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sábado, 12 de abril de 2025

DOMINGO DE RAMOS (Ciclo C)


Primera Lectura: Is 50, 4-7
Salmo Responsorial: Salmo 21
Segunda Lectura: Flp 2, 6-11
Evangelio: Lc 22, 14 - 23, 56

Dios no es quien envía desgracias ni un patrón que castra la libertad de su gente. No es un déspota que exige sumisión bajo amenaza de castigo, ni alguien que esgrime la Ley con ansias de condenar a quien no la cumpla.

Para reconocer a Dios, hace falta atravesar el desierto, buscar la verdad y sentir el hambre de sentido. Es entonces cuando su Palabra se revela y nos rendimos ante su evidencia: un Dios que deja crecer a sus hijos, que todo lo ha hecho bien y que hace llover sobre justos e injustos. Un Padre amoroso que, como en la parábola, espera con dignidad al hijo que lo rechazó y, al mismo tiempo, sale a consolar al hijo que se siente ofendido. Un Dios verdaderamente justo, que podría condenarnos, pero en cambio nos llama a salir de la mediocridad del pecado y de la falsa libertad.

Nos encontramos al final del camino cuaresmal. En el horizonte ya brilla la luz del Tabor. Comienza la Semana Santa, la más grande de todas, llena de asombro, sangre, amor y emociones intensas.

Hosanna al Rey

Jesús entra triunfalmente en Jerusalén. La multitud lo aclama, alza ramas de olivo y palmera, y extiende sus mantos al paso del Maestro de Galilea. Es un momento de efímera gloria antes de la tragedia, un reconocimiento frágil antes del abandono. Jesús sabe lo que está por ocurrir. Conoce la inconstancia del juicio humano, la debilidad de su fe difusa y la fragilidad de su voluntad ondulante.

Pero ¿qué importa? En ese instante, el Nazareno sonríe y recibe la alabanza que le ofrece el pueblo, y él la dirige al Padre. No es un rey terrenal; su majestad no se viste de oro ni es custodiada por soldados. No entra en Jerusalén montado en un corcel blanco, sino en un humilde pollino. Con ello nos recuerda que el poder no debe tomarse demasiado en serio, que la gloria humana es efímera y que la verdadera grandeza se encuentra en el servicio.

¡Hosanna, Hijo de David! ¡Dios increíble y magnífico Rey!
¡Hosanna de tus pobres hijos! Ilusos, heridos y mendigos.
¡Hosanna, Rey de los humildes y protector de los quebrantados!
            La Iglesia, santa y pecadora, levanta su voz en alabanza, reconociendo en Cristo la única razón de vivir y el único mensaje verdaderamente bueno. ¡Querido Maestro, ¡Hosanna!

sábado, 5 de abril de 2025

DOMINGO 5º DE CUARESMA (Ciclo C)





Primera Lectura: Is 43, 16-21
Salmo Responsorial: Salmo 125
Segunda Lectura: Flp 3, 8-14
Evangelio: Jn 8, 1-11

Dios y el sufrimiento

Dios no nos castiga. No hemos cometido ningún mal para que el Señor nos envíe la muerte o la enfermedad. A menudo, el origen del dolor somos nosotros mismos: nuestra fragilidad y nuestras elecciones equivocadas.

Dios no es un competidor de nuestra felicidad, ni la tiene tomada con nosotros. No necesitamos alejarnos de él para realizarnos como personas. Tampoco es un patrón al que debamos contentar con mil devociones y rezos.

Dios es un Padre que nos espera, que nos respeta y nos deja recorrer el camino de la vida, con la esperanza de que no nos perdamos. Es un Padre bueno, que da pan al hijo que se lo pide y hace llover sobre justos y malvados.

¿No nos basta esto para convertirnos? ¿Aún no es suficiente? Escuchemos entonces la historia de la mujer adúltera.

Traiciones

A Jesús le han tendido una trampa extraordinaria. Eso es evidente.

Una mujer sin nombre, a la que sus acusadores apenas conocen, es sorprendida en flagrante adulterio. ¿Y el hombre con quien estuvo? No existe para ellos. En una cultura profundamente machista, la ley se presenta como justicia, pero es una condena parcial y sesgada.

Esta mujer es llevada ante el carpintero de Nazaret, convertido en rabino. Le preguntan: "Moisés (o, al menos, eso dicen) ordenó que mujeres como ella sean lapidadas, para que quede claro, especialmente a las demás mujeres, que deben permanecer fieles. Jesús, dínoslo tú: ¿qué debemos hacer?"

