Sorpresa, amargura y cierta irritación han
caracterizado la reacción de los estudiosos de la figura y obra del jesuita
padre Eusebio Francisco Kino en un artículo con el título Padre Kino: un vejador y explotador de los nativos de la Pimería Alta,
publicado recientemente en el periódico de la ciudad de Hermosillo, en
México.
El artículo es ciertamente uno de los peores
servicios a la historia de las misiones católicas de México, a la memoria de Kino
- el "Padre" de los nativos por antonomasia - y al mismo gobierno
mejicano, que ha considerado siempre, y proclamado, al padre Kino como a un
héroe de México.
El articulista, en efecto, denuncia que el
"verdadero Kino" fue un misionero rebelde, un colonialista y, sobre
todo, un explotador de los nativos pima. ¿Pero a qué fuente ha recurrido el
articulista en cuestión para documentar sus graves acusaciones sobre Kino? Él
afirma haber descubierto en el archivo de la Biblioteca Nacional de Ciudad de
México un "informe" (relación) de cincuenta y dos páginas, redactadas
por el jesuita padre Francisco Javier Mora - superior directo de Kino - fechado
el 28 de mayo de 1698, dirigido al superior provincial de México, padre Juan de
Palacios.
El' "informe", cuya existencia es
cierta, es, en efecto, una sucesión de denuncias y acusaciones arbitrarias,
movidas por Mora contra Kino, que se mueven libremente de un área a la otra: de
la ignorancia de la lengua de los nativos a ser un religioso
"rebelde"; de desarrollar el ministerio sacramental, por ejemplo la
administración del bautismo, demasiado "a troche y moche", a meterse
en "asuntos seculares"; de constituirse en "alguacil y
carcelero" de los nativos a sobrecargarlos de trabajo.
Son acusaciones faltas de fundamento, tanto que el
misma Mora nunca logró probarlas y de las que él renegó, pocos años antes de
morir, porque fueron dictadas por la
mediocridad de algunos celosos de Kino, del formalismo de otros que no pudieron
entenderlo, y aún de otros roídos por la envidia de un hombre "que podía
llegar a todo."
Por tanto, la documentación histórica sobre la
personalidad de Kino y su extraordinaria
actividad de promoción humana y espiritual de los nativos pima da testimonio de
una realidad bien diferente de las susodichas acusaciones duras, injustas e
inconsistentes. En efecto, por lo que atañe a las principales acusaciones de
"vejador y a explotador" de los nativos pima, no hay duda que el padre
Kino
- no ha sido un "vejador", tanto más
cuando los mismos nativos, sin alguna excepción, lo aceptaron, quisieron y
defendieron como a su "Gran Padre". Hombre para los demás porque,
hombre de Dios, el padre Kino se dedicó totalmente al servicio de los nativos.
Un servicio caracterizado por la denuncia y contestación de los abusos de los
españoles; por la ansiedad con que él buscó a los nativos; por el paciente
conformarse con su condición psicológica y moral; por el sincero respeto y
consideración hacia ellos, valorándolos positiva y confiadamente. Es un hecho
que cuánto más se adentraba en el conocimiento de los nativos, tanto más crecía
en él el espíritu de compasión, misericordia y paciencia hacia ellos, de modo
que toda su obra adquiría amistad, simpatía y familiaridad por y con ellos.
- no ha sido un
"explotador" ya desde el principio de su actividad apostólica en la Pimería
Alta, el padre Kino, habiendo sido informado por algunos compañeros de que los
españoles trataban a los nativos como esclavos ya fuese en las minas que en las
granjas, se proveyó de una copia de la Cédula Real del Rey de España Carlo II,
fechada el 14 de mayo de 1686. Aquella Cédula concedía a los nativos la
emancipación temporal, 20 años, del empleo o del trabajo forzado en las minas y
en las granjas. Cédula que era un mandato real de libertad y una garantía para la educación
de los nativos, a los que los españoles consideraban de clase inferior.
En sus manos este Cédula nunca fue
un simple trozo de papel. Porque él se valió de ella para reemprender una vez
más la defensa de la dignidad humana de los nativos y para denunciar los abusos
de los militares y colonos españoles, hasta tal punto que ella se volvió muy pronto
en señal de división en la lucha por la civilización cristiana de la frontera.
Así pues, el ataque promovido por el
susodicho articulista a la figura y a la obra de Kino fue un acto abusivo e
irresponsable, una lectura alterada de los documentos y un empleo impropio del
método histórico. El hecho es que "algunos hombres – escribió el
historiador Herbert E. Bolton - se elevan como un misil, iluminan la escena por
un momento y luego desaparecen. Kino no fue uno de éstos. Su luz, iniciada modestamente
como una llama de vela, resplandeció cada vez más luminosa, duró por décadas,
alcanzó el más alto grado de la madurez de su vida, y estuvo en pleno
resplandor cuando él murió de repente."
Domenico Calarco, S.J.
Traducción: Juan Ignacio García Velasco, S.J.
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