo de Israel, desde hace casi un siglo,
vivía bajo la dominación romana, unas veces más presente y opresiva, otras, como
en el momento en que vivió Jesús, más discreta. ¡Pero, en una y otra situación,
cada sujeto del imperio tenía que pagar un impuesto al menos una vez al año y
nadie quiere pagar impuestos, faltaría más, sobre todo si luego acaban en manos
de un gobierno considerado invasor y opresor!
miércoles, 1 de octubre de 2014
domingo, 28 de septiembre de 2014
Papa Francisco a los jesuitas en los 200 años de la Restauración de la Compañía de Jesús
El
27 de septiembre de 2014, el Papa presidió las Vísperas de Acción de Gracias
por la Restauración de la Compañía de Jesús, hace 200 años. Estas son las palabras
dirigidas a los jesuitas en el transcurso de la celebración:
La Compañía distinguida con el
nombre de Jesús ha vivido tiempos difíciles, de persecución. Durante el generalato
del p. Lorenzo Ricci "los enemigos de la Iglesia llegaron a obtener la
supresión de la Compañía" (Juan Pablo II, Mensaje al p. Kolvenbach, 31 de
julio de 1990) por parte de mi predecesor Clemente XIV. Hoy, recordando su
reconstitución, estamos llamados a recuperar nuestra memoria, recordando los
beneficios recibidos y los dones particulares (cf Ejercicios Espirituales,
234). Hoy quiero hacerlo aquí con ustedes.
En tiempos de tribulaciones y
turbación se levanta siempre una polvareda de dudas y de sufrimientos, y no es
fácil seguir adelante, proseguir el camino. Sobre todo en los tiempos difíciles
y de crisis llegan tantas tentaciones: detenerse a discutir las ideas, a
dejarse llevar por la desolación, concentrarse en el hecho de ser perseguidos y
no ver nada más.
Leyendo las cartas del p. Ricci
me impactó una cosa: su capacidad para no dejarse sujetar por estas tentaciones
y de proponer a los jesuitas, en el tiempo de la tribulación, una visión de las
cosas que los arraigaba aún más a la espiritualidad de la Compañía.
El p. General Ricci, que
escribía a los jesuitas de entonces, viendo las nubes que se espesaban en el
horizonte, los fortalecía en su pertenencia al cuerpo de la Compañía y a su
misión. He aquí: en un tiempo de confusión y turbación hizo discernimiento. No
perdió el tiempo para discutir ideas y quejarse, sino que se hizo cargo de la
vocación de la Compañía.
Y esta actitud ha llevado a los
jesuitas a experimentar la muerte y resurrección del Señor. Antes de la pérdida
de todo, incluso de su identidad pública, no opusieron resistencia a la
voluntad de Dios, no opusieron resistencia al conflicto, tratando de salvarse a
sí mismos. La Compañía -y esto es hermoso- vivió el conflicto hasta el final,
sin reducirlo: vivió la humillación con Cristo humillado, obedeció. Nunca se
salva uno del conflicto con la astucia y con estratagemas para resistir. En la
confusión y ante la humillación, la Compañía prefirió vivir el discernimiento
de la voluntad de Dios, sin buscar una salida al conflicto de modo aparentemente
tranquilo.
domingo, 21 de septiembre de 2014
DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)
Primera Lectura: Is 55, 6-9
Salmo Responsorial: Salmo 144
Segunda Lectura: Flp 1, 20-27
Evangelio: Mt 20, 1-16
Difícil historia la del perdón. Una reflexión
ácida, dura, que nos inquieta por dentro. El perdón es laborioso, serio, exige una
conversión radical. Sin embargo en el perdón se juega gran parte de la
credibilidad del cristianismo. El perdón que trastorna la violencia, que se
vuelve profecía de un mundo nuevo, que redibuja el rostro humano, transformándolo
en imagen de Dios, devolviéndolo a su rostro auténtico.
La comunidad cristiana, con su modo de
entretejer relaciones, con su capacidad de discutir (¡ y pelear!) de “otra” manera,
con su capacidad de tomar en serio la suerte de cada hermano, se convierte en una
anticipación del mundo nuevo.