La trampa es perfecta. Si Jesús confirma la sentencia del Sanedrín, se alinea con el opresor, pues la pena de muerte estaba reservada a los romanos. Si la rechaza, se enfrenta a la ley de Moisés, desafiando una supuesta orden divina.

¿Condenará a la mujer y dará paso al Dios justiciero, despojando al Padre misericordioso de su papel? Es un dilema imposible.

sábado, 29 de marzo de 2025

DOMINGO 4º DE CUARESMA (Ciclo C)


Primera Lectura: Jos 5, 9.10.12
Salmo Responsorial: Salmo 33
Segunda Lectura: 2 Cor 5, 17-21
Evangelio: Lc 15, 3.11-32


En el desierto de la Cuaresma 

Es en el desierto de la Cuaresma donde somos capaces de acoger la novedad absoluta del Evangelio, la revelación del verdadero rostro de Dios que emerge en Jesús. Un Dios hermoso que nos espera en el Tabor, siempre que logremos dejar atrás la estepa de la cotidianidad y la mediocridad. 

Un Dios que no envía catástrofes ni calamidades, pero al que sólo reconocemos como bueno cuando la desgracia nos golpea y necesitamos ayuda. Un Dios que es un Padre cariñoso, que nos ama y nos respeta. 

Lucas construye su Evangelio en torno a tres parábolas de la misericordia, en las que condensa la esencia de su mensaje. Una de ellas, quizás la más conocida, es la llamada, erróneamente, parábola del "Hijo Pródigo". 

 Máscaras 

Los dos hijos protagonistas de la parábola tienen una idea equivocada de Dios. Ambos. 

El hijo menor, el disoluto, ve a Dios como un competidor, un adversario. Para él, Dios es un censor, un juez severo, alguien que no le ayuda. Por eso le exige lo que le corresponde, lo que "le debe"—¿desde cuándo un padre "debe" a un hijo la herencia? — . Pedir la herencia en vida equivale a desear la muerte del padre. 

Este hijo se marcha lejos, quiere distanciarse de su padre y disfrutar de la vida. Con muchos amigos, despilfarra el patrimonio arrebatado, pero cuando el dinero se agota, también desaparecen los amigos. Era previsible. 

¿Es eso la vida? En pocos meses lo ha vivido todo y lo ha quemado todo. Y ahora se ve obligado a cuidar cerdos —los animales impuros por excelencia—, mientras el hambre lo consume. 

Esa hambre le despierta una dosis de realismo que le hace volver sobre sí mismo y razonar: "Soy un idiota. En casa de mi padre hasta el más humilde de los siervos tiene pan en abundancia. Volveré y buscaré una excusa."

Sí, una excusa. No se trata de una conversión sincera desde el inicio. Este hijo no está realmente arrepentido, simplemente tiene hambre y aún cree que su padre es un ingenuo al que puede manipular. Como tantas veces nosotros pensamos de Dios. 

El hijo mayor, en cambio, regresa del trabajo y se ofende por la fiesta que el padre ha organizado en honor del hermano menor. ¿Cómo decirle al padre que se está equivocando? 

sábado, 22 de marzo de 2025

DOMINGO 3º DE CUARESMA (Ciclo C)




Primera Lectura: Ex 3, 1-8.13-15
Salmo Responsorial: Salmo 102
Segunda Lectura: 1 Cor 10, 1-6.10-12
Evangelio: Lc 13, 1-9

Estamos viviendo un tiempo de esencialidad: cuarenta días cuaresmales para seguir a Jesús e imitar su necesidad de silencio y oración, de verdad y elección. Durante este período, queremos mirar a la luz de la Palabra para discernir si estamos satisfechos con lo que hemos llegado a ser y si nuestra fe en Dios es la misma que la de Jesús. El destino de este camino de renovación es el Tabor, la belleza de Dios que nos hace decir, junto con Pedro: “Maestro, es bueno que nos quedemos aquí”.

La Cuaresma es un tiempo fuerte, un período que puede transformar nuestra vida, reavivarla y reorientarla.

Al igual que Abraham, el domingo pasado, también nosotros hemos podido contemplar el rostro de Dios y ofrecerle nuestra vida. Pero, al igual que Abraham con el holocausto, debemos proteger nuestra ofrenda. Hay aves que descienden para devorar las víctimas del sacrificio, y nosotros, como aquel primer buscador de Dios, debemos alejar esas aves de presa que intentan desviarnos del camino cristiano.

