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domingo, 14 de abril de 2013

Anuario S.J. 2011 - PADRE EUSEBIO FRANCISCO KINO, EL MISIONERO A CABALLO


Misionero italiano en la Baja California y en México, Padre Eusebio Kino ha sido un verdadero "hombre de frontera", animado por una gran pasión por la búsqueda de nuevas vías en el anuncio del Evangelio y por la promoción y la defensa de los derechos del hombre.


En un congreso sobre el tema “Hombres de frontera por la reconciliación”, que se desarrolló en Roma del 11 al 14 de septiembre de 1991, con ocasión del 5° centenario del nacimiento de San Ignacio de Loyola y el 450° aniversario de la fundación de la Compañía de Jesús, el cardenal Carlo Maria Martini S.J afirmó: "Si hay un mérito que debe ser reconocido a los jesuitas en su historia, incluso con todos sus defectos y errores, es aquel – pienso - de haber tratado siempre de no desplegarse sobre lo existente o sobre lo ya reseñado, sino haber sentido constantemente la invitación a descubrir, definir, alcanzar nuevos horizontes en la evangelización y en el servicio a la cultura y al progreso humano. Por lo que la noción de "frontera", que de por si es la de un límite más allá del que no se va ni se tiene que ir, siempre ha atraído a los jesuitas como un obstáculo a superar, una meta a alcanzar y a superar." 


En el largo y distinguida elenco de los jesuitas atraídos por la frontera, ya fuese ésta geográfica, cultural o espiritual, está inserto indudablemente el Padre Eusebio Francisco Kino, insigne por su extraordinaria versatilidad como escritor, historiador, etnólogo, explorador, geógrafo, cartógrafo, sociólogo, agricultor, ganadero, constructor de iglesias y casas, fundador de misiones y aldeas y, sobre todo, "siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, elegido para anunciar el evangelio de Dios" (Rom. 1,1). 

Eusebio Kino nace a Segno (Trento) en el Val de Non, el 10 de agosto de 1645, de Francisco Kino y Margarita Lucchi, y el mismo día es bautizado en la parroquia de Torra. Historiadores y biógrafos de Kino se han preguntado si el apellido sería italiano o alemán. De hecho fue alterado en Kühn por algunos; en Kin por otros; incluso en Chino o Quino por otros. El mismo Chino, escribiendo en español, ha usado la forma dura de Kino para evitar alteraciones o tergiversaciones, ya que Chino en español significa "chino", término entonces despreciativo. Resulta, sin embargo, que la forma "Chini" se encuentra en todos los registros públicos y en el acto de privilegio concedido a uno de los Kino por Carlos V. 

Kino completa los estudios elementales en Segno, bajo la guía de un tutor privado y los secundarios en Trento, en el Colegio de los jesuitas, donde es introducido al mundo de las letras y las ciencias; finalmente continúa los estudios superiores en la Universidad de Hall, cerca de Innsbruck (Austria), manifestando una particular aptitud por las ciencias naturales y las matemáticas. 

Repuesto por entonces de una grave enfermedad – una septicemia provocada por una herida - después de haber invocado la intercesión de San Francisco Javier, Kino cumple el voto de hacerse jesuita y misionero y de añadir Francisco a su nombre propio, en señal de gratitud. 

El 20 de noviembre de 1665, a los veinte años, entra en la Compañía de Jesús en Landsberg en Alemania, recorriendo las etapas de la larga formación jesuítica. Después de haber acabado los estudios de lógica, filosofía y teología en las célebres universidades de Ingolstadt, Friburgo y Munich, sin descuidar las ciencias matemáticas, incluida la astronomía, la geografía y la cartografía, el 12 de junio de 1677 es ordenado sacerdote en Eichstätt, en Baviera. 

En marzo de 1678, el padre Kino es destinado a las Misiones de las Indias Occidentales, y en concreto a las de la Nueva España (México), a pesar de su ardiente deseo de ser enviado a China, tal como él escribirá en su diario Favores Celestiales: “Siempre he cultivado un gran cariño especial respecto a la conversión de la Gran China, y por sugerencia de los superiores me apliqué a estudiar las ciencias matemáticas, que están muy difundidas en aquel país. Ya desde principio pedí ir a las misiones de la Gran China." 

El 12 de junio de 1678, junto a otros dieciocho misioneros jesuitas, zarpa de Génova hacia Cádiz, en España, puerto de embarque de la flota real para México. Tiene que hacer una parada de alrededor de tres años en Sevilla, a causa de varios contratiempos, y el 3 de mayo de 1681 llega a México. 

Después de una primera experiencia de evangelización (1683-1685), con diversas vicisitudes, en la Baja California, el padre Kino es destinado al Norte de México, es decir a la Pimería Alta - una región comprendida entre la parte noroccidental del Estado de Sonora, México y la parte suroccidental del Estado de Arizona (EE.UU.) – a donde él llega el 13 de marzo de 1687. La Pimería Alta fue considerada "la avanzadilla más septentrional del cristianismo", con una población de cerca de treinta mil habitantes y con una gran variedad de caracteres y costumbres. 

Durante casi veinticuatro años, la Pimería Alta fue el campo de apostolado del padre Kino. Funda allí veintisiete estaciones misioneras, promueve diecinueve florecientes granjas y completa cincuenta expediciones de exploración, recorriendo a lomos de caballo o de mulo, e incluso a pié, unos 30.000 kilómetros, abriendo así muchas sendas en la región y efectuando por vez primera esmeradas encuestas científicas del mismo territorio, mediante las cuales fue capaz de redactar 32 preciosos mapas - unos más extensos, otros en bosquejo – admirados por los geógrafos europeos y puestos por él a servicio de los nativos, de los misioneros, de los colonos y de los gobernantes españoles. 