Todo esto en teoría, porque pasados ya trece años
del atentado a las torres gemelas el mundo sigue viviendo en la inquietud y en
la violencia, incapaz de convertirse a lo que es obvio: que sólo en el perdón y
en la aceptación de la diversidad podremos vivir una vida provechosa para todos.
En cada uno de nosotros, hay un pequeño déspota
que quisiera ser el dictador de los demás.
Hemos sobrevivido a dos semanas de Palabra de
Dios urticante, y hoy nos encontramos con la parábola del dueño de la viña, que
nos muestra la lógica de la gratuidad total, completamente diferente a la
lógica basada en los méritos.
Incomprensible
La actitud del dueño de la viña es ciertamente incomprensible:
la viña tiene mucha tarea, es grande y necesita muchos obreros para poder llevar
a cabo la vendimia. Sale a la calle pronto, por la mañana, para contratar a los
primeros obreros. Cuando ve que todavía no bastan, vuelve para buscar más obreros
y establece con ellos "lo que es justo" como recompensa del trabajo.
domingo, 14 de septiembre de 2014
EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ (14 de septiembre)
Primera Lectura: Num 21,4b-9
Salmo Responsorial:
Salmo 77
Segunda Lectura: Flp 2,6-11
Evangelio: Jn 3, 13-17
Tenemos mucha razón al sentirnos
cansados muchas veces, incluso atormentados, ante tanto sufrimiento y dolor, no
sólo viendo el mundo que nos rodea, sino también en nuestro interior y en lo
más cercano y querido: el sufrimiento en nuestras familias y nuestros amigos.
Dios nos cura por dentro, en nuestro más profundo interior, cierto, pero ¿por
qué tanto sufrimiento inútil?
La fiesta de la exaltación de la
santa cruz, que hoy reemplaza la del domingo, creo que puede ayudarnos.
Historia
Es una fiesta que nace de un hecho
histórico: la reina Elena, madre de Constantino,
el primer emperador convertido a la fe, aprovechó su posición para organizar
una imponente peregrinación a Tierra Santa con la bendición y mucho dinero, de
su hijo. Su devoción la empujó a visitar todos los lugares en que se mantuvo la
memoria de la presencia del Señor - guardados con devoción por los discípulos
durante tres siglos - y a ordenar la construcción de imponentes basílicas.
Sobre el lugar de la crucifixión había surgido un templo pagano que la reina no
titubeó a hacer demoler hasta encontrar la colina del Gólgota y las tumbas
adyacentes.
Según una piadosa tradición, en una
de las cisternas contiguas a las excavaciones se encontraron cruces, entre las
cuales presuntamente estaba la de Jesús que fue llevada triunfalmente a
Constantinopla, un día 14 de septiembre.
Este descubrimiento suscitó gran sensación
y las comunidades cristianas, en veinte años, pasaron de ser perseguidas a ver la
cruz del Señor llevada triunfalmente a Constantinopla. Hoy, para nosotros esto
es ocasión de una seria reflexión sobre la cruz.
Fiesta
La fiesta que hoy celebramos los
cristianos es incomprensible y hasta disparatada para quien desconoce el
significado de la fe cristiana en el Crucificado. ¿Qué sentido puede tener
celebrar una fiesta que se llama “Exaltación de la Cruz” en una sociedad que
busca apasionadamente el “confort” la comodidad y el máximo bienestar?
Más de uno se preguntará cómo es
posible seguir todavía hoy exaltando la cruz. ¿No ha quedado ya superada para
siempre esa manera morbosa de vivir exaltando el dolor y buscando el
sufrimiento? ¿Hemos de seguir alimentando un cristianismo centrado en la agonía
del Calvario y las llagas del Crucificado?
miércoles, 9 de julio de 2014
domingo, 18 de mayo de 2014
DOMINGO V DE PASCUA (Ciclo A)
Primera Lectura: Hch 6, 1-7
Salmo responsorial: Salmo 32
Segunda lectura: 1 Pe 2, 4-9
Evangelio: Jn 14, 1-12
No debemos tener miedo, dice Jesús. Y utiliza el
verbo indica que el temor suscitado por la tormenta en el mar.
Es cierto. En las vicisitudes de la vida muchas
veces nos sentimos como en medio de una tormenta, incapaces de gobernar el
barco. El clima de tensión que vivimos, la inseguridad económica, la
desintegración de los valores, la insignificancia de la Iglesia en la sociedad,
no hace más que cargar el ambiente. Da la sensación de estar en el final de una
era.