Convertirse significa cambiar la mentalidad, redefinir el propio pensamiento a la luz del Evangelio. Y la conversión más desafiante y fundamental es pasar del Dios que imaginamos al Dios de Jesucristo. No basta con llamarnos cristianos para creer en el Dios de Jesús. Es necesario ir más allá, mucho más allá, pues llevamos en nuestro corazón muchas falsas imágenes de Dios.

De la desgracia como tragedia a la desgracia como oportunidad

“¡Qué he hecho mal para merecer esto!”, “¡Qué cruz me manda el Señor!”. ¿Cuántas veces hemos escuchado estas lamentaciones, incluso como reproches hacia Dios?

El dolor es un misterio difícil y agotador, y todos nos tambaleamos cuando nos golpea. Buscamos respuestas, pero ¿realmente necesitamos respuestas? No. Lo que anhelamos es no sufrir. Sin embargo, Dios guarda silencio y la Biblia no nos da explicaciones definitivas.

Pero el Evangelio de hoy nos ofrece una perspectiva extraordinaria. Jesús, citando dos tragedias de su tiempo, desmantela una creencia popular tanto de entonces como de ahora. Se pensaba que las desgracias, como el derrumbe de la torre de Siloé, eran castigos de Dios para aquellos que habían cometido graves pecados. La enfermedad o la discapacidad se interpretaban como intervenciones divinas, manifestaciones de su justicia y castigo.

martes, 18 de marzo de 2025

SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ - 19 de marzo




Primera Lectura: 2 Sam 7, 4-5a.12-14a.16
Salmo Responsorial: Salmo 88
Segunda Lectura: Rom 4, 13.16-18.22
Evangelio: Mt 1, 16.18-21

La juventud de José

Existe una tradición que presenta a José como un hombre maduro cuando se casó con María. Sin embargo, el conocimiento sociológico de la Judea de aquella época indica que los esponsales ocurrían entre parejas muy jóvenes. Esta antigua tradición prefirió presentar a José como anciano para justificar su temprana desaparición en los textos bíblicos.

Cuando comienza la vida pública de Jesús, su padre adoptivo ya no aparece en los relatos. Es lógico suponer su fallecimiento, pero no hay razón para atribuirle una edad avanzada. Considerando que la mortalidad era elevada y la esperanza de vida probablemente no superaba los 30 años, resulta razonable pensar que José, el carpintero, tendría unos 20 años cuando afrontó el dilema ante el misterioso embarazo de María.

Contemplemos, por tanto, la ternura juvenil de aquella pareja y la generosa actitud de José en los primeros momentos, premiada con la revelación divina que lo situó tan cercano al Mesías.

Un hombre ante el misterio

José enfrentó circunstancias extraordinarias. Primero, descubrió que su prometida esperaba un hijo que no era suyo; después, tuvo que asumir la responsabilidad de criar a un niño excepcional. Como carpintero acostumbrado a lo tangible —la garlopa y los clavos—, debió comprender una situación que lo sobrepasaba: un hijo extraordinario y una mujer profundamente amada, ambos envueltos en el Misterio.

Los cristianos hemos intentado completar los vacíos que los evangelios dejan sobre José, como si no bastara lo que nos cuenta Mateo, inventando una improbable figura del silencioso carpintero de Nazaret que, aun así, no satisface completamente nuestra curiosidad.

sábado, 15 de marzo de 2025

DOMINGO 2º DE CUARESMA (Ciclo C)

... y se transfiguró ante ellos.

Primera Lectura: Gn 15, 5-12.17-18
Salmo Responsorial: Salmo 26
Segunda Lectura: Flp 3,17–4,1
Evangelio: Lc 9, 28b-36

Jesús entra en el desierto de la vida, solidario con nosotros y con toda la humanidad, y es tentado por el diablo. 

La tentación, palabra que significa "pasar por la prueba", es la dimensión habitual en la que vivimos. Nos golpea precisamente porque somos creyentes y estamos llenos del Espíritu Santo. Paradójicamente, ser tentados es una buena señal, pues significa que estamos en el camino lógico de la conversión. 

En un día de niebla, no se ven las sombras. Hace falta claridad: solo a la luz de la Palabra se disiparán nuestras tinieblas. 

Jesús logra superar la tentación de un mesianismo espectacular, intrigante y mágico. Él será un Mesías discreto porque quiere que Dios sea amado por lo que es, no por lo que nos da. 

Cada año nos damos un tiempo para encauzar las tentaciones que estamos llamados a superar continuamente: 

- La tentación del pan, que reduce la vida a cosas, metas y objetivos, creyendo que la felicidad consiste en obtener resultados. 

