El círculo vicioso de la pobreza y el hambre
sólo se puede vencer implicando directamente
a la población local en proyectos
de desarrollo a largo plazo.
Lo demuestra el experimento del que se habla
en este artículo, iniciado por un misionero italiano
que desde hace años lucha para mejorar
las condiciones de vida de su gente de adopción.
Desde el punto de vista eclesiástico la región de Mongo, interesada en el proyecto de los bancos de los cereales, ocupa la parte centro oriental del vicariato Apostólico de Mongo que comprende toda la mitad este del Chad, desde la frontera libia a la centroafricana, apoyándose a lo largo de toda su frontera este en el Darfour sudanés. Desde el punto de vista administrativo las actividades en cuestión se desarrollan en gran parte en los departamentos de Mongo y Ati; regiones del Sahel que sufren en estas últimas décadas una fuerte irregularidad pluviométrica. Esto condiciona negativamente las actividades agrícolas, en particular el cultivo del mijo y el sorgo que son la base de la subsistencia alimenticia. Los períodos de escasez, por consiguiente, endémicos.
La población vive exclusivamente de la agricultura y de la cría de ganado en las tierras pertenecientes a las aldeas. No tenemos aquí el fenómeno del latifundio propio de América del Sur. Cada campesino o ganadero es el propietario de su tierra y de su cosecha. Sin embargo en los períodos de sequía estos campesinos libres son obligados a contratar préstamos de los usureros. ¿Quiénes son éstos? Pueden ser habitantes de la aldea que gracias al comercio o a su posición administrativa han acumulado un capital. Sobre todo en las aldeas lejanas de los centros importantes, son los ganaderos árabes que se han ido instalado entre la población sedentaria a lo largo de los siglos y cuentan con importantes recursos.
¿Cómo funciona el cambio usurero? En primer lugar el campesino pide un préstamo que tendrá que reembolsar en mijo, pero multiplicado por tres, al tiempo de la cosecha, la cual tendrá que empeñar toda al año siguiente para reembolsar el préstamo. A la siguiente estación de las lluvias el campesino estará obligado a trabajar en el campo del usurero para sobrevivir y así llegar a ser un obrero agrícola miserablemente pagado, en definitiva un esclavo moderno.
Desde hace muchos años varios organismos han intentado solucionar el problema dando principalmente cereales o créditos para la adquisición del mijo, reembolsables en uno o dos años. En uno y otro caso las tentativas fracasaron porque el regalo de cereales solucionaba el problema por un año pero todo comenzaba de nuevo en la siguiente hambruna. El crédito reembolsable creaba también nuevos problemas porque las necesidades de una población pobre eran tales que el crédito para la adquisición del mijo a menudo era usado para otros fines como enfermedad, muerte, saldar viejas deudas, etc. Así al momento del reembolso, el campesino se veía obligado a vender sus animales o, incluso, huir de la aldea por miedo. Ante esta situación hacía falta buscar una nueva vía.
De este modo nació la idea de crear en cada aldea un “stock” de cereales en régimen de autogestión, susceptible de aumentar mediante una buena administración y capaz de solucionar definitivamente el problema de la usura. Evidentemente esto exigió un prolongado período de sensibilización y un proyecto a largo plazo. El talón de Aquiles de todos los proyectos es su duración demasiado limitada en el tiempo, lo que no permite a las poblaciones rurales asimilar costumbres revolucionarias que exigen un profundo cambio cultural. La Iglesia católica, estructura sólida y duradera, brinda una oportunidad que tantos otros organismos no pueden tener. He aquí cómo hemos actuado.
Creamos y formamos un equipo de animadores voluntarios, jóvenes procedentes de las aldeas y campesinos de profesión. La idea del voluntariado, en contraste con la práctica de todos los organismos, ha parecido de capital importancia para extender la idea de que la Iglesia católica no actúa "en vez de la población” sino a su favor. Cuando se paga a los animadores se inculca la idea equivocada de que el problema a resolver es un problema de la Iglesia y no de la población. Esto ya se vio lo en la construcción de las presas: la distribución de víveres atrajo a la gente no "por solucionar el problema del agua" sino por encontrar víveres y, una vez construidos los diques, éstos fueron abandonados.
Encontramos una decena de jóvenes campesinos motivados, a los que formamos y junto a ellos pasamos de aldea en aldea explicando el reglamento de los bancos de cereales. Sucesivamente ellos vuelven regularmente a las mismas aldeas para cerciorarse de que todo procede según el programa. Por eso los hemos dotado de una bicicleta o de una moto, según las distancias a recorrer, pero evitando claramente que cada ayuda pueda parecerse a un sueldo.
Finalmente hemos hecho un reglamento cuyos puntos esenciales son los siguientes:
1) Constitución y formación de un comité de gestión en el que las autoridades políticas y religiosas no tienen ningún papel decisorio. En este comité la presencia femenina es obligatoria.
2) Inscripción de los miembros, que pueden incluir a todos los jefes de familia de la aldea. Cada miembro tiene que aportar una contribución en mijo; también son fijadas las fechas de apertura del banco y la fecha límite del reembolso.