No tengamos miedo, nos insiste el Señor, confiemos
en él, que nos prepara un lugar en la casa del Padre. En medio de las
vicisitudes de la vida el Señor Jesús nos muestra el camino para descubrir el
verdadero rostro de Dios y, en consecuencia, el rostro de nosotros mismos.
Son palabras fuertes las que la liturgia nos ofrece
hoy; las palabras pronunciadas por Jesús, según el evangelista Juan, durante su
última cena, una especie de testamento para los discípulos.
¿Cómo?
A Tomás, Jesús le indica un recorrido, un
camino. En los comienzos de la Iglesia, los cristianos eran llamados “los del
camino”, los que seguían un camino. En cambio, hoy en día, muchos conciben la
fe como una casa, un templo, un refugio, un bunker, un paquete de verdades inamovibles
en las que creer. No deja de ser curioso.
Sin embargo, el cristianismo es algo dinámico, que
está siempre en camino, ¡alguien que sigue a quien no tiene donde reclinar la
cabeza no puede pretender ser un cristiano de una vez para siempre!
Jesús responde al desconcertado Tomás, que acaba
de enterarse pero no del todo, que el Señor va delante de nosotros, que va a siempre
más allá, que no nos deja solos, sino que nos invita a arremangarnos para la
tarea.
Para mantenernos creyentes, dice Jesús, debemos
confiar en que él es el camino, la verdad y la vida.
domingo, 11 de mayo de 2014
DOMINGO IV DE PASCUA (Ciclo A)
Primera Lectura: Hch 2,14a.36-41
Salmo Responsorial:
Salmo 22
Segunda Lectura: 1 Pe 2,20b-25
Evangelio: Jn 10, 1-10
El Señor ha resucitado. Lo han visto, lo han encontrado
y abrazado. Los discípulos han llorado y reído; están asombrados, perplejos,
turbados. Saben que hace falta tiempo para creer. También lo sabemos nosotros.
Pedro y Juan que corren al sepulcro; María
Magdalena que no se separa de su dolor; Tomás y su desgarrador sufrimiento ante
la duda; los discípulos de Emaús y su esperanza decepcionada. Convertirse al
resucitado no es un asunto que se solventa en un par de minutos, no es un
recorrido para personas débiles, sino para hombres y mujeres fuertes y tenaces.
El Señor los alcanza allí dónde están, en la
condición en que estén.
Los alcanza y los ayuda a superará cada miedo,
cada sufrimiento.
Los alcanza porque los quiere, porque quiere para
ellos la plena salvación, porque los ayuda a descubrir a Dios y a descubrirse
creyentes.
Lo hace porque su vida, nuestra vida, es
preciosa ante sus ojos. Lo hace porque sabe a dónde llevarlos, a dónde
llevarnos.
Preciosos
¿Para quién soy yo realmente importante? ¿Para quién
soy yo verdaderamente precioso? Instintivamente buscamos a alguien que esté dispuesto
a acogernos, a valorarnos, a querernos profundamente más allá de nuestra inevitable
pobreza y limitación.
El mundo a nuestro alrededor es desalentador.
Las personas son sólo un número, un consumidor o un problema social. Sólo
cuentan para los que producen o consumen y, por eso, muchos luchan para salir
del anonimato, cueste lo que cueste. Vivimos en una sociedad llena de llamadas
confusas que nos seducen para competir y rivalizar, para tener y aparentar. Llamadas
que son felicidades incapaces de llenar el corazón humano.
Corremos detrás de un sueño, como quien corre
tras una chica que se convierte en princesa, como si se tratara de una bonita
fábula. Pero la vida también está hecha de hombres que eligen la parte oscura,
y la fábula se convierte en un sueño de muerte, como sucede con tantos terroristas
o capos de todo tipo, traficantes y delincuentes. Los ladrones y bandidos de
los que nos habla el evangelio de hoy, que se cuelan por tantas falsas puertas
de nuestra vida.
Bueno, pues en medio de este desastre, la
Iglesia proclama con toda convicción, a pesar de las contradicciones de nuestro
tiempo, que cada persona, sea quien sea, es hija de Dios y es preciosa a sus
ojos.
jueves, 1 de mayo de 2014
CON EL TIEMPO – José Luis Borges
“Después
de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia
entre
sostener una mano y encadenar un alma.