- La tentación de poseer a los demás, de ejercer poder sobre ellos. 

- La tentación de manipular a Dios, esperando que haga en nuestro beneficio lo que creemos esencial e ineludible. 

Solo pertrechados con la Palabra de Dios podemos superar la tentación y enfrentarnos al desierto. El objetivo de la Cuaresma no es pulir nuestra orgullosa imagen espiritual, sino subir al Tabor. 

En el Tabor

Hemos entrado en el desierto de la Cuaresma para llegar hasta allí, hasta aquella pequeña colina de Galilea, quemada por el sol, diseminada de árboles frondosos y golpeada por el viento del mar. 

Queremos redescubrir y elegir qué tipo de personas queremos ser, del mismo modo que Jesús eligió qué tipo de Mesías quería ser. Como los apóstoles, queremos subir ese montículo en el que todo creyente encuentra la belleza de Dios. 

El Tabor evoca el momento en que Jesús, gran Rabí y carismático profeta, desvela su verdadera identidad, supera los límites y se ofrece a la vista pasmada y asombrada de los apóstoles. Nos habla de lo absolutamente otro que es Dios, de su inmensa gloria y de su indescriptible belleza. 

El Tabor es la meta de la Cuaresma. Y esto es preciso recordarlo, especialmente a nosotros, católicos, que con frecuencia asociamos la fe al dolor, que representamos siempre a Jesús como el crucificado, olvidándonos del Resucitado. Pensamos en la Cuaresma como un tiempo de renuncia, cuando en realidad es una nueva oportunidad, un tiempo de conversión, de combate y de lucha interior para alcanzar la meta. 

sábado, 8 de marzo de 2025

DOMINGO 1º DE CUARESMA (Ciclo C)



 Primera Lectura: Dt 26, 4-10
Salmo Responsorial: Salmo 90
Segunda Lectura:Rom 10, 8-13
Evangelio: Lc 4, 1-13

No, hermanos, la vida no es fácil, y no lo decimos en tono ligero ni como una simple frase hecha.

Algunos, ciertamente, tienen la gracia de vivir sin grandes sobresaltos, pero para la mayoría, la existencia se parece más a una travesía contra corriente, una lucha constante en medio de crisis que no cesan. Cuando no es el trabajo, es la salud; cuando no son los hijos, es la fe... Y a esto se suman las tribulaciones que afligen al mundo: pandemias, guerras, divisiones y odios. Muchas veces sentimos que avanzamos por un sendero cada vez más arduo y, cuando parece que logramos un respiro, una nueva prueba se cierne sobre nosotros.

Pero ante las dificultades, Cristo nos llama a no temer, a iluminarlas con la luz de la fe, a comprenderlas, a enfrentarlas con valentía. Nos exhorta a no caer en la desesperanza ni a tomar atajos engañosos.

Jesús mismo, en su infinita solidaridad con los pecadores, se puso en la fila de los que buscaban el bautismo de Juan. Y hoy le vemos entrando en el desierto, donde se enfrenta a toda clase de pruebas, que el evangelista Lucas nos resume en tres grandes tentaciones. Así nos enseña que la lucha es inevitable, pero nos muestra el camino y el horizonte hacia el que debemos dirigirnos.

¡Abajo las máscaras!

Ha llegado el tiempo de dejar caer las máscaras. No solo las del carnaval, sino aquellas otras, más profundas, que la vida nos ha impuesto, que la sociedad nos ha colocado, o que nosotros mismos hemos adoptado como un refugio por miedo a decidir ante las opciones de la vida.

Al menos, ante Dios, podemos quitarnos las máscaras y permanecer desnudos sin sentir vergüenza.

Jesús, en su amor por la humanidad, quiere recorrer de nuevo el camino de Israel, experimentar el hambre y dejarse envolver por el silencio abrumador del desierto, ser tocado por la luz abrasadora del sol que hiere las rocas descarnadas del desierto de Judea.

Jesús quiere discernir cómo va a anunciar la Palabra, cómo revelar el misterio del Padre, cómo estructurar su misión de evangelización. Y es que Jesús elige elegir, opta y discierne.

Aun siendo la Palabra misma de Dios, como hombre busca en el silencio la respuesta. Se adentra en la soledad del desierto para decidir qué tipo de Mesías será.

Nosotros, al iniciar el desierto cuaresmal, podemos también preguntarnos: ¿la persona que soy es la que quiero ser? Y, sobre todo, ¿se parece algo al diseño maravilloso que Dios ha soñado para mí?