Hombre de grandes talentos, el padre Kino fue explorador y cartógrafo, defensor y promotor de los derechos humanos de los nativos y, sobre todo, apóstol, testigo y siervo de la misión de Cristo, esperanza del mundo. Peregrino apostólico por el desierto desconocido de la Pimería Alta, el padre Kino hizo de su camino cotidiano un canto de fe en Dios, no dudando en entregarse filialmente a su abrazo amoroso y providencial; hombre de esperanza, testimonió ante todos la excedencia de las promesas de Dios, fiel y veraz; animado por el amor a Dios y al prójimo, se hizo "débil con los débiles, para ganar a los débiles y todo a todos para salvar a alguno a cualquier coste” (1 Cor. 9, 22). 

"Sin exageración alguna – atestigua a este propósito el jesuita padre Juan Antonio Balthasar, 40 años después de su muerte - se puede afirmar que el padre Kino solo hizo más en sus 24 años de permanencia en la Pimería que todos los otros misioneros juntos que, en los 40 años siguientes a su muerte, solamente lograron atender una tercera parte de las aldeas, de las regiones y tribus que el celo apostólico de Kino había atraído, cuidado y dispuesto a someterse al suave yugo del Evangelio […]. Él fue y siempre será un ejemplo para los obreros de aquella viña de Dios y el prototipo que todos tienen que proponerse imitar: abrió la puerta, allanó el camino y fue delante como el guía que tienen que seguir los que aspiran a promover la gloria de Dios y la conversión de muchas almas." 

La muerte lo alcanza en Magdalena, en la región de Sonora, el 15 de marzo de 1711, a la edad de 65 años. Murió como había vivido, en extrema humildad y pobreza. Su lecho de muerte: dos pieles de becerro por colchón, dos mantas de lana cruda para cubrir su cuerpo y su inseparable silla de montar por almohada. 

"En Magdalena, rebautizada como Magdalena de Kino - afirma Mons. Carlos Quintero Arce, arzobispo emérito de Hermosillo - están hoy presentes no sólo sus restos venerables, que el pueblo de Sonora custodia celosamente como un tesoro, sino su espíritu, su impulso civilizador y su enseñanza misionera que imprimieron en los corazones de los nativos los valores de la fe cristiana, verdadera potencia libertadora." 

En Magdalena nació el culto al padre Kino entre los fieles de Sonora, Arizona, Sinaloa, Chihuahua y Baja California. Un culto que transforma, desde hace trescientos años, la devoción del padre Kino a San Francisco Javier en el homenaje de los nativos al “padre pionero de la Pimería Alta”. 

En enero de 1961, la 25ª Legislatura del Estado de Arizona, EE.UU., pidió al Congreso de Estados Unidos de América que aceptase la candidatura para la segunda estatua de Arizona en el National Statuary Hall, (el Panteón Nacional de Hombres Ilustres) del Capitolio de Washington, proponiendo al "Venerable Padre Eusebio Francisco Kino S.J, misionero pionero, explorador y cartógrafo." 

El 14 de febrero de 1965, una estatua del padre Kino, como representante, es decir como Padre Fundador del Estado de Arizona, es colocada en el Panteón Nacional de Hombres Ilustres entre los "Grandes de América". El 25 de mayo de 1971, en la catedral de Hermosillo, el arzobispo Mons. Navarrete inicia el proceso diocesano informativo para la causa de beatificación y canonización. El 7 de febrero de 1998, la Santa Sede concede la autorización para la apertura de la causa de beatificación del Siervo de Dios, padre Eusebio Francisco Kino. En la primavera del 2002, por fin, se concluye en Hermosillo la investigación diocesana complementaria de búsqueda en los archivos de cualquier documento relativo a la persona y a la actividad del misionero y de recolección de otros textos respecto de la demostración de su fama de santidad. 

"Los jesuitas imprimen en lo alto el nombre de Kino – escribe el historiador Herbert E. Bolton - en la larga lista de los apóstoles de la evangelización americana. Los cowboys del suroeste quedan atónitos y casi escépticos ante sus bien verificadas habilidades en cabalgar. Los geógrafos difunden su fama de explorador y cartógrafo. Italia lo saluda como un noble, aunque casi olvidado, hijo. Alemania está orgullosa de haber sido la inimitable preceptora del jesuita. España lo señala como uno de los más poderosos constructores del propio imperio colonial. México saluda su memoria como gran pionero de su vasta e histórica Costa Oeste. California lo alaba como el inspirador del jesuita padre Salvatierra, su primer famoso colonizador. Arizona lo reverencia como su más prodigioso y ejemplar pionero." 

Pionero de la frontera – término, éste, que no dice tanto lugar de separaciones y mezclas, de conflictos y cambios, cuanto más bien de horizontes nuevos, de tierras lejanas, de otros pueblos, de otras culturas - el padre Eusebio Francisco Kino conjugó en sí mismo el incoercible deseo de anunciar el Evangelio, la inagotable dedicación a la promoción y la defensa de la dignidad y la libertad del hombre, la gran pasión por la búsqueda y la abertura de nuevos caminos que contribuyeran a hacer conocer la Palabra de Dios entre todas las gentes y a hacer instalar la Iglesia en regiones cada vez más lejanas. 
Domenico Calarco, S.J. 
Traducción: Juan Ignacio García Velasco S.J. 




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