Y
uno aprende que el amor no significa acostarse,
y
que una compañía no significa seguridad,
y
uno empieza a aprender…
Que
los besos no son contratos y los regalos no son promesas,
y
uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta
y
los ojos abiertos,
y
uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,
porque
el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes…
y
los futuros tienen su forma de caerse por la mitad.
Y
uno aprende que si es demasiado
hasta
el calor del sol puede quemar.
Así
que uno planta su propio jardín y decora su propia alma,
en
lugar de que alguien le traiga flores.
domingo, 27 de abril de 2014
DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA (Ciclo A)
Primera Lectura: Hch2,42-47
Salmo Responsorial:
Salmo 117
Segunda Lectura: 1 Pe 1,3-9
Evangelio: Jn 20, 19-31
Las mujeres habían ido al sepulcro cuando
todavía era de noche (Jn. 20,1), se
habían levantado pronto, antes que los otros, no habían pegado ojo aquella
noche, el sueño no les había descansado. Se sentían impotentes, agitadas,
sacudidas en lo más profundo de ellas mismas. Todo se había desarrollado tan de
prisa, de un modo tan dramático que no sabían qué pensar.
Luego, el sentido femenino de la realidad y de
lo concreto les espabiló de sus tinieblas y se organizaron para subir a la
tumba de Jesús, para hacer lo que dos días antes, a causa de la víspera de la
Pascua, les era prohibido: lavar el cadáver, limpiarlo de la orgía de sangre y
humores, de las tumefacciones y de
edemas que habían desfigurado el rostro y ofendido el cuerpo de su Maestro y
Señor.
Pero cuando llegaron no encontraron a nadie. Algunos
evangelistas hablan de ángeles que las alentaban, que las invitaban a ir más
allá, a superar lo que parecía obvio.
Las mujeres abandonaron de prisa el sepulcro y
corrieron hacia los doce (Mt. 28, 8)
para decirles lo que ha sucedido. Para anunciar que Jesús está vivo, tuvieron
que abandonar de prisa el sepulcro, han tenido que superar su dolor, la
conciencia del propio límite, la dureza de la violencia que no perdona a los
discípulos.
Sepulcros
Pero, ¿es posible abandonar los sepulcros? ¿Lograr,
de algún modo, dar cuerpo a la esperanza que nos trae el anuncio de Jesús resucitado?
¿Qué sepulcro tenemos que abandonar de prisa? ¿Qué
dolor tenemos dejar de venerar? ¿Qué tumba tenemos que dejar atrás?
DISCURSO DE LA LUNA - JUAN XXIII
![]() |
Mi persona no cuenta nada; es un hermano que os habla. |
Hace 52 años, de la mano del Papa Juan XXIII, empezó la "primavera de la Iglesia". Actualmente, el Papa Francisco continúa haciendo florecer la esperanza.
Entonces, el 11 de octubre de 1962, cuando comenzaba el Concilio Vaticano II, el "Papa bueno" pronunció el siguiente discurso:
Queridos hijitos, queridos hijitos, escucho vuestras voces. La mía es una sola voz, pero resume la voz del mundo entero. Aquí, de hecho, está representado todo el mundo. Se diría que incluso la luna se ha apresurado esta noche, observadla en lo alto, para mirar este espectáculo. Es que hoy clausuramos una gran jornada de paz; sí, de paz: “Gloria a Dios y paz a los hombres de buena voluntad” (cf. Lc 2,14).
Es necesario repetir con frecuencia este deseo. Sobre todo cuando podemos notar que verdaderamente el rayo y la dulzura del Señor nos unen y nos toman, decimos: He aquí un saboreo previo de lo que debiera ser la vida de siempre, la de todos los siglos, y la vida que nos espera para la eternidad.
Si preguntase, si pudiera pedir ahora a cada uno: ¿de dónde venís vosotros? Los hijos de Roma, que están aquí especialmente representados, responderían: “¡Ah! Nosotros somos vuestros hijos más cercanos; vos sois nuestro obispo, el obispo de Roma”.
Y bien, hijos míos de Roma; vosotros sabéis que representáis verdaderamente la Roma caput mundi, así como está llamada a ser por designio de la Providencia: para la difusión de la verdad y de la paz cristiana.