Tentaciones

Jesús tiene ante sí un camino profetizado desde antiguo, anhelado por un pueblo oprimido por poderes extranjeros durante siglos, que espera un Mesías triunfador.

miércoles, 5 de marzo de 2025

MIÉRCOLES DE CENIZA


Primera Lectura: Joel 2, 12-18
Salmo Responsorial: Salmo 50
Segunda Lectura: 2 Cor 5, 20 – 6,2
Evangelio: Mt. 6, 1-6.16-18


Ceniza

Hoy comenzamos el tiempo santo de la Cuaresma en la Iglesia católica latina. Son cuarenta días de gracia que nos preparan para celebrar con corazón renovado el misterio de la Pascua del Señor. La Cuaresma es un tiempo en el que somos invitados a vivir en la renovación y el crecimiento personal y comunitario. ¡Tomemos pues en serio este tiempo de salvación! Tomar en serio no significa poner el rostro adusto y triste, cara de vinagre… sino tomar la vida en nuestras manos y revisarla junto con el Señor a través de su mirada tierna y amorosa.

Este año, marcado por tantas crisis y sufrimientos en el mundo, con las heridas abiertas de guerras que no cesan, como en Ucrania y Palestina, el Papa Francisco nos invita a vivir esta Cuaresma bajo el lema: "Caminar juntos en la esperanza". Caminemos, pues, con un corazón confiado en el Señor, que nunca nos abandona y que nos llama a ser sembradores de esperanza en medio de la tribulación.

Mensaje

En el Mensaje para esta Cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, el Papa nos ofrece alguna reflexión sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza al encuentro de la la misericordia de Dios, de manera personal y comunitaria.

Antes que nada, caminar. El lema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida, narrado en el libro del Éxodo; el difícil camino desde la esclavitud a la libertad, querido y guiado por el Señor, que ama a su pueblo y siempre le permanece fiel. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida.

sábado, 1 de marzo de 2025

DOMINGO 8º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)

Una mirada diferente

 Primera Lectura: Eclo 27, 4-7
Salmo Responsorial: Salmo 91
Segunda Lectura: 1 Cor 15, 54-58
Evangelio: Lc 6, 39-45

                     Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano”.

 

Jesús nos ofrece hoy un Evangelio exigente, que nos desafía a dejarnos guiar por la luz de las bienaventuranzas en nuestra vida cotidiana. Pero no podemos olvidar un principio fundamental de nuestra fe: la vida moral no es un moralismo estéril, no es un simple cumplimiento de normas, sino la respuesta natural al encuentro con el amor de Dios. San Pablo nos recuerda que la ley de Dios es obra del Señor y no una imposición externa vacía de sentido.

Pensemos en una persona joven enamorada: su corazón transformado se refleja en su manera de vivir, en su cuidado personal, en su orden y puntualidad. No lo hace por obligación, sino porque el amor le impulsa a ser mejor. Así nos pide Jesús que vivamos la misericordia, porque nuestro Padre celestial es misericordioso. No se trata de un mandato frío, sino de la consecuencia natural del amor que hemos recibido de Dios.

El pecado y la acción moral

Si miramos a nuestro alrededor, vemos las grandes tragedias de la vida, las guerras, los asesinatos, las masacres, las aberraciones que conocemos...... Y en nuestro interior surge la tentación hipócrita de pensar que nosotros, dado todo lo que pasa en el mundo, no somos tan malos. No matamos ni robamos a mano armada; si acaso, nos permitimos pequeñas trampas, justificaciones cómodas. “No hacemos tanto daño”, nos decimos, cayendo en una tibieza moral peligrosa.

Pero la Palabra de Dios nos llama a algo más grande. No podemos medirnos con la vara de quienes actúan peor que nosotros, sino con el sueño que Dios tiene para cada uno. Somos sus hijos amados, piezas únicas, obras maestras de sus manos. Y sin embargo, muchas veces nos conformamos con un vuelo raso, como patos satisfechos de no ser gallinas, cuando Dios nos ha creado para volar como águilas.

Jesús es contundente: “No mires la mota en el ojo de tu hermano cuando en el tuyo hay una viga”. ¡Cuánta razón tiene! Cuánto nos cuesta reconocer nuestros propios errores, mientras somos rápidos y severos para juzgar los ajenos. Nos mostramos indulgentes con nosotros mismos, pero implacables con los demás.

sábado, 22 de febrero de 2025

DOMINGO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)



 Primera Lectura: 1 Sam 26, 2.7-9.12-13.22-23
Salmo Responsorial: Salmo 102
Segunda Lectura: 1 Cor 15, 45-4
Evangelio: Lc 6, 27-38

¿Podemos decir que vivimos las bienaventuranzas? ¿Podemos afirmar con sinceridad que no nos hemos dejado seducir por tantas falsas promesas y profecías engañosas que nos rodean? ¿Hemos buscado verdaderamente el tesoro escondido en el campo, ese Reino de Dios que es la perla preciosa de nuestras vidas?