3) Una suma es pagada por la Iglesia católica al comité en presencia de todos los miembros. El mijo es adquirido y depositado en un granero, construido con material sólido, si es posible, pero lo más frecuente es en un granero tradicional; al mismo tiempo se confirman las fechas de la apertura del banco y del reembolso. La apertura generalmente se hace en agosto, el mes de los trabajos más laboriosos en el campo. El reembolso en cambio tiene que hacerse en diciembre, es decir al principio de las cosechas.
4) En la fecha fijada cada miembro viene a tomar su parte firmando un documento en el que acepta poder ser perseguido legalmente si no reembolsa al banco el préstamo recibido.
5) Durante el mes de diciembre cada miembro hace el reembolso con el mijo de su cosecha y añade un pequeño porcentaje prefijado, que servirá para el funcionamiento y desarrollo del banco de cereales. Los animadores deben ser particularmente vigilantes en este período.
6) Los morosos son convocados ante las autoridades locales para que cumplan su obligación. También esta fase es importante; en efecto si éstos fuesen dejados en paz se daría un mal ejemplo que sería seguido fácilmente por otros y desembocaría en la quiebra del banco.
7) Una vez que todos los créditos han sido reembolsados se convoca una gran asamblea general para discutir las orientaciones futuras y los problemas encontrados.
8) Cuando gracias al buen funcionamiento el banco haya duplicado la disponibilidad, ha de reponer necesariamente a disposición de la Iglesia la cantidad recibida inicialmente. Esto se hace de varios modos: ayudando a organizar el banco de una aldea vecina que todavía no forma parte del circuito; creando en la aldea actividades de desarrollo como cooperativas, pozos, presas de agua, etc.
Los primeros bancos vieron tímidamente la luz a partir de la gran sequía de 1994 pero la falta de un reglamento férreo y, sobre todo, un deficiente control basado únicamente en los párrocos ha frenado el desarrollo. Los párrocos, ciertamente hombres de Dios y extremadamente ocupados por la labor pastoral, no tienen los requisitos indispensables para ejercitar el control necesario. Sólo en los últimos seis años, gracias al nuevo reglamento y a la creación de un equipo laico de animación y control, los bancos han asumido una dimensión profesional importante y los usureros ya no encuentran clientes para sus actividades ilícitas en una región tan vasta. La prueba de ello es que este año los usureros no han podido cultivar sus extensos campos más que de un modo modesto, apoyándose casi exclusivamente en sus parientes; los obreros agrícolas baratos han desaparecido como por encanto porque cada campesino tiene que cultivar su propio campo.
Actualmente el número de bancos es de 160 con stocks que alcanzan, en conjunto, cerca de 20.000 costales de 100 Kg de mijo cada uno. Ya hemos entrado en una nueva fase y nos están llegando peticiones de nuevos bancos en otras regiones.
La llave del éxito de los reembolsos ha sido la firmeza en aplicar el reglamento hasta el final. Acostumbrada a la beneficencia, la población tiene dificultad para entrar en una política rigurosa y algunos personajes importantes de la aldea siempre se han creído por encima de las leyes. Por eso, cuando las llamadas benévolas de los responsables y de los jefes locales no dan resultado, se recurre a los gendarmes. Sólo ha sido necesario en tres ocasiones, pero ha sido saludable para todas las aldeas ya que aquí las noticias corren deprisa sin necesidad de periódicos. Por ejemplo en la aldea de Somo, donde 80 personas sobre 120 no quisieron reembolsar, los gendarmes llegaron y en dos horas se consiguió que todos reembolsasen; de mala gana evidentemente porque además tuvieron que pagar una multa. Durante algunas semanas la población estuvo enfadada con nosotros pero luego, recapacitando en cómo habían salvado su banco y cómo todo el mijo quedaba allí en su granero para enfrentar una nueva penuria, nos escribieron una carta de agradecimiento: "Gracias porque nos habéis mandado los gendarmes para obligarnos a reembolsar."
Los bancos de cereales más antiguos ya han alcanzado el objetivo de eliminar a los usureros y empiezan a solucionar otros problemas. Por ejemplo, cada banco provee anualmente de un montón de mijo al animador correspondiente para recompensarlo por su trabajo y por el tiempo perdido; eso por una parte permite a la Iglesia católica retirarse lentamente de la animación del proyecto y, por otra, independizarse la actividad; esto es de capital importancia y le da al animador un papel reconocido y estable. Además cada banco participa con su beneficio en el funcionamiento de la escuela de la aldea, pagando a los maestros en los momentos de crisis económica. Algunos bancos han creado cooperativas para la adquisición de productos de primera necesidad haciéndolos accesibles a la población: arroz, azúcar, té, tomates secos, sal, aceite, etc.
Finalmente, todos los miembros se movilizan para construir ladrillos y dar todo el soporte de peonaje en la construcción de almacenes de material resistente. El nuevo proyecto es aumentar el número de los bancos y acelerar la construcción de almacenes con material sólido y duradero. De las aldeas de las regiones limítrofes llegan solicitudes para entrar en el movimiento. Evidentemente, no pudiendo satisfacer a todos, nos hemos decidido a intervenir allí dónde logística y humanamente es posible. Lo importante es que la idea ha entrado en la mentalidad de la gente y eso nos hace esperar en un futuro mejor.
Franco Martellozzo, S.J.
Traducción: Juan Ignacio García Velasco, S.J.
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