En estas palabras está la respuesta a vuestro homenaje. Mi persona no cuenta nada; es un hermano que os habla, un hermano que se ha convertido en padre por voluntad de nuestro Señor. Pero todo junto, paternidad y fraternidad, es gracia de Dios. ¡Todo, todo! Continuemos, por tanto, queriéndonos bien, queriéndonos bien así: y, en el encuentro, prosigamos tomando aquello que nos une, dejando aparte, si lo hay, lo que pudiera ponernos en dificultad.
Fratres sumus. La luz brilla sobre nosotros, que está en nuestros corazones y en nuestras conciencias, es luz de Cristo, que quiere dominar verdaderamente con su gracia, todas las almas. Esta mañana hemos gozado de una visión que ni siquiera la Basílica de San Pedro, en sus cuatro siglos de historia, había contemplado nunca.
Pertenecemos, pues, a una época en la que somos sensibles a las voces de lo alto; y por tanto deseamos ser fieles y permanecer en la dirección que Cristo bendito nos ha dejado. Ahora os doy la bendición. Junto a mí deseo invitar a la Virgen santa, Inmaculada, de la que celebramos hoy la excelsa prerrogativa.
He escuchado que alguno de vosotros ha recordado Éfeso y las antorchas encendidas alrededor de la basílica de aquella ciudad, con ocasión del tercer Concilio ecuménico, en el 431. Yo he visto, hace algunos años, con mis ojos, las memorias de aquella ciudad, que recuerdan la proclamación del dogma de la divina maternidad de María.
Pues bien, invocándola, elevando todos juntos las miradas hacia Jesús, su hijo, recordando cuanto hay en vosotros y en vuestras familias, de gozo, de paz y también, un poco, de tribulación y de tristeza, acoged con buen ánimo esta bendición del padre. En este momento, el espectáculo que se me ofrece es tal que quedará mucho tiempo en mi ánimo, como permanecerá en el vuestro. Honremos la impresión de una hora tan preciosa. Sean siempre nuestros sentimientos como ahora los expresamos ante el cielo y en presencia de la tierra: fe, esperanza, caridad, amor de Dios, amor de los hermanos; y después, todos juntos, sostenidos por la paz del Señor, ¡adelante en las obras de bien!
Regresando a casa, encontraréis a los niños; hacedles una caricia y decidles: ésta es la caricia del papa. Tal vez encontréis alguna lágrima que enjugar. Tened una palabra de aliento para quien sufre. Sepan los afligidos que el papa está con sus hijos, especialmente en la hora de la tristeza y de la amargura. En fin, recordemos todos, especialmente, el vínculo de la caridad y, cantando, o suspirando, o llorando, pero siempre llenos de confianza en Cristo que nos ayuda y nos escucha, procedamos serenos y confiados por nuestro camino.
A la bendición añado el deseo de una buena noche, recomendándoos que no os detengáis en un arranque sólo de buenos propósitos. Hoy, bien puede decirse, iniciamos un año, que será portador de gracias insignes; el Concilio ha comenzado y no sabemos cuándo terminará. Si no hubiese de concluirse antes de Navidad ya que, tal vez, no consigamos, para aquella fecha, decir todo, tratar los diversos temas, será necesario otro encuentro. Pues bien, el encontrarse cor unum et anima una, debe siempre alegrar nuestras almas, nuestras familias, Roma y el mundo entero. Y, por tanto, bienvenidos estos días: los esperamos con gran alegría.
domingo, 6 de abril de 2014
DOMINGO V DE CUARESMA (Ciclo A)
Primera Lectura: Ez 37,12-14
Salmo Responsorial:
Salmo 129
Segunda Lectura: Rom 8,8-11
Evangelio: Jn 11, 1-45
Es magnífico nuestro Dios. Él sacia la sed del
alma, devuelve la luz a nuestra ceguera.
La Cuaresma es el tiempo en el que redescubrir
lo esencial de la fe, entrando en el desierto de nuestros días atascados de
cosas por hacer. Un tiempo para dejar que el alma nos alcance.
Y hoy, al final de este recorrido cuaresmal, nos
encontramos con un evangelio escalofriante, la historia de una amistad arrollada
por la muerte y la desesperación.