Si no es así, hermanos, ¡ánimo! No estamos solos en este camino. Quienes anhelamos la felicidad entre los brazos de Dios sabemos que solo Él puede colmar nuestro corazón. ¡Adelante, los que mantenemos encendida la llama de la esperanza en medio del bullicio de nuestras ciudades y pueblos! A todos los que escuchamos la voz del Señor, él nos interpela con amor y nos pregunta: Dime, ¿en qué cosas concretas vives las Bienaventuranzas?

Dificultades

¡Ay, Señor!, qué difícil es seguirte en todo lo que nos exiges. Y, sin embargo, hermanos, si leemos atentamente el Evangelio, nos damos cuenta de que el Señor no se equivoca. ¿Amamos solo a quienes nos aman? ¡Bien! ¿Perdonamos solo a los que nos han perdonado primero? ¡Estupendo! ¿Prestamos solo a quienes sabemos que nos devolverán? ¡Precioso! Pero, hermanos, ¿qué tiene de extraordinario todo esto? ¡Es lo que hacen todos!

Sí, Señor, tú tienes razón. En el fondo, nuestro cristianismo muchas veces se ha reducido a una vida de sentido común, con un barniz de Evangelio. No se nos ve, o se nos ve poco, casi imperceptiblemente, y vivimos contentos con lo poco que hacemos. Nos contentamos con pequeños gestos que apenas reflejan tu amor, justificamos nuestra tibieza diciendo que, al menos, no somos peores que los demás. Y así nos volvemos mediocres, incluso en la caridad.

Apuntar alto

Pero Jesús no se conforma con eso. Él sueña con nuestra santidad y nos llama a vivir la radicalidad del Evangelio. Nos pide el coraje de la paradoja: perdonar a los enemigos, amar sin esperar nada a cambio, vivir en la transparencia del amor de Dios. El Señor nos invita a seguirle hasta el final, como verdaderos discípulos.

sábado, 15 de febrero de 2025

DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)






Primera Lectura: Jer 17, 5-8
Salmo Responsorial: Salmo 1
Segunda Lectura: 1 Cor 15, 12.16-20
Evangelio: Lc 6,17.20-26

Veíamos el domingo pasado cómo Pedro y Andrés, en su encuentro con Cristo, experimentaron una transformación radical. No sólo dejaron sus redes; abandonaron toda una vida para seguir al Maestro. No se detuvieron a ordenar sus pertenencias como solemos hacer nosotros en nuestra cotidianidad. En un acto de fe profunda, comprendieron que el Señor deseaba usar la barca de sus vidas para proclamar el Reino de Dios.

Recordemos, queridos hermanos, que nuestra fragilidad no es impedimento para el Señor. Al contrario, Él nos ama y nos necesita exactamente tal como somos. ¡Qué misterio más conmovedor! Pedro y Andrés se unieron a un grupo verdaderamente diverso: pescadores sencillos, un zelote apasionado, un publicano. ¿Qué es lo que podía unir a personas tan distintas? Solo el deseo ardiente de seguir a aquel Nazareno en quien resplandecía la presencia de Dios.

Y es allí, en las orillas del mar de Galilea, donde Jesús les cuenta a ellos, y hoy a nosotros, cuál es el secreto de la felicidad.

Bienaventuranzas

 "Bienaventurado", “bendito” nos dice. ¡Qué palabra tan llena de promesa! “serás feliz si”, “tendrás el corazón lleno si”, “estallarás de alegría si”: en fin, una auténtica revelación del camino hacia la auténtica alegría que todos anhelamos.

¿No es la alegría lo que buscamos más que cualquier otra cosa? ¿Es que Jesús nos va a mostrar el camino a la plenitud? En definitiva, ¿se decide Dios a desnudarse y a darnos la solución al enigma de la vida?

sábado, 8 de febrero de 2025

DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)


Primera Lectura: Is 6, 1-2a.3-8
Salmo Responsorial: Salmo 137
Segunda Lectura: 1 Cor 15, 1-11
Evangelio: Lc 5, 1-11

El rabino Jesús

Hoy contemplamos una escena entrañable del Evangelio donde Jesús llama a Pedro y Andrés, dos pescadores rudos y cansados, a una misión extraordinaria. Imaginen la escena: un día cualquiera junto al lago de Galilea, donde el desánimo y el cansancio parecen ser los únicos compañeros.

