Salmo responsorial Salmo112
Segunda lectura : 1 Tim2, 1-8
Evangelio: Lc 16, 1-13
La semana pasada veíamos cómo el Dios de Jesús
ha cambiado la vida de tantos que nos hemos encontrado con Él. Frecuentándolo,
uno se entera de que está "dentro" de un inmenso proyecto de amor que
Dios tiene para la humanidad. Y entonces todas las cosas, o casi todas, cambian,
adquieren una coloración diferente. Conocer a Dios, al Dios de Jesús, significa
cambiar el orden de las cosas, la prioridad de la vida, la energía en las opciones.
En este
sentido, los discípulos, de alguna manera, influimos en la historia. Influimos (o
podríamos) en la historia real de nuestro país inquieto y a la deriva, que
abandona la profundidad del mensaje evangélico dejándose seducir por las
habladurías del momento, que olvida lo esencial transmitido por nuestros padres
cediendo a una lógica raquítica y oportunista, superficial e inquietante.
Se está produciendo un desmoronamiento del
sentido de pertenencia y solidaridad que nuestro pueblo heredó del
cristianismo. Y uno de los problemas reales al que nos enfrentamos es el de una
economía que, indiferente a cualquier ética, sólo tiene sed de lucro, y está
mandando a la trituradora millones de sueños, de valores y de personas.