Queridos
hermanos: estamos llamados en nuestras frágiles vidas a ver y experimentar la
bendición y la sonrisa que Dios nos dirige. Pero sólo podemos hacerlo cuando
tenemos el coraje de hacer como María de Nazaret, creando ese espacio de
silencio interior donde podemos encontrarnos verdaderamente con el Señor. Es en
ese recogimiento donde todo se vuelve posible.
¡Qué misterio
tan grande! Dios se hizo hombre, se hizo mirada tierna, sonrisa acogedora. Dios
mismo se ha hecho accesible, presente entre nosotros, permitiendo que lo
conozcamos, que lo sostengamos en nuestros brazos, como María.
Esta
presencia divina lo transforma todo. Como aquellos pastores, despreciados por
la sociedad, podemos regresar a nuestras tareas cotidianas con una mirada
nueva, porque hemos contemplado la humanidad de Dios. Ahora podemos ver ángeles
que suben y bajan en nuestra vida diaria, y anhelar sinceramente la gloria para
aquellos a quienes Dios ama, los constructores de la paz.
Esta gloria
resplandece en la noche como una estrella en el firmamento. Una luz que
orienta, que guía... pero que solo pueden seguirla aquellos que tienen el valor
de mirar hacia lo alto.
Estrellas
Cómo hicieron
aquellos extraños personajes, los sabios de Oriente. La Escritura los llama
simplemente magos, y aunque tradicionalmente los conocemos como Reyes Magos,
eran en realidad buscadores de la verdad. No eran adivinos ni astrólogos que
predicen por diversión el futuro por unas monedas, sino hombres de ciencia y
sabiduría, que anhelaban una comprensión más profunda de la realidad.
Aquellos
magos levantaron la vista y se atrevieron a ir más allá, siguiendo su intuición
y movidos por un deseo ardiente. Desear en latín – desiderare - , está
relacionado con lo sideral, con las estrellas.
Siendo personas de recursos, emprendieron un largo viaje para confirmar sus teorías. Perseveraron en su búsqueda, porque la verdad sólo se alcanza después de atravesar desiertos y pruebas.