Pedro y Andrés lavan sus redes, agotados tras una noche sin pesca. La crisis económica los abraza, el desempleo los acecha, y sus esperanzas parecen hundirse como sus redes vacías. Y entonces, en medio de ese paisaje de desolación, aparece Jesús.

Para muchos, Jesús era solo un predicador más, un joven entusiasta que hablaba de Dios. El carpintero de Nazaret que se había metido a rabino. Pero para Pedro y Andrés, será el inicio de una transformación radical de sus vidas.

Jesús no llega con grandes discursos ni promesas pomposas. Simplemente pide prestada la barca de Pedro. Un gesto sencillo que será el preludio de una llamada profunda. Pedro, con su rudeza de pescador pero también con su bondad esencial, acepta. Lo hace por educación, porque tiene miedo de parecer un descortés y un maleducado. Lo hace porque, en el fondo, Pedro es un cacho de pan.

Dios

Hermanos, Dios nos alcanza precisamente en nuestros momentos más áridos. Cuando creemos que todo está perdido, cuando la noche de nuestras dudas parece interminable, Él está ahí, esperando únicamente un pequeño gesto de confianza.

Y en el encuentro ocurre lo inesperado: Jesús le pide a Pedro que reme mar adentro y eche las redes. Pedro piensa: ¡Esto ya es demasiado!, pero escéptico y obediente a la vez, lo hace. ¡Y sucede el milagro! Las redes se llenan de peces hasta el punto de casi hundir la barca.

sábado, 1 de febrero de 2025

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR - 2 de febrero


 Primera Lectura: Mal 3,1-4
Salmo responsorial: Salmo 23
Segunda Lectura: Heb 2,14-18
Evangelio: Lc 2,22-40

La liturgia de hoy nos puede parecer más propia del tiempo de Navidad, con sus relatos de la infancia del Señor. Sin embargo, el mensaje central que nos transmite, como hemos escuchado en el Evangelio y proclamaremos en el Prefacio, es la revelación de Jesús por el Espíritu Santo como gloria de Israel y luz de las naciones. Es Él, en verdad, el Mesías largamente esperado.

La esperanza de un pueblo

Todo esto sucederá de una forma desconcertante. Cuando José y María llevan al Niño al Templo, no son los príncipes de los sacerdotes ni las autoridades religiosas quienes salen a su encuentro. De hecho, serán esos mismos quienes, años más tarde, lo entregarán a los romanos para su crucifixión. El Señor no encuentra cabida en una religiosidad autosuficiente que ha olvidado el clamor de los pobres.

Tampoco lo reciben aquellos doctores de la Ley que predican sus "tradiciones humanas" en los atrios del Templo. Los mismos que después condenarán a Jesús por sanar enfermos en sábado, transgrediendo la ley. Nuestro Salvador no es acogido por doctrinas y tradiciones que no sirven para dignificar y sanar la vida humana.

La esperanza mesiánica, cultivada durante siglos en el corazón del pueblo elegido, se encarna en dos ancianos de fe sencilla: Ana y Simeón. Sus vidas enteras han sido una espera confiada en la salvación divina. Son ellos quienes, representando al Israel fiel, acogen al Dios de la gloria cuando el Niño Jesús entra en brazos de sus padres.

Los que acogen al Señor

Entonces, ¿quiénes son los que reciben al Señor? María, la dulce y joven madre, cuya intimidad con Dios la convirtió en instrumento de nuestra redención; José, varón justo que permitió que se realizara el designio divino de salvación (Mt 1, 19-20); Simeón, hombre contemplativo guiado por el Espíritu, que se hace eco de las profecías mesiánicas de Isaías; y Ana, la mujer que "no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones". Todos ellos representan a aquellos que no viven encerrados en sí mismos ni absorbidos únicamente por las preocupaciones terrenas, sino que viven para "el Consuelo de Israel", para su liberación y la salvación del mundo.

sábado, 25 de enero de 2025

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)


Primera Lectura: Neh 8, 2-6.8-10
Salmo Responsorial: Salmo 18
Segunda Lectura: 1 Cor 12, 12-30

El domingo pasado contemplábamos esa maravillosa transformación del agua del cansancio y el dolor en el vino de la fiesta. En las bodas de Caná, Jesús nuestro Señor, el novio de la humanidad, nos reveló que el encuentro con Dios es como una radiante fiesta de bodas.

