"Siendo
tan grande el patrimonio espiritual
común
entre cristianos y judíos, este sagrado Concilio
quiere
promover y encomendar
su
mutuo conocimiento y consideración."
Esta afirmación del Vaticano II
es el principio inspirador del
Centro Cardenal Bea.
Hay
una ligazón particular y evidente (aunque en la historia no fue siempre sencillo)
que asocia a Roma, la ciudad de Pedro y Pablo, con Jerusalén, desde donde
llegaron los dos apóstoles; una ligazón de la que los últimos Papas, a partir
de Juan XXIII, se han hecho cargo particularmente, creando y desarrollando,
entre la Iglesia católica y los judíos, relaciones visibles y oficiales a niveles
nunca alcanzados en los siglos anteriores. Pero existe también una relación
particular que asocia la identidad y la misión de los jesuitas con la fe judía,
por lo que la misma "shul" (la escuela) ha llegado a ser sinónimo de
su lugar de culto, la sinagoga. Los jesuitas, en efecto, inmediatamente después
de la fundación de la Compañía identificaron la educación como suprema
prioridad para el desarrollo de la fe cristiana.
Todo
eso se concretó felizmente, en un primer tiempo en 1978, cuando el futuro
cardenal Carlo Maria Martini, entonces rector, creó en la Pontificia
Universidad Gregoriana de Roma un lugar de estudio para cristianos y judíos y,
luego en 2001, cuando en la misma universidad se fundó el Centro Cardenal Bea para
los Estudios Judíos (CCB). El Centro, al año siguiente, recibió de la Santa
Sede el mandato oficial de convertirse en "el proyecto más importante de
estudios judíos en la Iglesia Católica" (Carta de la Santa Sede del 14 de
noviembre de 2002).
Como
su propio nombre indica, el CCB expresa su adhesión a la previsión del jesuita
cardenal Agustín Bea, principal arquitecto de la declaración Nostra Aetate con la que la Iglesia
Universal, durante el Concilio Vaticano II, tomó nota de que la Alianza del
Sinaí conserva su validez, es decir que el pueblo judío sigue siendo el Pueblo
Elegido. Ello supuso un cambio en la toma de conciencia del sentido que tiene
para la Iglesia la continua presencia de los judíos. Efectivamente, en el
diálogo entre judíos y cristianos siempre se cita la declaración Nostra Aetate como una especie de
"partida de nacimiento" de este diálogo. El Rabino jefe de Gran
Bretaña y la Commonwealth, Lord Jonathan Sacks, lo subrayó también en la
conferencia tenida en la Gregoriana el 12 de diciembre de 2011 sobre el tema Has Europe Lost its Soul?, un
acontecimiento organizado, precisamente, por el Centro Cardenal Bea.
A
la luz de la afirmación fundamental de Nostra
Aetate también se intuye lo vital que es para la identidad de este Centro
el empeño de promover el conocimiento del judaísmo, y de realizarlo mediante una
colaboración directa con miembros de la comunidad judía. Así desde el inicio, el
Centro Cardenal Bea, gracias a la visión y al sostén de los esposos Aldegonde y
Hubert Brenninkmeijer-Werhahn, ha podido contar con un acuerdo entre la
Pontificia Universidad Gregoriana y la Universidad Hebrea de Jerusalén que
permite un recíproco intercambio regular de docentes y estudiantes. Además el
CCB ha visto la implicación, en el campo de la enseñanza, de varios rabinos
procedentes de la comunidad italiana, de otros países europeos y de los Estados
Unidos.
Si
al principio de su actividad, el CCB focalizó su reflexión - y no pudo ser de
otra manera - sobre el patrimonio común y sobre cuestiones que conciernen a la
lectura del Antiguo o, mejor aún, del Primer
Testamento, con el pasar de los años el interés se extendió a otras tantas expresiones
de la fe judía, desde los escritos rabínicos hasta los pensadores judíos contemporáneos.
Ciertamente, desde el reconocimiento explícito de la "validez nunca
revocada Primera Alianza", ha ido creciendo la conciencia de que, también
para los cristianos, la voluntad divina no puede cumplirse sin tener en cuenta la
interpretación que la fe judía ha dado, y sigue dando, a la alianza
recibida.
Hoy
el programa del CCB se está moviendo cada vez más hacia la tridimensionalidad de
su quehacer que se expresa, en clave cronológica, como un tipo de peregrinaje por
el pasado, el presente y el futuro, o quizás también, en clave "agustiniana"
(rindiendo una vez más homenaje a quien ha dado el nombre al Centro Agustín
Bea), haciendo referencia a las tres facultades constitutivas que caracterizan
al hombre, "memoria-entendimiento-voluntad". En particular:
- Trabajo de la memoria, o sea trabajo dirigido al pasado. El CCB se
siente comprometido en cultivar la memoria integral de la historia. Tal
totalidad incluye, en lo que se refiere a la historia de salvación, la plena integración
del Antiguo Testamento en la teología y una atención particular a las
expresiones de "patología religiosa": las posibles consecuencias de la
primera gran separación entre cristianos y judíos que ha comportado ignorancia,
rechazo y agresión.
- Trabajo de la inteligencia, o sea trabajo dirigido al presente. Con
una metodología inspirada en la pedagogía judía (en algunas cosas parecida a la
pedagogía ignaciana) que favorece el intercambio directo entre el profesor y el
alumno, el CCB persigue, tanto para los estudiantes propios como para los que
proceden de otras facultades e institutos de la Universidad Gregoriana, un doble
objetivo que constituye un desafío real para el estudio y la investigación: por
un lado, profundizar en el conocimiento de los Estudios Judíos (Talmud, Comentarios
Medievales, Cábala, etc.) y, por otro, explorar el significado de las
relaciones judeo-cristianas con el intento de descubrir más y más las potencialidades
en ellas contenidas.
- Trabajo de la voluntad, o sea trabajo dirigido al futuro. Una de las
competencias principales del Centro Cardenal Bea es la de crear un lugar de
encuentro entre católicos y judíos en el seno a la Pontificia Universidad
Gregoriana, para promover una actitud de confianza que posibilite el nacimiento
de amistades capaces de asumir la tarea de testimoniar, casi como una sinfonía,
la fidelidad y el amor de Dios ante los retos presentes en las diversas épocas.
Ciertamente,
el Centro Cardenal Bea no es el único que trata de realizar esta visión y, en
todo caso, no podría hacerlo solo. Puede contar con la creciente
interdisciplinariedad que caracteriza hoy a los programas de estudio y a las
actividades de las varias facultades e institutos de la Pontificia Universidad
Gregoriana. También puede contar con la vitalidad y laboriosidad de tantos
otros centros de diálogo a judeo-cristiano en el mundo, no pocos ligados a
ateneos de la Compañía de Jesús. Que semejante visión haya encontrado una sede
particular en Roma, de verdad que puede ser un motivo de esperanza.
Philipp G. Renczes, S.J.
Director
del Centro Cardenal Bea para los Estudios
Judíos
Traducción:
Juan Ignacio García Velasco, S.J
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