Todo pasa en Betania, una pequeña aldea que se
levanta sobre el Monte de los Olivos, en la ladera opuesta a la que domina
Jerusalén. Es donde gustosamente se refugia Jesús, en casa de sus tres amigos,
Lázaro, Marta y María, para encontrar un poco de clima familiar y hogareño. Para
huir de la Jerusalén que mata a los profetas.
¡Qué bonito pensar que hasta Dios necesita una
familia. Qué bonito hacer de nuestra vida un pequeño Betania!
Es aquí, en este contexto, donde ocurre el
drama: Lázaro enferma, se muere, y Jesús no está.
Como también nos sucede a nosotros, a veces,
ante la enfermedad y la muerte de una persona querida, sentimos que Jesús está
lejano.
Tragedia
La resurrección de Lázaro está puesta en el
evangelio de Juan poco antes de la Pasión de Jesús. Es la última y la más
clamorosa de las señales, es lo que determina la decisión, por parte del
Sanedrín, de declarar la peligrosidad de Jesús y la necesidad de su inmediata
detención, sin dilación alguna.
Como si Juan quisiera decirnos que la vuelta a
la vida de Lázaro determina la muerte de Jesús. Es la imagen de un intercambio
que, dentro de pocos días, va a ser para todas y cada uno de nosotros.
Jesús nos sacia la sed. Jesús nos da la luz.
Jesús entrega su vida por cada uno de nosotros. Por mí.
jueves, 20 de marzo de 2014
Los jesuitas en la Rusia Blanca (s. XVIII)
Pocos meses antes de que Clemente XIV firmara el breve de supresión de la Compañía de Jesús (verano de 1773) parte de los territorios pertenecientes a la Unión Lituano-Polaca había quedado anexionada al Imperio Ruso. Varias casas de las dos provincias que constituían la Asistencia polaca, con doscientos jesuitas, siguieron funcionando aun después de 1773. La razón fue que la Emperatriz Catalina II nunca accedió a la proclamar el documento, a pesar, incluso, de la petición que le dirigieron los mismos jesuitas, que deseaban respetar la voluntad del Papa y que la supresión se hiciera efectiva. Por el contrario, ante la firme decisión de la emperatriz rusa, tuvieron que continuar la actividad en sus iglesias y colegios. Leer más.
jueves, 6 de marzo de 2014
miércoles, 5 de marzo de 2014
El Temporal en A Coruña
El Temporal de 3/3/2014
Punta Herminia
Acuario Finisterre "Casa dos Peces"
Desde Riazor
domingo, 2 de marzo de 2014
DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)
Primera Lectura: Is 49,14-15
Salmo Responsorial:
Salmo 61
Segunda Lectura: 1 Cor 4,1-5
Evangelio: Mt 6,24-34
De verdad que estamos viviendo tiempos difíciles.
No solamente por la crisis económica, que expone a una dura prueba nuestras
familias. Pero sobre todo por la falta de esperanza que está atropellando a los
jóvenes, exasperados por la falta de futuro, aturdidos por un mundo que no los
quiere más que para consumir y, en muchos casos, para hacer el idiota.
Sin embargo, justo en estos momentos estamos llamados
sacar lo mejor de nosotros mismo e ir a lo esencial. Con los pies bien
plantados en tierra y con el corazón volando alto sobre los problemas, para mirarlos
desde otro ángulo: el de Dios.
Es lo que afirma el inaudito mensaje cristiano: Dios
existe y está presente en nuestra historia. No es un severo contable que desde
lo alto de su indiferencia nos deja chapotear en nuestras tragicómicas
vicisitudes. Dios se ocupa de nosotros, siempre, con entrañas de misericordia.
Ante todo,
el Reino
Con esta estupenda certeza la Palabra de hoy nos
invita a levantar la mirada de nuestras inquietudes y preocupaciones para mirar
a nuestro alrededor, para observar los pájaros del cielo y los lirios del
campo, y tener una mirada que sepa asombrarse todavía del hecho de que Dios ha
creado el mundo para nosotros, con sabiduría y providencia.
Hoy Jesús nos dice con fuerza en el evangelio
que el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios
es el dinero. El culto al dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará
la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana. “No
podéis servir a Dios y al Dinero”. Es lógico, Dios no puede reinar en el
mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de
una vida digna.
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