En estos tiempos difíciles que nos ha tocado vivir, cuando nuestros hogares se ven invadidos por imágenes desgarradoras de guerras y refugiados, de violencia y terror, de políticas egoístas que olvidan el bien común, necesitamos más que nunca aferrarnos a esta Buena Nueva: hay un sentido, hay esperanza, hay una luz que brilla en medio de cualquier oscuridad. Además, frecuentemente nos topamos con catástrofes naturales que nos desconciertan, pero todos estos acontecimientos, por dolorosos que sean, nos recuerdan que somos parte de un universo en evolución que sufre dolores de parto, como dice San Pablo. Y en esta creación, somos huéspedes a quienes únicamente Dios otorga verdadera dignidad. Y es en este contexto donde...

Lucas entra en escena

¡Qué cercano nos resulta el evangelista Lucas! Como nosotros, venía de un ambiente alejado de la vida espiritual; como nosotros, se veía bombardeado por mil estímulos y novedades religiosas; como nosotros, nunca vio a Jesús en persona. Y sin embargo quedó profundamente transformado por la predicación de un judío llamado Pablo, que había llegado a Antioquía anunciando a un tal Jesús, muerto y resucitado. Como nosotros, fue descubriendo paulatinamente que Dios es amor y misericordia sin límites.

Al leer a Lucas, podemos seguir su itinerario espiritual, su camino de fe, su personalidad, como cuando conocemos a alguien a través de sus cartas más íntimas.

Lucas creció en la religión de sus padres, rodeado de deidades caprichosas y extrañas, arbitrarias y pasionales, que en el Panteón reflejaban todas las debilidades humanas. Eran divinidades lejanas, incomprensibles y hurañas, puestas en ridículo por la predicación de Pablo.

Dios es diferente, proclamaba aquel judío de Tarso; Dios es un Padre lleno de ternura, que busca y ama a cada uno de sus hijos. Y Lucas experimentó esta verdad en su propia vida.

Movido por Pablo, después de algunos años de discipulado, Lucas asumió la misión de escribir un relato ordenado de los acontecimientos que transformaban las primeras comunidades cristianas.

Como historiador meticuloso y apasionado, dedicó largo tiempo a escuchar a los testigos directos para componer su magnífico evangelio, el evangelio que nos revela la mansedumbre y misericordia de Cristo.

sábado, 18 de enero de 2025

DOMINGO 2º DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)


Primera Lectura: Is 62, 1-5
Salmo Responsorial: Salmo 95
Segunda Lectura: 1Cor 12, 4-11
Evangelio: Jn 2, 1-11

El domingo anterior veíamos como Dios nos ama mucho y bien. Él nos ama con un amor perfecto que, en su grandeza, nos deja ser libres, nos ayuda a crecer, nos valora por quienes somos, y nos impulsa a volar alto. Es un amor sin ataduras ni manipulaciones, un amor que solo el Dios con nosotros puede darnos.

En este año C del Tiempo Ordinario, que va a estar dedicado al evangelista Lucas, el intérprete de la mansedumbre y misericordia de Cristo, iniciamos el tiempo ordinario con una injerencia de Juan: la narración de las bodas de Caná. ¡Qué hermoso inicio! El Señor nos recuerda que encontrarnos con Él es como estar en una maravillosa celebración nupcial, donde la alegría desborda y penetra hasta lo más profundo de nuestro ser, rodeados de quienes amamos, compartiendo el gozo del amor.

Sin embargo, amados hermanos, a veces caemos en una visión sombría de la fe, donde el gozo es reemplazado por el mero cumplimiento del deber y de la norma, donde la relación con Dios se reduce a la mera rutina, donde el pecado y la culpa se convierten en la única medida de nuestra vida espiritual. ¡Qué error tan grande!

Por eso el evangelista Juan inicia el relato de siete signos de la presencia de Dios con una boda. No es casualidad que este sea el primer milagro de Jesús. Al inicio del año, esta lectura nos invita a redescubrir que la fe es la fuente de la alegría y de la plenitud de vida.

Más allá de lo aparente

La historia de Caná corre el riesgo de ser leída con superficialidad, fijándonos sólo en el insólito y agradable milagro enológico, y en la colosal borrachera colectiva consiguiente; la conclusión, conocida por todos, es que Jesús es un hombre prodigioso que transforma el agua en vino, ¡quién pudiera!

Pero el Espíritu Santo nos invita a profundizar. Observad que es una boda bastante extraña: la novia está ausente, el novio apenas aparece para recibir elogios por algo que no hizo.